La Emigración y el Yihad en el Islam (2)

Prof. Ayatola Murtada Mutahhari

 “Y (en cuanto a) quienes salen de sus casas emigrando por Dios y Su Mensajero, y les sorprende la muerte, su recompensa a Dios compete. Dios es por cierto Indulgentísimo, Misericordiosísimo” (4:100)

En mi discurso previo señalé que el tema de la emigración y el yihad son a menudo mencionados juntos en el Sagrado Corán. Hoy deseo agregar a lo dicho algunas observaciones sobre el valor de estas dos disposiciones para perfeccionar y modelar el espíritu humano ética y socialmente.

Si queremos descubrir el espíritu de la emigración y el yihad, debemos recordar que emigrar significa liberarse de ciertas ataduras y limitaciones que se han vuelto indeseables, y que el yihad significa tanto combatir al enemigo como al ego. Sin estas dos ordenanzas divinas el hombre se convertiría en un ser abyecto esclavizado por sus necesidades inferiores, confinado en un ambiente donde le estaría negada toda libertad espiritual.

Si consideramos la emigración como el desplazarse o viajar a otros lugares surge la cuestión de si es mejor viajar o permanecer siempre en un mismo sitio. En el Islam viajar es elogiado aunque no como una actividad permanente, como en el caso de una vida errante de vagabundo. En el mismo sentido, permanecer en una misma ciudad o pueblo toda la vida es una forma de esclavitud y enclaustramiento no recomendado, pues debilita la propia alma y espíritu.

Viajar, sobre todo si uno lo hace munido de conocimiento que ha adquirido en su tierra o comarca natal, es muy fructífero; mientras que para un ignorante es de muy poco valor. Ni siquiera estudiando o leyendo cientos de libros se alcanza la madurez que produce un viaje en el espíritu. Sin viajar a los países islámicos, por ejemplo, no podríamos conocer de verdad la situación de la Comunidad islámica y sus problemas, que a través de la lectura sólo se nos hacen medianamente accesibles. Por eso nos dice el Sagrado Corán: “Recorred la tierra...” (27:69).

Los historiadores coinciden en la importancia de estudiar su materia, pero el Sagrado Corán no confina el estudio de la historia a la lectura de libros sobre el tema. Recomienda en cambio viajar y visitar los monumentos y reliquias históricos que están dispersos por la tierra.

En un poema atribuido al primer Imam (‘Alí) se nos dice que viajemos por el mar de la adquisición y la eminencia, y que cinco son los beneficios que de los viajes dimanan. A saber:

Para extraer la tristeza del corazón. Cuando uno está atado, clavado a un lugar, su mente está llena de preocupaciones y tristeza y, por un tiempo, el viaje lo libera de esta carga.

Para ganarse la vida. Es decir, si son suficientemente inteligentes pueden ganarse la vida viajando y mejorar su condición económica más de lo que lograrían permaneciendo siempre en un mismo lugar.

Para obtener conocimiento. Pueden también incrementar su conocimiento al viajar y tomar contacto y conocer gente sabía de las comarcas que visitan, familiarizándose con su gente y pensamientos.

Para adquirir experiencia en buenas maneras y costumbres. Viajar nos familiariza con todo tipo de costumbres que pueden llegar a ser para ustedes mejores que sus hábitos locales, mejorando en consecuencia la conducta mediante la elección de maneras más apropiadas a cada uno.

Para fomentar la camaradería. Existe un especial deleite en la conversación y la camaradería que no pocas veces se obtiene al viajar. Este contacto con almas elevadas y educadas puede ennoblecer nuestro espíritu.

Así la primera frase del poema significaría: “Obtener beneficios y distinciones dejando el terruño para viajar”[1].

La historia enseña que los hombres de conocimiento, cuando retornan de sus viajes, han ganado una madurez y lustre intelectual que antes no poseían. El Sheij Bahaí es un buen ejemplo de versatilidad entre los hombres instruidos obtenida a causa de sus extensos viajes. El poeta Sa‘di fue otro viajero que mostró en sus obras la amplia experiencia y el conocimiento recogidos. Pasó treinta años de su vida de noventa estudiando, y otros treinta viajando a varias partes del mundo, después de lo cual compuso sus admirables obras. En sus libros Gulistán y Bustan hace numerosas referencias a lugares de la India, Arabia y muchos otros países que él había visitado, y nos transmite deliciosas anécdotas acerca de varios incidentes que protagonizó aquí y allá.

