La epopeya de Ashura

De cómo el noble Al-Qásim obtuvo permiso para entrar en combate y murió mártir

Un vistazo a la historia del Islam en el primer siglo

Por el Sheij Huseyn Ansarián

Una de las grandes tragedias que la familia del Profeta tuvo que soportar el día de Ashurá fue el martirio del noble Al-Qásim.

     Abu Mihnaf,[1] Sheyj Al-Mufíd,[2] Abu l-Farach Isfahání,[3] Alamah Maylesí[4] y Tabarí[5] han recogido en sus obras los hechos que llevaron al martirio del noble Al-Qásim ibn Hasan (a.s.), pero en algunos libros de historia estos hechos se ha relatado así:

     “Cuando todos los compañeros del Imam habían sido martirizados y llegó el turno de entrar en combate a los hijos del Imam Al-Muchtabá (a.s.), el noble Al-Qásim fue junto al Imam y le dijo:

“¡Oh hermano de mi padre! Deseo que me otorgues tu permiso para entrar en batalla.”

El Imán le dijo: “¡Oh hijo de mi hermano! Tú eres lo que me queda de mi hermano y me recuerda a él. No vayas a combatir, pues tu presencia es lo que da sosiego a mi alma.”

¿Qué alta posición espiritual poseía Al-Qásim para que, con tan solo trece años, pudiese aportar tranquilidad al corazón de su tío?

Al ver que su tío no le otorgaba permiso para entrar en combate, se sentó sobre la tierra muy triste y lloroso y puso su cabeza sobre el pie de su tío insistiéndole.

Recordó que su padre le había atado una venda en el brazo y dentro había colocado su testamento diciéndole: “Cuando sientas que algo te rompe el corazón y que te domina el desconsuelo, desata esta venda y lee lo que hay en ella, entiende bien lo que dice y no dejes de actuar conforme a lo que te indica.”

El noble Al-Qásim se dijo: “Han pasado años desde que tu padre te dijo eso y hasta ahora no te había invadido tal preocupación y tristeza. Es hora de que deshagas ese vendaje y leas la hoja que hay dentro de él.”

Cuando la abrió, vio lo que su padre había escrito en ella:

“¡Hijo mío! Te pido que, cuando veas a tu tío en Karbalá rodeado por los enemigos no abandones la lucha contra los enemigos de Dios y del Mensajero de Dios y no dejes de participar junto a tu tío en la batalla. Si tu tío no te otorga permiso para entrar en combate, insístele hasta que te lo permita.”

El noble Al-Qásim se puso en pie y mostró al Imam Huseyn (a.s.) el escrito. Cuando el Imam vio la letra de su hermano, echó su brazo sobre el cuello de Al-Qásim y le estrechó contra su pecho. Tío y sobrino lloraron con gran pesar.

Imam Huseyn llevó al noble Al-Qásim a su tienda y pidió que viniesen a ella Al-Abbas y ‘Aun y la madre de Al-Qásim y, cuando estuvieron, allí dijo a la noble Zaynab al-Kubra (a.s.): “Tráeme mi caja privada. Cuando la tuvo, sacó de ella la larga chaqueta del Imam Al-Muchtabá (a.s.) y se la puso a Al-Qásim y también le puso en la cabeza el turbante de su hermano. Los miembros de Ahl ul-Bayt al ver aquello comenzaron a llorar amargamente.

Cuando el Imán Al-Huseyn vio su disposición, le dijo: “¡Hijo mío! ¿Vas a ir por tu propia voluntad al encuentro de la muerte?”

Al-Qásim dijo: “¡Oh tío! ¿Cómo no ir cuando veo como tú estás sólo, rodeado de todos estos enemigos, en tierra extraña y sin nadie que te ayude? ¡Oh tío amado! ¡Doy mi vida por ti!”

Imán Huseyn rompió el cuello de la camisa del noble Al-Qásim y colocó los dos extremos de su turbante colgando a ambos lados de su cabeza, tanto para proteger sus ojos como para protegerle del calor y, de esa manera, envió al noble Al-Qásim a la batalla..[6]

Fue transmitido que Imam Ali Zayn ul-‘Abidín (a.s.) dijo:

“La noche previa a Ashurá, como el noble Seyed ash-Shuhadá indicó a cada cual el lugar de su martirio y que todos ellos serían matados al día siguiente excepto Ali Zayn ul-‘Abidín, el noble Al-Qásim temió que, debido a su poca edad, no pudiera combatir y alcanzar el martirio. Por ello preguntó:

«وَأَنَا فِيْمَنْ يُقْتَلُ يٰا عَمَّ؟»

“Y yo ¡Oh hermano de mi padre! ¿También caeré martirizado?”

