Debate libre en el Islam

El Imam Ridâ (la paz sea con él) y los dos sabios

Tema: Confirmación de la profecía de Muhammad (PB) con el mensaje de los profetas anteriores a él

 

Se dice que Al-Ma'mûn, el califa abásida, hijo de Harún Ar-Rashid, cambió la manera de combatir a los líderes de los shi'itas. Su padre y su dinastía criminal, habían perseguido muy duramente a los musulmanes comprometidos y conscientes, así como a los Imames, castigándolos y matándolos con diferentes tipos de tortura. La reacción frente a tanta crueldad y opresión, había llevado a la comunidad islámica al borde de la explosión. Al-Ma'mûn, que se destacaba entre el resto de los califas y gobernantes abásidas por su capacidad política, decidió cambiar la táctica de lucha contra los revolucionarios. Invitó al Imam Ridâ (la paz sea con él) a participar en las tareas de gobierno, pensando que de esa manera la opinión de la gente hacia él cambiaría y perdería el apoyo que el pueblo le brindaba y, así, diluir la oposición que el Imam (la paz sea con él) y sus seguidores mantenían contra su gobierno.

El Imam Ridâ, que era perfectamente consciente del peligroso plan trazado por Al-Ma'mûn, hizo que éste fracasase con prudentes decisiones y correctos movimientos. Así que, en contra de lo que Al-Ma'mûn pretendía, la gente, tanto musulmanes como no musulmanes, cada día quería y creía más en el Imam (la paz sea con él).

Intentando mermar su creciente prestigio y carisma, Al-Ma'mûn decidió invitar a los grandes sabios de las distintas religiones a un encuentro en la ciudad de Tus (la actual Mashad) y enfrentarlos con el Imam Ridâ (la paz sea con él) en un debate ideológico.

Una persona, llamada Nauâfilî, relata:

- Estaba un día al servició del Imam (la paz sea con él) cuando entró a la habitación Iâsir, uno de los seguidores al servicio del Imam, trayéndole un mensaje de Al-Ma'mûn que decía: "Han acudido a mi presencia sabios de distintas religiones y escuelas de pensamiento. Si su excelencia considera oportuno venir a conversar con ellos, puede usted venir a visitarnos mañana. En caso contrario, discúlpenos por las molestias y si desea que seamos nosotros quienes vayamos a visitar a su excelencia, tenga a bien hacérnoslo saber."

El Imam, tras escuchar el mensaje de Al-Ma'mûn, dijo a Iâsir: "Respóndele a Al-Ma'mûn que conozco su intención y, si Dios quiere, mañana iré a su palacio."

- Después de que Iâsir se hubo ido - continúa relatando Nauâfilî - el Imam (la paz sea con él) se volvió a mí y me preguntó: "¿Sabes cuál es la intención de Al-Ma'mûn al celebrar esta reunión? ¡Oh Nauâfilî!”

- Doy mi vida por usted ¡Oh Imam! - le respondí - Lo que Al-Ma'mûn intenta es ponerle a usted a prueba. Es una falta de respeto y una mala acción.

- ¿A qué acción te refieres? ¡Oh Nauâfilî!

- Quiere enfrentarlo a usted con teólogos e innovadores, enemigos de los sabios musulmanes. Le pedirán pruebas de cada palabra que usted pronuncie. Si usted dice: "Dios es Uno", le dirán: "Pruébenos la Unicidad de Dios". Si usted dice: "Muhammad es el Enviado de Dios", dirán: "Demuéstrenos la condición de Mensajero de Dios de Muhammad". Una vez que usted les muestre sus argumentos, ellos tratarán de inducirle al error, hasta hacerle a usted que abandone sus ideas. Esta reunión es peligrosa para usted.

- ¿Tienes miedo de que no pueda responderles? - me preguntó el Imam sonriendo.

- No ¡Por Dios! No tengo miedo de eso. Confío que Dios le hará triunfar sobre ellos.

- ¿Sabes cuándo se arrepentirá Al-Ma'mûn de lo que está haciendo? - me preguntó el Imam.

- Sí - le respondí.

