Historia de Uwais Al-Qarani
Por Sheij Abdulkarim Paz
Uwais Qarani era un camellero del Yemen que vivió en la época del Profeta Muhammad, la bendición y la Paz sean con él y con su Familia Purificada.
Uwais, era un hombre muy piadoso y amaba a Dios. Con él vivía su anciana madre, quien para entonces, dependía de los cuidados de su hijo Uwais. Éste había escuchado que en Medina se hallaba el nuevo profeta de nombre Muhammad, de quien todos hablaban en la península arábiga por esos días.  Uwais ansiaba ir a visitar al profeta y poder conocerlo, pero la responsabilidad de los cuidados de su madre se lo impedía.
Mientras tanto, en Medina, el profeta, solía decir que sentía el rico perfume de Uwais al Qarani, a quien apodó, el Espíritu del Misericordioso. Salmán el Persa, un gran compañero del profeta, de quien Muhammad llegó a decir, Salman es de nosotros Ahlul Bait (Familia del profeta, la Paz sea con ellos), le preguntó al profeta por la persona de Uwais, quién era. El profeta le dijo, es un gran amante de Dios que vive en el Yemen, su fe es tan grande que intercederá por muchos de los compañeros el Día del Juicio.
Luego de un tiempo, la madre de Uwais se encontraba un poco mejor de salud, por lo que Uwais halló apropiado pedirle su permiso para viajar a Medina a conocer al profeta en persona. Su madre consintió con la condición de que no durmiera allí, sino que volviese sin pasar la noche en Medina. Es importante destacar que la distancia del Yemen a Medina, demandaba en aquel tiempo, muchos días de viaje.
Cuando por fin, Uwais llegó a Medina, preguntó acerca de la casa del profeta, y se dirigió apenas conteniendo el aliento hasta su puerta. El gran momento esperado había llegado a su fin, ahora podría ver el rostro de su amado profeta. Golpeó la puerta y atendió un sirviente. Uwais preguntó por el profeta, y el sirviente le indicó que no estaba en la casa, pero que podía pasar y esperarlo hasta que regresase. Uwais entró y se acomodó para esperarlo, pero pasado un buen rato, el profeta aún no regresaba y ya se estaba haciendo de noche. Luego, ya no puedo seguir esperando pues debía cumplir con la promesa hecha a su madre y se dispuso a regresar, dejando sus saludos para el profeta.
Cuando Muhammad regresó a su casa preguntó quién había estado allí, puesto que podía sentir su perfume. El sirviente le dijo que había estado Uwais, pero que no había podido quedarse por una promesa hecha a su madre y le había dejado sus saludos.
Cuando el profeta estuvo cerca de morir, llamó a algunos de sus compañeros para repartir algunas de sus pertenencias de valor entre ellos, como muestra de su estima hacia ellos. Entre sus objetos íntimos, el profeta tenía un cinturón de cierto valor. El profeta le dijo a los compañeros que lo reservaba para Uwais al Qarani y designó a algunos para que se lo llevasen tras su fallecimiento. Le dijeron y quién es él, no hemos oído su nombre en la Meca ni en Medina, ni ha participado en ninguna de las batallas del Islam. El profeta les dijo, él es un gran creyente del Yemen, intercederá por muchos de ustedes en el Día del Juicio.
Tras el fallecimiento del profeta, los encomendados viajaron al Yemen y le llevaron el obsequio del profeta a Uwais al Qarani. Cuando llegaron a su casa, antes de que alcancen a tocar a su puerta, esta se abrió y los atendió el mismo Uwais, diciéndole, ¡bienvenidos, oh compañeros del profeta!, os estaba esperando, gracias por haberme traído el cinto que me obsequió el Profeta, que la bendición de Dios sea con él y su Purificada Familia. Los compañeros se miraron asombrados. Era imposible que Uwais supiera de ello. Le preguntaron de dónde había adquirido el conocimiento de que vendrían y traerían ese obsequio. Uwais les dijo que el mismo Profeta se lo había comunicado en un sueño y que acostumbraba recibir su visita en sus sueños.
Uwais al Qarani, fue un gran compañero del profeta, a pesar de que nunca pudo verlo físicamente. Luego se uniría al Imam Ali, la paz sea con él, el sucesor del Profeta, en la batalla de Siffin contra Muawia y alcanzaría el excelso grado del martirio en sus filas.
De esta historia verídica de unos de los grandes compañeros del profeta, como de tantas otras, podemos extraer grandes enseñanzas.
En primer lugar, el respeto y cuidado de los padres es una de las vías enseñadas por las escrituras sagradas y por las tradiciones del profeta, para acceder a grados elevadísimos de espiritualidad y favores especiales de parte de Dios Altísimo.
Por otra parte, cuando cumple efectivamente con su deber más importante, Dios le hace acceder a aquello que anhela en el camino de la felicidad espiritual y los impedimentos materiales no son obstáculo en el camino de Dios.
Cuando se ama sinceramente a Dios y a Sus profetas, este amor es correspondido por Dios.
Por otra parte, nos parece importante, en esta época, en que, debido al materialismo imperante, al egoísmo sensualista, al  desconocimiento de los modelos proféticos, al facilismo y la falta de sacrificios, los padres, cuando son ancianos y ya han cumplido toda una vida prestándonos todo tipo de servicios y sacrificios, son ignorados y dejados en centros geriátricos, donde se dedican muchas veces a esperar la muerte sin ningún tipo de muestras de afecto por parte de sus hijos y parientes y muchas veces también, del mismo personal del geriátrico que no dejan de trabajar por un sueldo con ancianos, al fin y al cabo desconocidos. Sin dudas puede haber grandes excepciones, pero convengamos que éstas deben comprobarse en los hechos.
El Islam como la última y más acabada expresión de la realidad profética, nos enseña que luego del reconocimiento, adoración y agradecimiento de Dios, la obligación más importante del creyente es el amor a sus padres, traducido en cuidados y atenciones permanentes, incluso antes de que tengan que solicitarlos. Dijo el profeta Muhammad, la bendición de Dios sea con él y su Purificada Familia, el paraíso está debajo de los pies de las madres. Y también dijo, Dios corta el sustento a aquel que no ora por sus padres (estén con vida o hayan fallecido). Hacer el bien a los padres antes de que éstos lo soliciten es una orden coránica.
Una vez, dijo Dios Altísimo, al profeta Moisés, la paz sea con él: ¿Qué has hecho para  Mí, oh Moisés? El profeta contestó: ¡Oh Señor!, he rezado, he ayunado, he hecho súplicas. Dios Exaltado dijo: eso lo has hecho para ti, pero, ¿qué has hecho para Mí? Moisés, no sabía que decir y entonces Dios le dijo: Cuando ayudaste a Mis siervos, hiciste algo para Mí.
Por supuesto, esto no significa que ...
(ver la continuación en archivo pdf)
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