El noble Imam Huseyn (a.s.) le respondió:

«يٰابْنَ أَخِيْ، کَيْفَ تَجدُ طَعْمَ الْمُوْتَ عِنْدَک؟»؛

“¡Oh hijo de mi hermano! ¿Por qué ha de querer la muerte alimentarse de tu cuerpo?”

El noble Al-Qásim dijo:

«أحْلیٰ مِنَ الْعَسَل»؛

“La muerte me parece más dulce que la miel.”

El noble Imam Huseyn dijo: “¡Oh luz de mis ojos! Tú también serás mañana uno de los que serán matados después de ser pisoteado por los cascos de los caballos.” [7]

Hamíd ibn Muslim Azadí, el reportero del suceso de Karbalá, escribió:

“Vi como un jovencito se adelantaba al campo de batalla. Llevaba su camisa y su ropa un poco rasgada y sandalias árabes. Su sandalia derecha estaba desatada. Comenzó a luchar con sus enemigos. Mató a treinta y cinco de ellos. Los enemigos comprendieron que no eran adversarios para él. Lanzaron una lluvia de piedras contra él.

Amr Azadí dijo: “Juro por Dios que le atacaré y derramaré su sangre.” En el calor de la batalla le golpeó con su espada en la cabeza. Al-Qásim gritó pidiendo ayuda a su tío. El Imam, como un halcón que se precipita desde el alto cielo hacia su presa, se abalanzó hacia el campo de batalla. En el momento de llegar vio cómo Amr Azadí se disponía a cortar la cabeza del noble Qásim (a.s.). El noble Imam Huseyn lanzó un golpe de su espada contra él y le cortó a mano. Él pidió auxilio a su tribu que se lanzó al ataque contra el Imam Huseyn. Comenzó un duro combate entre ellos. El cuerpo del noble Al-Qásim fue pisoteado por los cascos de sus caballos.

Cuando el fuego de la batalla se apagó, el Imam Huseyn acudió junto al cuerpo de Al-Qásim y vio como él presionaba con su talón la tierra agonizando. Gritó: “¡Oh hijo de mi hermano!”

«عَزَّوَاللهِ! عَلیٰ عَمِّکَ أَنْ تَدْعُوهُ فَلٰا يُجيبُکَ أوْ يُجِيْبُکَ ثُمَّ لا يَنْفَعُکَ صَوْتٌ»؛

 “¡Oh, por Dios! Que duro es para tu tío el que le hayas llamado pidiendo su ayuda y no te haya podido responder o que su ayuda no te haya servido de nada.”

Después, abrazó a su sobrino pegando su pecho al suyo. Los miembros de su cuerpo habían quedado machacados bajo los cascos de los caballos y un pie había sido separado de su cuerpo. Tal como estaba, llevó su cuerpo junto al de Akbar y pidió a su familia fortaleza para soportar tanto dolor ante aquella tragedia inmensa.[8]

Extraído del libro La epopeya de Ashura, un vistazo a la épica del Señor de los Mártires; Imam Huseyn (P); Editorial Elhame Shargh, 2014

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com, Fundación Cultural Oriente


[1] Abu Mihnaf, Waqi’at ul-Taf, p. 243-244.

[2] Sheyj Al-Mufíd, Kitáb al-Irshád, t. II, p. 107-108.

[3] Abu al-Farach Isfahání, Maqátil at-Talibiín, p. 88.

[4] Maylesí, Bihár al-Anwár, t. XLV, p. 34-36, cap. 37.

[5] Tabarí, Táríj, t. III, p. 330.

[6] Seyed Hásim Bahrání, Madinat ul-Mu’áyiz, t. III, p. 366-369.

[7] Seyed Háshim Bahrání, Madinat ul-Mu’áyiz, t. IV, p. 214-216, hadiz 1.242/295

[8] Sheyj Al-Mufíd, Kitáb al-Irshád, t. II, p. 108; Abu al-Farach Isfahání, Maqátil at-Talibiín, p. 585; Ibn Numán Hillí, Mushír al-Ahzán, p. 70; Tabarsí, I’lám al-Warí, t. I, p. 467-468; Seyed Mohsen Amín, Lawáich Al-Ashyán, p. 134-135; Sheyj Abbás Qommí, Muntaha al-Ámál, t. II, p. 873-874; Cfr. Tabarí, Táríj, t. IV. P. 341-342.

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