“Irán, el país que Estados Unidos quiere destruir; (Retrato urgente de un condenado a muerte)”

Los tambores de guerra

Por: Julio César Martínez (Juma)

Como en las clásicas películas de indios y vaqueros de los principios del cine sonoro en Hollywood, otra vez se escuchan en los viejos estados de la Unión del norte de América, los tambores de guerra. Pero por esas absurdas circunstancias que tiene la historia, esta vez no son los indios los que los hacen sonar, sino los “vaqueros”, los clásicos “muchachitos” que en aquellas antiguas joyitas del celuloide, podían protagonizar John Waine o Alan Laad, entre otros. 

Perdón...dijimos mal al expresar “otra vez vuelven a sonar...”. Debimos haber dicho: “siguen sonando” que hubiese sido lo más correcto, porque desde el fin de la Segunda Gran Guerra Mundial (e incluso desde mucho antes, ya lo veremos en el transcurso de este informe), los tambores de guerra norteamericanos no han dejado de repicar.

Todos sabemos que en los EEUU, la guerra es una forma de “cultura nacional". Y no solo la guerra, la violencia simplemente como tal, ejercida desde arriba, desde abajo y desde el centro del estamento social estadounidense, es una constante identificación de una estructura socio política que- como en su momento aconteció con los sistemas monárquicos absolutistas, el feudalismo medieval o el colonialismo salvaje- se está descascarando, dejando a la vista de propios y extraños sus pestilencias y aberraciones.

Sin embargo, a pesar de esa descomposición progresiva –o por imperio de ella– los gérmenes virulentos de sus pústulas, han contaminado, enfermado y llevado en algunos casos a un estado agónico, a buena parte de la humanidad, o quizás deberíamos decir, a buena parte de los sistemas socio políticos que por imperio de las circunstancias, la ignorancia, la manipulación desmedida y los intereses económicos siguen supeditados al arbitrio del poder decadente estadounidense y alimentándose de los desperdicios y sobrantes del -hasta ahora- “Gran Amo del Norte”.

Y como acontece con toda bestia irracional herida, el sistema ha comenzado desde hace algunos años a lanzar zarpazos descontrolados, hundiendo sus garras sangrientas en víctimas inocentes y propiciatorias de su desesperación. Y para ello ha encontrado el ejecutor ideal, George Bush, un ser de contextura psíquica casi demencial, dueño de una soberbia espeluznante, una especie extraña de analfabeto (que sin embargo lee y escribe), despiadado y, por sobre todo, dueño y ejecutor de una inmoral y agresiva personalidad.

Y junto a él, prestando su respaldo cómplice e incondicional (conformando lo que en cualquier código penal contemporáneo se definiría como “Asociación ilícita para delinquir”), aparece en el trágico “mapamundi” de la violencia y el despropósito: Israel, de la mano del terrorismo sionista, ultraderecha de un estado pergeñado en el caos de la posguerra. Fue aquella una resolución “traída de los pelos” en el seno de la “recién nacida” Organización de las Naciones Unidas (ONU) condenando al pueblo Palestino a pagar con su soberanía y parte de su territorio una deuda de sangre con los judíos, generada por el estado alemán de la mano del Führer Adolfo Hitler, a los que persiguió y masacró en uno de los episodios más trágicos de la historia universal de la primera mitad del siglo XX. Episodios estos, los del llamado “Holocausto del pueblo judío”, solamente comparables (justamente) con la barbarie que el nuevo “Führer” Bush, está llevando a cabo contra toda la humanidad en su conjunto y no solamente contra una etnia determinada. Barbarie, que (vale la pena aclarar para que no se piense que pretendemos personificar en Bush la saña inhumana del imperialismo yanqui) viene ejerciéndose desde hace más de un siglo por quienes lo han precedido en el sillón presidencial de la casa Blanca en Washington, ya fuere de su propio partido Republicano, o de los de la oposición Demócrata. Unos y otros, más allá de los “cintillos partidarios” con que se diferencian para convocar al cuerpo electoral de la ciudadanía norteamericana, son por sobre todas las cosas “hermanos de sangre” en lo que tiene que ver con la irracional política de la muerte.

Irán en el ojo de la tormenta 

George Bush no aceptará cerrar su ciclo al frente de la casa Blanca de Washington con los notorios fracasos en Irak y Afganistán. ¡De ninguna manera...! Los esquizofrénicos como el, no pueden resignarse a ver sus manipulaciones e intrigas superadas por el raciocinio del entorno. Por eso ahora apunta decididamente a la República Islámica de Irán, propósito que al fin y al cabo ha sido su “verdadero objetivo” desde que, aprovechando el episodio de las Torres gemelas en New York,- que ahora se sospecha con buenos fundamentos, fuera pergeñado por sus propios servicios de inteligencia (CIA) en un concubinato feroz con los servicios de inteligencia israelíes de la ultraderecha (MOSSAD)-, inició una especie de “Guerra santa” unilateral contra todo turbante que se moviera en el planeta.