Rumi es otro poeta muy viajero que se familiarizó con varios países, idiomas y culturas. Pero Hafiz, a pesar de sus poemas profundamente espirituales, muestra una mayor limitación a nivel de la experiencia porque le disgustaba viajar y prefirió pasar su vida en su amada Shiraz. Cierta vez fue invitado por un gobernante de la India a visitar su país. Salió hacia allá pero no hizo más que llegar al Golfo Pérsico que reconsideró el hecho y decidió retornar a Shiraz y permanecer allí.

Obviamente hay una diferencia entre el Sheij Bahaí que viajó por todo el mundo y un religioso que ha permanecido cincuenta años en Nayaf. Muchos de nuestros hombres de conocimiento que han experimentado las alegrías de viajar y han tomado contacto en sus viajes con grandes maestros religiosos han demostrado ser más abiertos de mente que otros cuyo genio quizás no es menor que el de aquéllos, pero que han transcurrido toda su existencia en un ambiente limitado.

Por eso, al interpretar la emigración como el abandono de condiciones espirituales indeseables, no debe suponerse que se opone al abandono actual de un lugar definido (aún cuando sea bueno). Sino que ambas clases de emigración son importantes: la que nos libera geográficamente de un ambiente (para conocer nuevos horizontes, personas e ideas), país, zona o clima, etc.; y la que nos libera de hábitos y cualidades que nos esclavizan espiritualmente.

Es natural que una persona adquiera ciertos hábitos o siga ciertas tradiciones sociales. Aquellos que fuman le dicen al médico que les aconseja dejar de fumar que no pueden abandonar el hábito. Pero esto no es hombría. Uno debe ser capaz de apartarse de lo que es perjudicial. No es realmente hombre si no es capaz de apartarse, de emigrar de los vicios.

El desaparecido Ayatullah Hujjat era un fumador en cadena que en sus horas de vigilia raramente paraba de fumar. Se sintió enfermo y los doctores le aconsejaron dejar el hábito. Les dijo jocosamente que quería a su pecho porque le permitía fumar, y que sin el cigarrillo ya no necesitaba un pecho. Los médicos le advirtieron del peligro y él finalmente estuvo de acuerdo y con una sola palabra se produjo en él un cambio y se convirtió en un emigrado de lo que era.

Se narra del califa Al-Ma’mún que tenía el hábito de comer tierra. Los médicos se reunían para encontrar la forma de curarlo de este hábito tan extraño. Le prepararon cierta mezcla medicinal que le prescribieron pero no sirvió de nada. Cierto día un hombre vestido con un manto remendado vino hasta su puerta y dijo: “Tengo el remedio para ese problema: la resolución de un rey”. Al-Ma'mún se sintió humillado y dijo que era verdad y se desprendió desde ese momento del hábito.

Ser esclavo de hábitos y costumbres es desgraciadamente más frecuente entre las mujeres que entre los hombres, como por ejemplo de las ceremonias como el casamiento, los funerales, las fiestas, etc. Si les preguntan por qué siguen esas costumbres dirían que es una tradición. El significado de la emigración es el de revivificar la personalidad humana combatiendo aquel factor que causa la abyección y bajeza. Un ser humano debe tener suficiente autoestima y respeto por sí mismo como para no cambiar su libertad e independencia por la dependencia a hábitos, costumbres o vicios. La emigración es entonces un factor necesario del perfeccionamiento personal.

Yihad significa lucha, guerra a las pasiones y apartamiento de los obstáculos. El Sagrado Corán dice que cuando los ángeles (de la muerte) concurren a tomar el alma de un ser humano y ven su negro registro (de las acciones), preguntan la razón y los seres humanos responden que estaban indefensos y que vivían en un ambiente corrupto donde nada podían hacer (para enmendarse). Y los ángeles responden que ésta no es una excusa. Un árbol podría dar semejante excusa porque está fijo en un lugar y no puede escapar de las condiciones que lo rodean. Ni siquiera los animales pueden ofrecer esa excusa porque a ellos les es posible moverse y emigrar. Palomas, gansos, golondrinas y otros pájaros y animales, e incluso peces, se trasladan de una región o clima hacia otro en diferentes estaciones. Las langostas y otros insectos también emigran en conjunto a nuevas tierras. Ninguna criatura viva se ata al suelo. ¿Por qué entonces debería hacerlo un ser humano? No es excusa decir que el enemigo, el opresor no nos deja más alternativa que el sometimiento y la abyección. Pues el deber del ser humano es emigrar a una posición de fuerza y seguridad para luego darle al enemigo el mismo tratamiento. A esto se llama yihad.

