El Libre Albedrio y la Voluntad Divina

Por Aiatul·lah Musavi Lari

    El ser humano al poseer voluntad es responsable de sus acciones

Si negáramos el principio de libertad y no asignáramos ningún rol positivo a la voluntad humana, no habría ninguna diferencia entre el hombre y el resto de la creación.

Si los deberes impuestos al hombre y las instrucciones que le han sido dadas no ponen a prueba su libre voluntad y su capacidad de obedecer y responder ¿Para qué sirven?

Si los estados espirituales del hombre y las acciones exteriores están determinadas mecánicamente todos los esfuerzos incansables de los educadores morales para redimir a la sociedad humana e impulsarla en dirección a la creatividad y a los valores más elevados son totalmente inútiles.

Sus esfuerzos no servirían a ningún propósito y sería infructuoso esperar algo de un ser cuyo destino estaría ya determinado. Pero el hombre es responsable de su propia salvación o destrucción. Su elección modela su destino, y una vez que sabe que cada acto que lleva a cabo tiene alguna consecuencia, elegirá su camino con el mayor cuidado.

                           

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Daremos algunos ejemplos que nos permitan comprender hasta cierto grado por qué el conocimiento de Dios no es causa de los actos de Sus siervos:

Supongamos que un mecánico experto inspecciona un auto antes de comenzar un viaje y prevee que el auto no es capaz de hacer más que algunos kilómetros a causa de algún defecto técnico. Ahora bien, si el auto sale y se rompe después de unos pocos kilómetros justo como el mecánico había predicho ¿podría decirse que él fue la causa de la rotura simplemente porque la había predicho?

Obviamente no, porque el mal estado del coche fue la razón de que se rompiera, no el conocimiento del mecánico y la predicción que hizo. Ninguna persona racional puede considerar el conocimiento de mecánico como causa del desperfecto.

Para dar otro ejemplo, supongamos un maestro que conoce el progreso que sus alumnos están haciendo y sabe que un alumno fallará en su examen final a causa de su vagancia y rechazo al trabajo. Una vez que los resultados de los exámenes están a la vista se hace evidente que tal estudiante negligente ciertamente ha fallado en sus respuestas. Ahora bien, ¿es la causa de tal resultado el conocimiento del maestro o la vagancia del alumno?, obviamente la última.

Libre Voluntad

Los seguidores de esta escuela dicen que el hombre es consciente de que posee libertad en sus acciones; él puede decidir lo que desea y hacer su propio destino de acuerdo con su propia voluntad e inclinaciones. La existencia que da responsabilidad al hombre; la pena que el hombre siente ante ciertos actos que comete; los castigos que la ley dispone para los criminales, los actos humanos que consiguen cambiar el curso de la historia; los fundamentos de la ciencia y la tecnología, todo ello descansa en la libre voluntad y elección del hombre de los actos que lleva a cabo.

Sería completamente carente de significado que Dios, por un lado, obligara al hombre a cometer ciertas cosas y por otro lado lo recompensara o castigara por ellas. Seguramente que sería injusto si el creador del mundo nos colocara en un camino que Él eligió por medio de Su Poder y Su Voluntad y luego nos castigara por acciones a las que estamos obligados sin posibilidad de elección de nuestra parte.

Si los actos de los hombres son en realidad los actos de Dios, toda corrupción, mal y crueldad deberían considerarse como Su obra. Pero Su exaltado Ser está por completo exento de tal injusticia.

Si no hubiera libre elección para el hombre todo el concepto de la responsabilidad religiosa del hombre sería injusto. La opresión de la tiranía no merecería ninguna crítica o censura y el justo no tendría mérito porque la responsabilidad tiene significado sólo dentro de la esfera de lo que es posible y obtenible por el hombre.

El hombre merece censura o elogios sólo cuando es capaz de decidir y actuar libremente.

La peligrosa trampa del politeísmo

Aquellos que defienden la posición de absoluta independencia han llegado a tales extremos en defensa del principio de la libre voluntad humana, que considera al hombre como un ser poseedor de voluntad absoluta en todos sus actos volitivos.