Bush quiere devolverle Irán al Pentágono, quiere retrotraerse en el tiempo a la época del Shah, cuando esos territorios (hoy gobernados por una democracia política plena con concepción islámica, revolucionaria y popular), eran una especie de “patio trasero” de la CIA y practicaban la diplomacia del “toma y daca” con la dirigencia corrupta del país. Bush, apremiado por los financistas de la guerra, los usureros de la muerte, necesita un “golpe de gracia” fulminante, que lo catapulte nuevamente a la gloria. Y no le importa si para lograrlo debe nuevamente utilizar -como ya lo hicieron sus antecesores en el poder sin compasión alguna sobre Hiroshima y Nagasaki en Japón en 1945- su arsenal nuclear de destrucción masiva e indiscriminada. Porque Bush, (que será loco pero no es tonto) sabe perfectamente que de intentar una acción bélica convencional, Medio Oriente será la tumba definitiva del imperio que arbitrariamente dirige. Por que Irán no es Irak ni Afganistán. En Irán no hay un gobierno despótico y sangriento como lo había con Saddam Hussein en Irak, ni un extremista mesiánico y también irracional como Osama Bin Laden en Afganistán. Porque se da la casualidad que a la dirigencia de la República Islámica de Irán la eligió el pueblo en elecciones libres y democráticas y Saddam Hussein y Osama Bin Laden son productos “Made In CIA-EEUU”, porque fueron engendrados en el vientre de su madre putativa, la inteligencia yanqui.

Por eso suenan los tambores de guerra en EEUU. Y el mundo todo se estremece, porque el mundo sabe que sea como sea, todos seremos derrotados en caso de que la demencia de George Bush, lo lleve al delirio definitivo y le haga “apretar el botón” de la muerte, que -para desgracia del planeta- está siempre a su alcance. 

El “Eje del mal” prefabricado y mentiroso 

Desde que Gorbachov, la Perestroika y el consecuente derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en las postrimerías de los años 80, dejaron al imperialismo yanqui sin “enemigos importantes” a la vista, la inteligencia norteamericana decidió buscar el sustituto que justificara una industria armamentista en plena expansión, un presupuesto de defensa muy generoso y la posibilidad de utilizarlo como argumento convincente frente a la comunidad internacional, cuando de justificar alguna de sus aventuras colonialistas en cualquier país del mundo se tratara. El nazismo en su momento y el comunismo después, le habían significado sin lugar a dudas importantísimos réditos al Pentágono, pero tales “cucos” ya habían sido fagocitados por la historia y era necesario convocar a su consejo de brujos para que ellos invocaran al “demonio” necesario.

Desde mucho tiempo atrás, a instancias de su engendro geopolítico protegido, el Estado de Israel, se consideraba la posibilidad de “Demonizar” el Islam, asociándolo con el nazismo, al fin de cuentas, según sus razonamientos primarios, los musulmanes “no eran generosos, ni paternales, ni cómplices del sufrido, castigado, perseguido y vilipendiado pueblo judío”, se oponían a que se les quitara a los palestinos su patria para darles una patria a los judíos, ergo, eran nazis y seguramente también fascistas. Porque toda la humanidad, desde el 45 en adelante, todos y cada uno de los seres nacidos en donde quiera que fuese, aún en el último escondrijo del planeta y cuando fuese, o por nacer ahora o dentro de mil años más, “deben amar, proteger, dar absoluta prioridad y justificar todos sus desatinos al pueblo judío”. Porque Hitler, en su irracional aventura, decidió perseguirlos por toda Europa, asesinarlos y cometer con ellos uno de los más terribles genocidios de la historia de la humanidad y la cuenta de este desaguisado histórico nos la pasaron a todos los habitantes del planeta y la debemos pagar de por vida por los siglos de los siglos, so pena de ser considerados si así no lo hacemos o intentamos no hacerlo, antisemitas, nazis, fascistas, etc., etc. 

Es así que nuestros hijos, nietos, bisnietos y demás generaciones futuras de nuestros genes, están condenados a heredar esta parte de la deuda que nos tiraron encima y seguirla pagando calladitos la boca y sin chistar si es que no quieren ser tildados de “asquerosos antisemitas, racistas o nazis…”

Y los hijos, los nietos y los bisnietos y vaya a saber cuántas generaciones más de judíos, recibirán como herencia los réditos y beneficios de ella y la seguirán cobrando puntualmente sin lástima. Y así será por los tiempos de los tiempos, aún cuando llegue un tiempo sin tiempo. 

