Los aportes del Islam a la humanidad (IV)

Cultura y civilización humana y universal del Islam

Por el Profesor Abdul Husein Zarrinkub

Traducido por Zohre Rabbani, Javad Kameli

La civilización del Islam, que llegó a ser heredera de la cultura antigua del Oriente y del Occidente, no se limitó a las culturas anteriores, ni las imitó absolutamente; más bien las armonizó y perfeccionó. Su periodo de perfección que finalizó con el dominio mongol, fue una etapa de construcción, —construcción de una cultura universal y humana—en un territorio con diversos grupos étnicos como: Ibérico, griego, indio, iraní, turco, e incluso chino. Si se considera los elementos de esta mezcla, aparentemente el de lo indio e iraní en relación a la cantidad no es menor que el ibérico y el griego. Pero la importancia de esta combinación multiétnica está en su valor universal y humano así como en su forma islámica. Además, el factor que la hizo universal fue la fuerza de su fervor y la voluntad de quienes, aunque pertenecían a tribus y naciones diferentes, fueron portaestandartes del llamamiento hacia el Islam y sus enseñanzas.

De esta forma la base principal de este componente que se llama civilización y cultura islámica, verdaderamente fue el Islam, el cual conjuga lo humano y lo divino —no lo oriental ni lo occidental—. Asimismo la sociedad islámica, heredera de esta gran civilización, era una sociedad homogénea, siendo su corazón el Corán, no Siria ni Irak. Y a pesar de las oposiciones que sucedían entre diferentes gobernantes, en todo su territorio influía una constitución: El Corán, que en su espacio no daba preferencias a fronteras ni a razas individuales. En Egipto regía un jurasani (de Persia) y en India un turco, en Bagdad, Al-Ghazali escribía un libro en contra de la filosofía y en Andalucía lo respondía Ibn Rushd —El Averroes de los latinos—. Hasta cuando la sociedad islámica en su interior beneficiaba la colaboración de todos elementos de “El territorio del Islam”, por su tolerancia y su unidad, así como en lo exterior mantenía su relación con el mundo no islámico, podía atraer y digerir cualquier novedad favorable. El punto de partida de la decadencia de esta sociedad se inició cuando cortó su relación con el mundo y que en lo interno se encontró con las tendencias hacia el fanatismo y las exigencias de la independencia.

 La cultura islámica, como toda enorme cultura que pertenece a un amplio imperio universal, fue expansiva y con amplio marco de influencia. El avance y desarrollo de esta enorme cultura, por supuesto se creó en Bagdad abasí, pero su base principal se formó en los territorios conquistados —La Península Árabe y Siria—. Aunque esta cultura en su mayor parte, especialmente en los inicios del periodo abasí, fue influenciada por Irán[1], su espíritu fue islámico y no perteneció a ninguna tribu, nación o raza. En el amplio ámbito del mundo del Islam se juntaron diferentes naciones como la árabe, la iraní, la turca, la india, la china, la mongola, la africana, e incluso la Gente de la Escritura —cristianos, judíos, etc. —. Cada nación por supuesto, tuvo virtudes y defectos, pero como resultado, las virtudes de una nación compensaban los defectos de la otra. Por lo tanto la colaboración de todas bajo la sombra de la tolerancia islámica y de la búsqueda de la ciencia, tan enfatizado por el Islam, devino en el encuentro de diferentes culturas y su interacción.

Fue así que el Islam, como inmenso imperio universal, otorgador de características fundamentales como la tolerancia y la benevolencia, tomó las influencias no perjudiciales de otras naciones, luego las incorporó y logró una nueva entidad. Es decir una nueva cultura que no reconocía las fronteras y limitaciones, siendo en su esencia ajena a la intolerancia, —la cual fue la causante de la división del mundo entre la burguesía y el capitalismo en las naciones, fronteras y razas—. Un musulmán, de cualquier raza que fuera —árabe o turco, hindú o africano—, y en cualquier lugar del territorio islámico que anduviera, se encontraba en su patria. Un sheij termezi[2] o balji[3] encontraba mucho respeto en Konya[4] y Damasco, así mismo un viajero andalusí en la India tomaba el título de Juez. Cualquier lugar; en la mezquita, en la escuela, en el khanqah[5], y en el hospital existía un signo de cada tribu musulmán, pero entre los musulmanes no se había planteado la diferencia del sexo ni de la nacionalidad. En todos lugares era una sola religión y una sola cultura; la cultura islámica, en la cual su lengua franca era el árabe, su pensamiento era iraní, su creatividad era india y su fuerza era turca, pero su corazón y su alma era islámica toda. Su destello existía en todo el territorio del Islam; Medina, Damasco, Bagdad, Rey[6], Nishapur[7], Cairo, Córdoba, Granada, Konya, Qostantaniah —Constantinopla—, Kabul, Lahore, y Delhi. Su patria eran todas las zonas y a su vez ninguna de ellas. En cualquier lugar tenía una marca mientras en ninguno estaba dominando un color especial. Era islámico, no oriental ni occidental. En consecuencia, su crecimiento y avance durante tres a cuatro siglos[8] seguidos, fue tan rápido que parecía a un magnífico milagro.

Fuente: Los Aportes del Islam a la Humanidad

Editorial Elhame Shargh

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[1] Sobre la importancia del rol de los iraníes en la civilización islámica, especialmente se refiere a las consideraciones de W. Moyer, R. Dozy y I. Goldziher, en Browne, E. G., A literary history of Persia, Traducción Ali Pasha, Vol. 1, Pág. 364-407

[2] De la ciudad Termez, situada en el gran Jorasán (actualmente en Uzbekistán). (N. del T.)

[3] De la ciudad Balh, también escrito Balkh o Balj, una ciudad de Afganistán. (N. del T.)-

[4] Konya o Iconio, es una ciudad turca de Anatolia. (N. del T.)

[5] Es un lugar para el retiro espiritual de los sufíes. (N. del T.)

[6] Una ciudad Antigua cerca de Tehran en Irán. (N. del T.)

[7] Una ciudad Antigua situada en noroeste de Irán. (N. del T.)

[8] Mez, A., Die Renaissanse des Islams, 1922

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