Los que dicen que son las normas naturales y que es la voluntad de los hombres la que crea el mundo fenomenológico y que ni la rotación del mundo ni los actos de los hombres tienen ninguna conexión con Dios, están atribuyendo todos los efectos a un polo opuesto a Dios. Al menos están atribuyendo a las cosas creadas una cooparticipación con Dios en su creación, o estableciendo otro creador frente a Dios, el Creador. Ellos consideran inconscientemente que las esencias de las cosas creadas son independientes de la Esencia divina.

"¡Hombres! Vosotros estáis necesitados de Dios, y Él es Autosuficiente, Alabadísimo" (35:15)

Los científicos son de la opinión de que los animales más débiles son con respecto a sus órganos y estructuras naturales los más fuertes respecto a sus instintos y los que más disfrutan de la ayuda y protección directa de la naturaleza. Pôr el contrario los mejores equipados, dotados de poderes sensoriales y conceptuales y con el mayor grado de independencia, son los que menos guía reciben del instinto. En el primer período de su vida el niño está cubierto directamente por la comprensiva protección de su padre y su madre, a medida que crece gradualmente sale de su supervisión.

El hombre, que ha obtenido el mayor nivel de desarrollo y es el único ser que posee la facultad de una voluntad y un discernimiento independiente, tiene relativamente el más bajo nivel de poder instintivo.

"El hombre fue creado débil e impotente". (4:28)

La naturaleza ha abandonado al hombre a sus propios recursos más que a los animales. Vemos en el hombre, por un lado, un desarrollo de la libertad y un surgimiento de la capacidad de crecer y dotarse conciencia y, por el otro, un incremento en su dependencia y necesidades. Mientras disfruta una relativa libertad, el hombre es poderosamente arrastrado más y más profundamente hacia la esclavitud de la necesidad.

Estas situaciones variables en los diferentes órdenes de la creación constituyen, en la opinión de ciertos pensadores, factores que impulsan al crecimiento y al desarrollo. Cuanto más avanza un ser en la escala de su progreso más se acerca hacia la libertad. Es precisamente la necesidad y la falta de un innato equilibrio lo que permite que el crecimiento y el avance tengan lugar.

Para que la libertad y la elección puedan expresarse debe existir un factor natural opuesto. Entonces la voluntad del hombre estará atrapada entre dos atracciones opuestas, cada una de ellas procurando ser obedecida, por lo que está obligado a elegir el camino que desea libre y conscientemente y a confiar en sus propios esfuerzos y recursos. Libre de todo factor determinante y todo prejuicio mental, él comienza el trabajo de hacer y desarrollarse a sí mismo sobre la base de principios y criterios específicos.

Una vez que se enfrenta con este elemento contradictorio, el hombre no puede obtener el equilibrio o elegir un camino correcto para sí mismo actuando como un autómata o refrenándose de todo esfuerzo. La carga de la verdad divina, el gran don divino que los cielos y la tierra fueron incapaces de soportar , sólo el hombre es digno de aceptarlo. El hombre se enfrenta con solo dos elecciones en su conflicto y lucha. O se vuelve un prisionero de la tiranía de los instintos y los deseos desenfrenados y así se rebaja y degrada a sí mismo, o estimulando su abundante capacidad de voluntad, pensamiento y decisión, se embarca en el camino del crecimiento y el desarrollo y comienza a ascender.

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El Imam Ya'far As-Sadeq (P) dijo: "Ni determinismo ni libre voluntad, la verdad de la cuestión yace entre esas dos". (Al-Kafi, I)

Según el Islam el hombre no es ni una criatura configurada de antemano y condenada a la determinación absoluta por el destino, ni ha sido abandonada en el ambiente oscuro y carente de propósito. Tanto los deterministas (o fatalistas) como los defensores de la libre voluntad ilimitada e independiente de Dios, se equivocan.

Cuando realizamos buenos actos, la capacidad para llevarlos a cabo proviene de Dios y la elección para usar de esa capacidad es nuestra.