- Cuando vea que contesto a los seguidores de la Torá con la Torá, a los del Evangelio con el Evangelio, a los de los Salmos con los Salmos, a los sabeos en hebreo, a los Servidores del Fuego en persa, a los partidarios de Roma en latín y a los seguidores de cada doctrina y teoría en su propia lengua. Cuando vea que les doy respuestas y prevalezco sobre ellos. Cuando todos ellos abandonen sus teorías e ideas y acepten las mías. En ese momento, Al-Ma'mûn entenderá que es a mí y no a él, a quien le corresponde ser el guía de la sociedad. Entonces se arrepentirá de lo que ha planeado.

 

Amaneció el nuevo día y conforme lo acordado, el Imam (la paz sea con él) se presentó en la corte de Al-Ma'mûn.

Al comienzo de aquella extraordinaria asamblea, Al-Ma'mûn se volvió hacia Yâzalîq, máximo representante de los sabios cristianos y le presentó al Imam, tras lo cual, le invitó a que debatiera sus ideas con el mismo, rogándole corrección y respeto.

- ¿Cómo puedo dialogar con alguien que debatirá conmigo sobre la base de un libro (el Corán) al que niego autenticidad y de un profeta en el que no creo? - dijo Yâzalîq.

- ¿Aceptarías que lo hiciésemos sobre las base del Evangelio? - le preguntó el Imam.

- ¿Podría yo no aceptar lo que dice el Evangelio? Acepto, aunque me llegase a perjudicar personalmente.

-Pregunte entonces lo que desee saber - le dijo el Imam Ridâ (la paz sea con él).

- ¿Qué dice usted sobre la profecía de Jesús y sobre su libro? - preguntó Yâzalîq.

- Acepto la profecía del Jesús que aceptó la profecía de Muhammad y que anunció la buena nueva de su venida, pero niego la profecía del Jesús que no admite la profecía de Muhammad y su libro y que no anunció su venida.

- ¿Acaso, para aceptar un testimonio y establecer un juicio, no es necesario la presencia de dos testigos dignos de crédito?

- Así es - reconoció el Imam.

- ¿De dónde saca usted que Jesús admitió la profecía de Muhammad y anunció a sus discípulos su llegada? Conforme a lo que usted mismo acaba de aceptar, deberá usted presentar dos testimonios de la predicción de Jesús sobre el carácter profético de Muhammad, que no sean musulmanes y cuyo testimonio sea aceptable para los cristianos. De la misma manera, puede usted pedirnos a nosotros la misma prueba.

- Lo que usted ha dicho es correcto - dijo el Imam – ¿Aceptaría usted el testimonio de una persona justa y digna de confianza, que era preferida por Jesús sobre otros discípulos, y que confirma el carácter profético de Muhammad?

- ¿Quién es esa persona justa a la que usted se refiere?

- Juan de Dailamí.

- Ha mencionado usted a una de las personas más queridas por los cristianos.

- ¿Acaso no está en el Evangelio que Juan dijo: "El Mesías me informó de la religión de Muhammad el árabe y me dio la buena nueva de que Muhammad vendría tras él mismo y yo lo transmití a los discípulos y todos ellos tuvieron fe en él?”

- Es cierto que Juan habló de la profecía de un hombre y de su familia y de su heredero, pero no mencionó en qué momento vendría ni tampoco su nombre - dijo Yâzalîq.

- Si traemos a alguien que recite el Evangelio, en la parte en que se menciona el nombre del Profeta Muhammad (la paz y bendición sean con él y su descendencia) y el de su familia y seguidores ¿Lo creerá?

- Sí, lo creeré firmemente.

El Imam se volvió hacia Nastâs el Rumí y le preguntó:

- ¿Recuerdas el pasaje tercero del Evangelio?

- Lo conozco de memoria perfectamente - respondió Nastâs.

Entonces, el Imam se dirigió a Ra's al-Yâlût y le preguntó: "¿Puedes recitar el Evangelio?”

- Puedo hacerlo. Contestó Ra’s.

- Yo recitaré el pasaje tercero del Evangelio - dijo el Imam – Escucha atentamente mientras lo recito. Si llego a una parte en la que se cita el nombre de Muhammad, de sus familiares y seguidores, todos vosotros podréis dar testimonio de ello.

El Imam Ridâ (la paz sea con él), comenzó a recitar el pasaje tercero del Evangelio, frente a toda aquella multitud de sabios, hasta que llegó al nombre del Profeta (bendiciones y paz sobre él y su familia purificada). Se detuvo un instante y, volviéndose hacia Yâzalîq le preguntó:

- ¡Oh cristiano! ¿Jurarás por Cristo y por su madre que conozco el Evangelio?