Y es entonces, cuando nosotros, simples mortales, ni genios de la diplomacia y la geopolítica, ni siquiera expertos en temas del derecho internacional y todas esas cosas, es entonces decíamos cuando los “tipos simples” como nosotros, nos preguntamos qué posición tendrían los norteamericanos, o los ingleses, los franceses o los propios alemanes con respecto al Estado de Israel, si en lugar de ser los palestinos los despojados de su patria para beneficiar a los judíos perseguidos de la diáspora, hubiesen sido ellos y la ONU hubiese concedido para establecer el nuevo estado –digamos- el Valle del Rhin , o el territorio de Arizona o la campiña francesa o una buena porción de la gran isla de la Reina Isabel o simplemente los parques de sus palacios, cotos de caza del zorro, de su “deportiva” prole de sangre azul.

¡Pero no…! los imperios siempre tratan de tirar más allá de sus propios territorios lo que puede llegar a molestarles. Desde los residuos tóxicos y la basura, hasta la diáspora judía. La clásica y ordinaria filosofía egocéntrica: “salvándome yo, que los demás corran con su suerte… ¡No me importa los demás!”

Y justamente fueron los musulmanes los que de acuerdo a la inteligencia yanqui, reunían las condiciones exactas para convertirlos en el nuevo “fantasma” del terror para agitar ante los foros de servirles internacionales, para lograr los votos necesarios, seguir justificando sus aventuras expansionistas, asegurarse recursos y sostener su prevalecía mundial y además para continuar apañando a sus hijos sionistas en su propia expansión en la tierra usurpada, que les habían concedido como parte de la “reparación eterna” de la humanidad a los judíos de todo el mundo.

Pero además había otro argumento contundente que a los norteamericanos les inspiraba para esto: los musulmanes estaban parados sobre las mayores reservas petroleras y energéticas del mundo y eso, sumado a la necesidad de crear un “monstruo” para “hacer de nene malo” en la comedieta imperialista de siempre, inclinó la balanza en contra del Islam definitivamente. 

Y así entonces nació el “islamofascismo”, que en los hechos lo presentaban como el “islamonazifascismo”, tratando de embutir en los cerebros de la gente la idea de que el Islam era algo tan malo, repudiable y pernicioso como el fascismo o el nazismo. 

Y hecha la receta, los “pacientes” comenzaron a administrarse las dosis necesarias del brebaje. Los medios de comunicación serviles, amanuenses y cipayos- es decir, los mayores y masivos medios informativos del mundo-, digamos BBC, CNN, TVE, RAI, NBS, AFP, ANSA, EFE, REUTERS, DPA y toda esa pléyade de siglas parecidas, empezaron a repetir siempre el mismo estribillo. Y la política del “embudo” resultó.

Y entonces envalentonados ya, algunos, (como Alexandre del Valle en su tratado “Politique internationale” editado en Paris en el 2002), llegaron a hablar del “Totalitarismo verde”, haciendo alusión al verde, que es el color del Islam y para ampliar aún más el espectro, definiéndolo también como el “Eje Islamo- Confuciano”. Fue justamente por entonces que George Bush, en uno de sus discursos preparatorios de alguna de sus irracionales aventuras, habló enardecidamente de “Los estados canallas Irán, Irak y Corea del Norte”-nótese que siempre que Bush habla de esta manera, el primer lugar entre los enemigos diabólicos lo ocupa Irán- a quienes acusaba de haber gestado un pacto nuclear para destruir a los Estados Unidos de Norteamérica. Y los llamó “El Eje del mal”. 

Porque Bush será loco, hipócrita y asesino, pero no es tonto. Él sabía perfectamente que no podía generalizar lo de los musulmanes terroristas, porque tiene socios en Medio Oriente que se dicen musulmanes y que podían sentirse afectados y molestarse. Entonces se la agarró con los Iraníes que no son árabes, ni sunnis, son shías y a la mayoría de los musulmanes o de los que se dicen musulmanes, los shías los molestan mucho porque les desnudan sus hipocresías y aunque duela decirlo, muchos de esos supuestos musulmanes, dudarían seguramente entre “borrar del mapa” al sionismo, o a los shías. 

