Estado Islámico, entre la mutilación de la vida y de la historia

Por Abdulwali Amilcar

Unas de las áreas del conocimiento que el Islam insta a tomar para lograr una educación general es la del conocimiento de la historia. Muchos fueron los sabios musulmanes que realizaron viajes a diferentes contextos para, presenciando las huellas del pasado visible en ciudades, monumentos, narraciones orales y textos antiguos, enseñar a varias generaciones futuras sobre la historia del hombre y de la civilización, sus triunfos y tragedias, sus orígenes, esplendores y decadencias. Ejemplo de esto se aprecia en la obra de Al Ya´qubi (m 897), historiador y geógrafo de Armenia, que viajó a la India, el Magred y Egipto para vivenciar la antiquísima historia escondida en las sobras de los templos hindúes y las pirámides faraónicas. Igualmente At Tabari (839-923) investigó la historia de las tierras del Nilo, de los fenicios y de Babilonia en sus viajes a monumentos en Egipto, Siria e Irak. Y es que el Islam siempre ha premiado la búsqueda del conocimiento y su aprehensión desde diferentes modos. El Profeta Muhammad (BP) decía que:

“Lo mejor de esta vida y la del más allá está acom­pañado del conocimiento.”

El Imam Ali (P) por su parte aconsejaba a su hijo Imam Hasan (P):

“Imponte el estudio de la historia. Aprende mirando las ciudades en ruinas y los antiguos palacios...” (Carta 31 Nahj Al Balagha)

Es por ello que la barbarie que comete el Estado Islámico contra monumentos históricos en Irak es injustificable desde la misma raíz del Islam, como lo es antes que nada el asesinato indiscriminado que diariamente realizan contra población civil, solo por pertenecer a una escuela de pensamiento, religión y etnia diferente o a prisioneros y rehenes. (Aunque sería otra valoración el por qué a los ojos de los medios de occidente pesa más la imagen de los tafsiries dando golpes con martillos a estatuas asirias o que taladraran el toro alado de Senaquerib[1] con 2.500 años de antigüedad, que la grabación de decapitaciones a pastores shiitas o campesinos kurdos; elemento que saben manejar bien los mismos tafsiries para ganar más espacio público en dichos medios, pues su política está encaminada a desafiar y escandalizar de esta forma a occidente)

 Nimrud, al sureste de Mosul, albergaba ruinas de hace 3.000 años. La destrucción de esta ciudad de la antigüedad deja en evidencia una vez más la distorsión de espíritu que poseen estos grupos fundamentalistas que se hacen llamar islámicos (Piénsese igualmente en la destrucción de las milenarias estatuas de Buda en Afganistán en el 2001 por los talibanes).

El respeto a la vida humana y del legado histórico y espiritual del hombre para su estudio es una normativa en el Islam. Decía el Profeta Muhammad (PB): “Quien destruye una vida destruye un universo” y “...ciertamente que un área del conocimiento que el hombre aprende es mejor para el que si tuviera la montaña de Abu Qubais en oro y lo gastara en el camino de Dios”.

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www.islamoriente.com; Fundación Cultural Oriente


[1] Senaquerib fue un rey asirio muchos siglos antes del nacimiento del Profeta Jesús. La Biblia cuenta como fue el azote del pueblo de Israel, pues sus ejércitos arrasaron el reino de Judá y a punto estuvieron de tomar Jerusalén. Durante tres siglos, entre el 911 y el 609 A.C., Asiria fue la superpotencia indiscutible de Oriente Próximo, y su capital Nínive se encontraba donde luego se erigiría Mosul, la mayor metrópolis de su época. A pesar del terror que el Imperio asirio infundió entre los judíos, el recuerdo de su sofisticación sobrevivió durante mucho tiempo tras su caída. De ahí que, cuando los asirios se convirtieron al cristianismo, se aseguraran de consagrar a Senaquerib como un converso. Incluso en el siglo XIX, en la región había gente que aseguraba descender del rey. Su grandeza nunca cayó en el olvido.

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