- Sí- respondió aquél.

Entonces, el Imam continuó recitando y nombró al Profeta Muhammad y a su familia y compañeros tal como venían mencionados en el Evangelio.[1] Después le preguntó a Yâzalîq:

- ¿Qué me respondes a eso? Deberá usted decir que, o bien lo que he recitado no es del Evangelio, o bien que el Evangelio miente. Como es evidente que la primera opción queda anulada, ya que sí es del Evangelio, deberá usted aceptar la profecía de Muhammad, conforme la anuncia el Evangelio o convertirte en reo de muerte, por negar lo que dice Dios, Su Profeta y Su Libro.

- Ha quedado demostrado claramente aquello que viene en el Evangelio - reconoció Yâzalîq – No lo niego y lo admito.”

El Imam (la paz sea con él) tomó como testigos de las palabras de Yâzalîq a los presentes y, después de ello, lo invitó a que preguntara lo que desease.

- ¿Cuántos eran los discípulos de Jesús y los primeros sabios del Evangelio? - preguntó Yâzalîq al Imam Ridâ.

- Los discípulos de Jesús eran doce y el mejor de todos ellos, y el más sabio, era Lucas (Lûqâ).

En cuanto a los sabios cristianos, eran tres. Uno de ellos era Iûhannâ al-Akbar (Juan el Grande), natural de Ayye, otro era Iûhannâ de Qarqîsâ (Juan de Qarqisa) y el otro era Iûhannâ Dailamî (Juan de Dailamí), que vivía en Zsiyâr[2]. Fue a este último a quien Jesús le había hablado del profeta del Islam, su familia y sus seguidores. Y fue Iûhannâ Dailamí quien albrició la buena nueva de la llegada del profeta Muhammad (la paz y bendición sean con él y su descendencia) a la nación de Jesús y a los Hijos de Israel.

Tras esto el Imam Ridâ dijo:

- Juro por Dios que nosotros tenemos fe en ese Jesús que anunció la venida del profeta Muhammad. El único defecto de Jesús fue el de ser un hombre débil, que ayunaba y rezaba poco…

Ante esas palabras, Yâzalîq dijo muy enfadado:

- Acaba usted de destruir su sabiduría y su reputación de hombre sabio. Antes de que pronunciase estas palabras, pensaba que era usted el hombre más sabio entre los musulmanes.

- ¿Por qué dice usted eso? - preguntó el Imam.

- Porque usted dijo que Jesús era un hombre débil que ayunaba y rezaba poco, cuando lo cierto es que no hubo día que no ayunase ni noche que no la pasase rezando. Jesús pasaba los días y las noches dedicado a la adoración.

- ¿Para quién -preguntó entonces el Imam- realizaba Jesús todos esos ayunos y oraciones que usted mencionó, si, según ustedes creen, él era Dios?

Yâzalîq no pudo responder. Entonces, el Imam le dijo.

- Ahora yo le preguntaré a usted.

- Hágalo - dijo Yâzalîq - Si puedo, le responderé.

- ¿Por qué no acepta usted que Jesús revivía a los muertos con el permiso de Dios, Poderoso y Majestuoso?

- Porque quien da vida a los muertos y vista a los ciegos y sana la lepra ha de ser Dios mismo y debemos adorarlo.

- Otros profetas, como Eliseo y Ezequiel hicieron lo mismo que hizo Jesús ¿Por qué nadie los consideró dioses? También nuestro Profeta hizo las mismas cosas que Jesús, pero nosotros no le adoramos como si fuera Dios.

Si cualquiera que revive a un muerto o cura a un ciego o un leproso, debe ser Dios, deberá usted también considerarlos dioses a ellos.

- Lo que usted dice es cierto y reconozco que hay un sólo Dios.