Algunas aleyas del Sagrado Corán enfatizan claramente el papel de la voluntad y de las acciones del hombre, refutando terminantemente las opiniones de los deterministas. Cuando desea llamar la atención del hombre hacia las calamidades y tormentos que tienen lugar en el mundo, los describe como que son el resultado de sus malos actos.

"Ciertamente eres responsable de lo que haces" (16:93)

El Noble Corán establece claramente en una de sus aleyas que Dios ha mostrado al hombre el camino de la salvación pero él no está obligado ni a aceptar la guía de la salvación ni a caer en el desvío.

"Hemos indicado al hombre el camino de la verdad y el camino de la falsedad, él puede elegir el camino de la guía y dar las gracias o elegir el camino de la ingratitud". (76:3)

La predestinación (qada') y el destino (qadar)

La suerte y el destino son uno de esos tópicos controvertidos que muy a menudo resultan mal interpretados a causa de una falta precisa de entendimiento o, a veces, de una intención maliciosa.

Todo factor o causa que es visible en el mundo es manifestación de la Voluntad y del Conocimiento de Dios y y un instrumento para cumplir con lo que El ha decretado.

El mundo no es sin embargo indiferente a la distinción entre el bien y el mal; los actos del hombre producen ciertas reacciones durante su vida. La bondad y la benevolencia hacia sus semejantes, el amor y servicio a las criaturas de Dios son factores que a través de medios no materiales dan a la larga como resultado un cambio en el destino humano y contribuyen a la tranquilidad y felicidad.

La opresión, la malevolencia, el egoísmo, la agresión, también producen frutos amargos y tienen inevitablemente resultados perniciosos. Por tanto, desde este punto de vista, existe alguna forma de compensación inherente en la naturaleza, porque el mundo posee percepción y conciencia, ve y escucha. El modo en que compensa los actos es una manifestación de la predestinación y el destino; es imposible escaparse de él.

El Príncipe de los Creyentes 'Ali (P) estaba descansando a la sombra de una pared rota que parecía que se iba a caer. De repente se levantó y se fue a sentar a la sombra de un árbol. Le fue preguntado: "¿Estás escapando de lo que Dios te ha destinado?"

Dijo: "Estoy refugiándome en el Poder de Dios de lo que Él me ha destinado", es decir: "Estoy yendo de un destino hacia otro destino", "el sentarme y levantarme están igualmente sujetos al destino".

"Si la pared rota se cae sobre mí y yo me daño esto será predestinación y destino, y si dejo la zona de peligro y escapo de todo mal también será predestinación y destino".

"Allah ha establecido una medida para todas las cosas" (65:3)

La predestinación y el destino no son otra cosa que el sistema de causa y efecto

Sucede a veces que el hombre decide algo pero por más que se esfuerza es incapaz de alcanzarlo. La razón de esto no es que la Voluntad de Dios se opone a la voluntad del hombre y le impide lograr lo que desea. Lo que sucede en tales casos es que algún factor externo desconocido, que yace más allá del ámbito del conocimiento y control del hombre, crea obstáculos

Considerando el hecho de que en el reino natural no hay causa sin un efecto y no hay efecto sin una causa y que todos nuestros medios de percepción están limitados a este mundo y al plano humano, no debería ser difícil para nosotros aceptar que nuestras aspiraciones pueden no ser satisfechas como deseamos.

Ni el medio ambiente, ni factores hereditarios, ni las capacidades naturales presentes en el hombre tienen efecto en la salvación o la condena del mismo; ellos no pueden modelar su destino. Lo que determina el futuro del hombre es el uso, que, como ser dotado del poder de elegir, hace de su intelecto y del resto de los poderes de los que es dueño.

Por lo tanto la salvación o condena de una persona depende de los actos de su voluntad y no de su conformación natural o psicológica. Esta es la más clara manifestación de la Justicia de Dios.

Los pasajeros que van en un barco son LIBRES de comer o dormir o moverse dentro del barco como deseen, pero la dirección del barco está a cargo del capitán.

El mismo movimiento del barco, causado por el mar, ellos no pueden controlarlo o alterarlo.

Extraído de Revista Kauzar

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