La interpretación espiritual del yihad es similar. Si le aconsejan a la gente que no diga mentiras dirán que es imposible hacerlo. O si les dicen que se concentren en Dios y en las cuestiones sagradas durante la oración en vez de distraerse con otros asuntos, nuevamente pensarán que es imposible. ¿Por qué debe el hombre sobrellevar la derrota? Dios no lo ha hecho para ser vencido por otras criaturas. En cambio lo ha dotado de libertad suficiente como para liberarse de todo tipo de cadenas, para luchar contra sus propias ilusiones y fantasías, o contra sus pasiones o su amor al placer y el lujo. La elección entonces se plantea entre la libertad y la sujeción. Si ustedes no pueden dominar sus deseos ni ponerlos bajo control, ellos los dominarán.

¿Cuál era la filosofía del Imam ‘Alí (P) respecto del ascetismo y la renuncia al mundo? Así como él no deseaba ser vencido por prestigiosos guerreros en el campo de batalla, tampoco deseaba en absoluto caer en las garras de las pasiones. Se cuenta que cierto día pasaba por lo de un carnicero que lo invitó a que llevara algo de carne fresca. El Imam respondió que no tenía dinero consigo, a lo que el carnicero respondió: “Puedo esperar por él”. Y ‘Alí entonces respondió: “Y yo le diré a mi estómago que espere”. El podía fácilmente proporcionarse la mejor comida y las ropas más finas pero rehusaba ser esclavo de las cosas del mundo. Su deseo era ser libre de indeseables cadenas.

Hoy es el día del aniversario del martirio del Imam Husain (P), sus compañeros y familiares. Todos los vicios y maldades de que es capaz el alma humana se mostraron allí en la batalla de Karbalá. Los ángeles testimoniaron todo esto pero Dios Altísimo les dijo que vieran la otra cara de la situación, la que exhibía todas las virtudes y nobles cualidades que el espíritu humano puede mostrar.

El enemigo cometió inauditas crueldades como la de decapitar niños en frente de sus madres o cortarlos en pedazos. Mataron a ocho de esta forma. Uno de ellos fue ‘Alí Al-Asgar, el hijo del Imam Al-Husain. El Imam lo sostenía en sus brazos y lo besó en un gesto de despedida. Otro niño que fue muerto en presencia de su madre fue Asim, el hijo del Imam Al-Hasan. Y otro joven cuya muerte fue presenciada por su madre fue la de Ibn Abdallah, el hijo de Zainab, la hermana del Imam Al-Husain. Su medio hermano, también fue muerto ese día. Un hecho notable que muestra la nobleza del carácter de esta mujer es que ni antes ni después del martirio de su hijo mencionó este asunto, mientras que al morir el hijo de su hermano salió corriendo de la tienda y gritaba: “¡Mi hermano y el hijo de mi hermano!”.

Otro joven que encontró la muerte en esa batalla fue el hijo de Muslim Ibn Qutb, cuya madre era Ruqaiah, la hija del primer Imam. Ella presenció la muerte de su hijo. Otro joven, de sólo diez años de edad, murió después del Imam. Había salido de la tienda y se quedó estupefacto presenciando las escenas cuando el enemigo se precipitó sobre él y lo decapitó.

Otro hecho muy triste fue la muerte del hijo del Imam Hasan, Abdallah, un huérfano de 10 años que jamás había visto a su padre siendo criado por Al-Husain. Cuando el Imam estaba en sus últimos momentos el niño dejó la tienda y se precipitó hacia él; su tía Zainab no pudo hacer nada para detenerlo. Gritaba: “No me separaré de mi tío”. Un hombre se precipitó entonces sobre el Imam para darle con su espada el golpe de gracia. El niño levantó el brazo para proteger al Imam y la espada se lo cortó, y el joven gritó entonces: “¡Tío mío!”. Y el Imam le dijo: “Querido sobrino, sé paciente, pronto nos reuniremos con tu padre y tu abuelo”.

Para terminar, ruego a Dios ilumine nuestros corazones con la luz de la fe, y los llene de amor por El y Sus Santos (los Profetas e Imames), le otorgue a nuestros enfermos una rápida recuperación, a nuestros muertos la salvación, y acepte nuestros esfuerzos en el duelo por la muerte del Imam, y guíe a los musulmanes concediéndonos la salvación en este mundo y en el otro.

Fuente: DISCURSOS ESPIRITUALES, Conferencias sobre la dimensión espiritual del Islam; Editorial Elhame Shargh

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com, Fundación Cultural Oriente


[1] La primera estrofa en árabe se lee: “Auséntate de las comarcas (conocidas) en procura de lo más sublime” (tagarrub ‘ani-l-aután fi talabi-l-ula). (Nota del Traductor al Español)

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