 Entonces, el Imam se volvió hacia el mayor de los sabios judíos diciéndole:

- ¡Présteme usted atención! Por los diez mandamientos revelados a Moisés, dígame ¿Acaso no está en la Torá la noticia sobre el profeta Muhammad y su comunidad en estos términos?:

"Cuando la última comunidad, los seguidores de los jinetes de camello lleguen, adorarán y alabarán a Dios esforzadamente, con una nueva alabanza y en lugares nuevos. En ese momento, los Hijos de Israel deberán refugiarse en ellos y ponerse bajo su gobierno para vivir tranquilos, porque en sus manos hay espadas que, en los distintos puntos de la Tierra y vengarán a los oprimidos de los ateos opresores."

  • Sí, así es - dijo el sabio judío.

El Imam volvió el rostro hacia Yâzalîq, preguntándole:

- ¿Conoces el libro de Isaías?

- Sí, lo conozco palabra por palabra - dijo Yâzalîq.

El Imam, dirigiéndose a ambos sabios les dijo:

- Mirad si esto que recitaré ahora pertenece al libro de Isaías o no: "Yo vi en sueños el rostro de alguien montado sobre un burro y estaba completamente rodeado de luces. Vi a alguien montado sobre un camello y su rostro brillaba como la luna."

Ambos sabios afirmaron que aquello pertenecía al libro de Isaías. El Imam, le preguntó al sabio cristiano:

- ¿No es cierto que en el Evangelio está que dijo Jesús?:

"Yo me voy junto a vuestro Señor y el mío y el Paráclitos[3] vendrá. Él corroborará mi verdad como yo corroboro la suya. Él es quien explicará todas las cosas para vosotros y que les revelará cosas de las comunidades anteriores y que romperá el espinazo de los incrédulos y politeístas (Kufr)."

- Reconozco lo que has recitado del Evangelio - dijo Yâzalîq.

- Lo que dije ¿Está en el Evangelio?

- Sí -.Respondió.

- ¿Cuando perdisteis el Evangelio, junto a quién lo encontrasteis? y ¿quién os trajo el Evangelio que tenéis actualmente? - preguntó el Imam.

- No hemos perdido el Evangelio por más de un día y por medio de Juan y Mateo llegó nuevamente a nuestras manos.

- Es poco lo que conocen del Evangelio y de sus sabios... Si fuese como dice, no se entiende por qué tienen tantas discrepancias entre ustedes sobre el Evangelio...

Cuando se perdió el primer Evangelio, los cristianos se reunieron con sus sabios y les comunicaron que Jesús, hijo de María, había sido ejecutado y que el Evangelio se había perdido y preguntaron a los sabios qué tenían para darles.

Lûqâ (Lucas) y Marqâbûs (Marcos) les dijeron:

“El Evangelio está en nuestros pechos y cada sábado lo iremos explicando capítulo por capítulo. Así pues, no estéis tristes ni abandonéis las iglesias, que, por el mismo orden que fue revelado, os lo iremos comunicando hasta que lo juntemos totalmente.” Tras eso, Lucas, Marcos, Juan y Mateo se reunieron y escribieron el Evangelio actual. Los cuatro eran discípulos de los discípulos de Jesús. ¿Has comprendido?”

- “No sabía todo esto hasta este momento, pero ahora lo comprendo. Me resulta evidente su conocimiento del Evangelio. He escuchado cosas que mi corazón atestigua como ciertas y que han incrementado mi conocimiento.

- ¿Cómo valora el testimonio de estos cuatro discípulos?

- Me resulta aceptable. Ellos son sabios en el Evangelio y cada cosa de la que dan testimonio es cierta.

El Imam se volvió hacia el auditorio y les pidió que fueran testigos de lo que Yâzalîq decía y luego le preguntó a Yâzalîq: "Por el Hijo y la Madre, sabes que Mateo ha dicho: "El Mesías era hijo de David, hijo de Abraham, hijo de Isaac, hijo de Jacob, hijo de Judá, hijo de Esdras y que Marcos ha dicho, respecto a su ascendencia: "Es la Palabra de Dios, que Dios puso en forma de cuerpo humano." Y que Lucas dijo: "Jesús y María eran dos personas de carne y hueso en las que había entrado el Espíritu Santo."

Después, usted dice que el mismo Jesús dice de sí:

"Juro por la Verdad ¡Oh discípulos míos! No sube al cielo sino lo que ha bajado del cielo. El que monta en el camello, el Sello de la Profecía, es el que sube al cielo y baja de él." ¿Qué me dices de esas palabras?”

- No niego que esas son palabras de Jesús.