El Imam Jomeini, a pesar de su incesante prédica contra el cisma entre musulmanes, no dejaba de reconocer la cualidad combativa del shiísmo. “Chiísmo- dijo- es una ideología revolucionaria y continuación del genuino Islam, como los mismos Chiítas, siempre ha estado bajo los ataques cobardes de los dictadores y colonizadores”

Bush en su parafernalia idiomática, metió en una misma bolsa al dictador Saddam Hussein, un engendro de su propio vientre, pero caído en desgracia y como a la naranja cuando se le saca todo el jugo y la pulpa y sólo queda la cáscara, se le tira donde no ensucie ni moleste, así estaba haciendo él ahora con su ex protegido, aliado, socio y vaya a saber cuántas cosas más... Y lo agregó al “Eje del mal". Pero como sabía bien- siempre lo supo Bush aunque ahora se haga el sorprendido – que ni Irán ni Irak tenían armamento atómico, integró el terceto con Corea del Norte, que si tiene arsenal atómico y que es en cierta forma una especie de asignatura pendiente desde el fin de la guerra entre el sur y el norte coreanos. 

Esa palabrita “Eje”, seguramente fue idea de algunas de las lumbreras intelectuales de sus asesores, ya que para los memoriosos-y si nadie lo recordaba había que hacérselo saber- traía reminiscencias de lo que fue allá por el año 30 el llamado “Eje fascista” y la otra palabrita “Mal” había sido muy llevada y traída más recientemente en la Segunda Guerra Mundial, es decir en la posguerra, cuando al Stalinismo y los bolcheviques soviéticos se les denominaba eufemísticamente “El Imperio del mal". Claro, todo fue –como siempre-una jugarreta sucia de Bush y sus aliados, porque nunca lograron probar que efectivamente existiera ese acuerdo tripartito con intenciones de acabar con los Estados Unidos. Pero como dicen que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad, tanto machacaron, tanto machacaron, que nuevamente se comenzó a generar el odio, el miedo, la desesperanza entre la gente, especialmente en occidente y entonces allí aparecía George Bush, una especie de engendro contemporáneo de Superman, Batman y Hombre Araña, para hacer justicia. 

Es decir, ya los yanquis no podían agitar más las banderas del anticomunismo o de la guerra contra la agresión soviética, porque la hoz y el martillo, Lenin, el Kremlin y la Plaza Roja de Moscú ya eran cosa del pasado.

Ahora el asunto era contra el terrorismo islámico, contra el “Eje del mal”, contra los “estados canallas”. Como siempre, el facilismo y la mentira, aparecen también como herramienta genocida en manos de los más poderosos. 

Pero es tan , pero tan sucia esta mentira y este proyecto, que los supuestos “formadores de opinión” se regodean con el término “islamofascismo” al extremo de que aparezca por allí algún imbécil que incluso se hace llamar “filósofo” como el francés Henry Lévys ( ¡Perdónalos Platón, ellos no tienen la culpa de lo que hacen…!), utilizándolo sin ninguna piedad, ni responsabilidad. 

Pero algunos se envalentonaron y jugaron más fuerte aún, como el neo conservador publicista Kenneth Timmermans (bueno, de apellido Martínez no podía ser, seguro…) que comparó al presidente de la República islámica de Irán Mahmud Ahmadineyad con Adolf Hitler. Y se le “subió al caballo” del disparate, otro fulano de estos que lucran con la paz, fomentando la guerra (es lógico, ¿de qué iban a vivir los sesudos ideólogos occidentales de la paz, si los yanquis no les dieran una guerrita que otra día por medio…?) Daniel Pipes, dirigente del Instituto de la Paz de los Estados Unidos, afirmó exactamente lo mismo, asegurando que Ahmadineyad es el “Nuevo Hitler”.

A este tipo de personajes nefastos, no les importa que el Islam sea justamente una doctrina opuesta frontalmente a los nacionalismos extremos, les importa hacer creer a la gente, a los que se lo creen por ignorantes y los que dicen creérselo por conveniencia, que Hitler fue antisemita y los iraníes con Ahmadineyad a la cabeza también son antisemitas, por lo tanto como que dos y dos son cuatro, Hitler fue nazi y Ahmadineyad también. ¡Así de simple y de fácil!

Pero lo que no dicen estos sinvergüenzas, es que realmente ni Ahmadineyad, ni los iraníes, son antisemitas. Son, eso sí, anti sionistas, que no es lo mismo. Porque en todo el mundo e incluso dentro de Israel, hay miles, cientos de miles de judíos también anti sionistas. (Ver: En el apéndice testimonial, Testimonio 3: “Encuentro con los rabinos anti sionistas en Nueva York” que ilustrará más ampliamente sobre el tema)

Fuente: Libro Irán, el país que Estados Unidos quiere destruir; Editorial Elhame Shargh

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com; Fundación Cultural Oriente

Article_image
Article_rate
No votes yet