- ¿Qué opinas de las palabras de Lucas, Marcos y Mateo sobre los ancestros de Jesús?

- No dijeron lo correcto.

- “¡Oh gentes! - Dijo el Imam - ¿Acaso, este sabio no los acaba de alabar y ha dicho que ellos eran sabios en el Evangelio y que lo que decían era cierto?”

- ¡Oh sabio de los musulmanes! Te pido que me perdones lo que he dicho sobre ellos.

- Está bien. Pregúntame lo que quieras.

- Mejor será que otros te pregunten. Juro por el Mesías que no existe entre los musulmanes nadie más sabio que tú.

A continuación, el Imam Ridâ (la paz sea con él) se dirigió a Ra's ul-Yâlût, el mayor de los sabios judíos y le dijo:

- ¿Tú me preguntarás o te pregunto yo?

- Yo te preguntaré... ¿Qué pruebas tienes del carácter profético de Muhammad?”

- Moisés, hijo de Imrán, Jesús hijo de María y David, representante de Dios en la Tierra, dieron testimonio de su profecía.

- Prueba las palabras de Moisés sobre la profecía de Muhammad.

- Dijo Musa (la paz sea con él) a los Hijos de Israel: "Os anuncio que vendrá para vosotros el Sello de la Profecía de entre vuestros hermanos. Deberéis escucharlo y corroborar sus palabras."

¿Acaso existen otros hermanos para los Hijos de Israel que los Hijos de Ismael?

- Lo que has dicho son palabras de Moisés y no lo negamos.

- ¿Ha venido para vosotros algún otro profeta de entre los Hijos de Ismael, aparte de Muhammad?

- No.

- ¿Acaso no es cierto lo que he dicho y no confirma el carácter profético de Muhammad (la paz y bendición sean con él y su descendencia)?

- Sí, pero quisiera que me lo verificase por medio de la Torá.

- ¿No dice la Torá: "La luz salió del Monte Sinaí, expandió su brilló sobre nosotros desde el Monte Sâir y nos iluminó desde el Monte Fârân?”

- Esas palabras están en la Torá, pero no sé lo que significan.

- Yo te lo diré. La frase "La luz salió del Monte Sinaí" se refiere a lo que Dios reveló allí a Moisés. "Expandió su brillo sobre nosotros desde el Monte Sâir" lo dice porque era en este monte donde Dios le transmitía la revelación a Jesús. La frase: "Nos iluminó desde el Monte Fârân" se refiere a una de las montañas de la Meca, que se encuentra a un día de camino de la ciudad.

El profeta Isaías dice en la Torá: "Vi a dos jinetes, para quienes la Tierra se había iluminado. Uno montaba sobre un burro y el otro sobre un camello."

¿A quiénes se refiere?

- No lo sé. Dímelo tú.

- El primero es Jesús y el otro es Muhammad ¿Niegas que esto esté en la Torá?”

- No, no lo niego.

- ¿Conoces al profeta Enoc?

- Sí, lo conozco.

- En su libro, él dice: "Dios envió desde el Monte Fârân un discurso resplandeciente y los cielos se llenaron de las alabanzas de Ahmad (Muhammad) y sus seguidores. Ahmad avanza con su ejército tanto por el mar como por el desierto... Él traerá para nosotros un Libro nuevo, después de la destrucción de Jerusalén."

Ese Libro nuevo del que habla es el Corán ¿Conoce esto y cree en ello?”

- El profeta Enoc habló sobre ello y nosotros no lo negamos.

- En los Salmos de David observamos: "¡Oh Dios! Envíanos a quien haga resurgir la tradición después de un período de tiempo tan largo sin presencia de profetas."

¿Conoces a alguien que haya realizado dicha tarea, aparte de Muhammad?

- Nosotros aceptamos lo dicho por David, pero se refiere a Jesús hijo de María.

- No lo has entendido, ya que Jesús no se opuso a la tradición anterior a él. Estuvo de acuerdo con la tradición expuesta en la Torá hasta que Dios lo elevó junto a Él. En el Evangelio está escrito: "Y él hace fácil lo difícil y os explicará todas las cosas. Él corroborará mi verdad como yo corroboro la suya. Yo les traje los ejemplos y él os dará la explicación de los mismos."

¿Crees que el Evangelio dice eso?

- Sí, no lo niego.

- ¿Me permites que te haga una pregunta sobre Moisés?

- Pregunta.

- ¿Cuál es la prueba que confirma la profecía de Moisés?

- Los milagros que él realizó nadie los había hecho anteriormente.

- Por ejemplo ¿cuáles?

- Por ejemplo, separar las aguas del Mar Rojo, convertir su bastón en una serpiente y otros más, que nadie habría podido realizar.

- Es cierto lo que dices, ningún hombre común podría hacer lo que hizo Moisés, pero si otra persona pretende ser un profeta de Dios y realiza milagros ¿No será necesario que lo reconozcas como tal?

- No, excepto que realice milagros como los que hizo Moisés.

- Entonces, ¿cómo pueden creer en los profetas anteriores a Moisés, si ninguno de ellos realizó los mismos milagros que Moisés?

- No es necesario que sus milagros sean exactamente iguales a los que realizó Moisés, con que realicen milagros verdaderos es suficiente para reconocerlos como profetas.

- Entonces, ¿por qué no aceptan la profecía de Jesús? Él realizó milagros: revivió a los muertos, curó a los ciegos y a los leprosos, construía figuritas de barro con forma de pájaros y soplaba sobre ellas convirtiéndolas en pájaros vivos que salían volando.

- Esas son cosas narradas. Nosotros no vivíamos entonces y no podemos verificar que eso sea cierto.

- ¿Vivías acaso en la época de Moisés y viste sus milagros? ¿No fueron los seguidores dignos de confianza de Moisés quienes narraron y transmitieron sus milagros?

- Sí, así fue.

- Lo mismo sucedió con Jesús, y así han llegado hasta nosotros relatos ciertos y seguros sobre las cosas que hizo ¿Por qué entonces no reconocen sus milagros?

El sabio judío no supo qué decir y bajó la cabeza en silencio, así que el Imam continuó hablando:

- En el caso del profeta Muhammad y en el de cualquier otro profeta elegido por Dios se aplican los mismos criterios. Uno de los milagros de Muhammad es que, siendo huérfano, pobre, pastor desde pequeño e iletrado puesto que nunca había aprendido a leer y a escribir, cuando comenzó su misión profética, trajo la revelación del Corán, en la que está narrada la historia de los profetas con gran detalle, las palabras de los antepasados y noticias de lo que vendrá en el futuro, hasta el Día del Juicio Final. Además de ello, explicaba los secretos y misterios de la vida y sabía de las personas sus secretos más íntimos y se cuentan de él muchos otros milagros.

- “No reconocemos los milagros de Jesús y de Muhammad, y por ello no aceptamos su condición de profetas.

- ¿Quieres decir que los que transmitieron los milagros de Jesús y de Muhammad son mentirosos, pero, en cambio, los que transmitieron los milagros de Moisés son veraces?

El sabio judío calló de nuevo, no sabiendo qué decir. Entonces, el Imam se dirigió al sabio Zoroastriano:

- ¿Cuál es tu opinión sobre la profecía de Zoroastro? - le preguntó.

- Zoroastro nos trajo cosas que nadie trajo antes que él. No lo conocimos personalmente, pero a través de nuestros padres supimos que hizo lícitas para nosotros cosas que antes no lo eran, y por eso lo seguimos.

- ¿Establecieron la verdad de su carácter profético mediante las narraciones de sus antepasados?

- Sí, así es.

- También existen narraciones sobre el carácter profético de otros profetas, tales como Jesús, Moisés o Muhammad ¿Por qué no reconocen entonces que ellos también son profetas de Dios?

 El sabio no respondió. El Imam mostraba en la reunión un carisma especial y todos quedaban mudos frente a él. Entones, se volvió hacia los presentes y dijo:

- Si hay entre vosotros alguien que esté contra el Islam, ahora puede preguntar lo que quiera sin reparo.

Una persona, llamada Imrán, se puso en pie y dijo:

- ¡Oh sabio! Si usted no hubiera invitado a preguntar no me habría levantado. He discutido con los teólogos de Kufa, Basora, Sham (Damasco) y Arabia, y hasta ahora nadie me pudo explicar satisfactoriamente la existencia de un Dios Único ¿Puedo preguntar?

- Si en esta asamblea hay alguien que se llame Imrán As-Sâbî, seguramente eres tú.

- Sí, efectivamente ése soy yo.

- Pregunta, pero no pierdas la mesura y no hables demasiado de lo que no conoces.

- Le juro que mi único objetivo es descubrir la verdad.

- Pregunta pues.

La gente se agolpaba para poder escuchar bien el debate. Imrân comenzó a preguntar y el Imam le iba respondiendo, hasta que todas sus dudas se acabaron y, después que hubo llegado a la Verdad, con toda valentía, dio testimonio ante la multitud de su fe en la existencia de un sólo Dios y en la profecía de Muhammad (la paz y bendición sean con él y su descendencia), luego volviendo su rostro hacia la Meca se prosternó.

Nauâfilî nos relata cómo, al ver la gente, los teólogos y sabios, la calidad de debate entre el Imam e Imrân, nadie se atrevía a realizar nuevas preguntas, conscientes de que nadie podría superar la capacidad y la oratoria del Imam ya que hasta ese día nadie había podido vencer a Imrân As-Sâbî en un debate. De esta manera, termino la reunión y la gente se dispersó.

- Estaba yo hablando con un grupo de los seguidores del Imam, después de la reunión, cuando Muhammad ibn Ya'far me mando llamar. Fui junto a él y me dijo: "¿Has visto lo que ha hecho hoy tu amigo? ¡Por Dios! No pensaba que el Imam Alí ibn Musa pudiese discutir de esa manera. Hasta ahora nunca le vimos hacer algo semejante. ¿Acaso solía dar clases de teología en Medina? que los teólogos se reunían con él y debatían?”

- No, solo en la época de la peregrinación - le dije yo - la gente venía a visitarlo y le preguntaba sobre lo lícito y lo ilícito y, a veces, debatía con algunos.

- Temo que al-Ma'mûn tenga envidia de él y lo envenene o le haga algún daño. Dígale que no participe en ese tipo de reuniones.

- No aceptará tal sugerencia. El único objeto de Al-Ma'mûn era probarlo, para ver si el Imam poseía algo de la sabiduría de sus padres.

- Dile, de mi parte, que su tío no quiere que intervenga más en encuentros como ese, por una serie de razones.

Cuando llegué junto al Imam - nos relata Nauâfilî - y le comuniqué el mensaje de su tío, sonrió y dijo: - ¡Que Dios proteja a mi tío! Yo sé por qué no quiere que participe en ese tipo de reuniones.

Después, llamó a un servidor y le dijo que fuese a buscar a 'Imrân. Yo le dije que sabía que se alojaba en casa de un hermano shi'ita. El Imam ordenó que trajeran un caballo para mí, para que fuese a buscarlo. Cuando hube vuelto con él, el Imam le dio la bienvenida y le regaló un traje, un caballo y diez mil dirhams. Yo le dije:

- ¡Oh Imam! Doy mi vida por ti. Hiciste lo que solía hacer tu abuelo, el Emir de los Creyentes Alí (la paz sea con él).

- Así se debe hacer - me respondió el Imam. Después, ordenó que se sirviera la cena, me sentó a su derecha y sentó a Imrân a su izquierda y cenamos y conversamos con él…

Tras esta jornada, los teólogos de las distintas escuelas filosóficas se reunían con Imrán y éste fue rebatiéndoles sus teorías. Ellos, dándose por vencidos, se retiraban y no solían retornar.[4]

Fuente: DEBATE LIBRE EN EL ISLAM; Editorial Elhame Shargh

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com, Fundación Cultural Oriente

 

[1] Para más información sobre las predicciones bíblicas en cuanto al profeta del Islam referirse al libro “Anis al-A’lam” tomo 5, escrito por un sabio cristiano que abrazó el Islam. O bien referirse al libro en español: “Muhammad en la biblia”

[2] Para más información referirse a “Bihar al Anuar” tomo 10, pág. 303

[3] Para aclaración del significado de esta palabra referirse al libro “Anis al-A’lam” tomo 1,pág. 8 o bien el libro “Muhammad en la Biblia”

[4] El texto completo de este relato se halla en: “Bihar al-Anuar” tomo 10, pág. 299-318; “Tauhid Saduq” pág. 428-457; “’Uiun Ajbar Al-Rida” pág. 87-100; “Al-Ihtiyay Tabrasi” pág. 226-233.

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