El imam ‘Ali (el Príncipe de los Creyentes)

«Aux Sources de la Sagesse»

Vol.4 nº 13 - 1997. Francia

Traducción: Hanna Moreno

La vida de los hombres destacados ha sido estudiada y relatada con el fin de que la gente pueda aprender de ellos y comprenda las leyes de la historia. En el caso de los Imames (P), aparte del interés general que representa su biografía, aprendemos además quiénes fueron esos hombres, por qué generación tras generación, los musulmanes les profesan un amor y un respeto infinitos, ya sea con relación a su carácter, su comportamiento o  su sabiduría. Ellos representan la vía de la integridad y la rectitud en un mundo sometido a toda clase de injusticias. Son ejemplos y el estudio de su biografía procura unos beneficios incalculables, tanto para los musulmanes como para aquellos que buscan la justicia y la libertad.

1.- LA VIDA DEL IMAM

El Imam ‘Ali (P) tuvo que hacer frente a unas pruebas y sufrimientos infinitos, tanto a lo largo de su vida como después de su muerte. Recordemos a este respecto que en tiempos de Mu’awiia (el primer califa Omeya que reinó del 661 al 678), se prohibió pronunciar su nombre, relatar hechos de su vida, fue insultado durante las oraciones desde lo alto de los minaretes del Islam al cual dedicó su vida. Pero la verdad siempre sale a la luz, a pesar de la alteración, la mentira, el disimulo, gracias a la solicitud divina, a los Imames infalibles, pero también a la memoria de los fieles que, superando todas las dificultades del régimen Omeya, consiguieron transmitir lo que sabían y juzgaban indispensable para la vida de los musulmanes.

a.- Infancia y período en Meca.

El Imam ‘Ali (P) nació el 13 de Rayab, doce años antes del comienzo de la revelación del mensaje del Islam al noble Profeta (BP), en el interior de la Kaaba. Sólo tenía seis años cuando una terrible crisis económica sacudió la ciudad del Quraish y Abu Talib, el padre del Imam, fue duramente afectado. Por una parte, tenía  una familia numerosa y su situación social le exigía que su casa estuviese abierta a todos los necesitados y los huéspedes de paso. Es entonces cuando Muhammad (BP) y su tío Al-Abbas (respectivamente sobrino y hermano de Abu Talib) fueron a verlo y le propusieron ayudarle tomando a su cargo dos de sus hijos: Muhammad (BP) se encargó de ‘Ali (P) y Al-Abbas de Yáfar.

A la edad de seis años, ‘Ali fue educado por Muhammad (BP). En el sermón de al-Qasi’a, el Imam describió la forma en que se hicieron cargo de él: «Conocéis mi posición respecto al Mensajero de Allah (BP), mi proximidad a él, mi estatus particular. Me cogía en sus rodillas cuando yo era aún pequeño, me abrazaba, me arropaba en su cama, tocaba su cuerpo, respiraba su perfume, masticaba el alimento antes de dármelo para tragar, nunca me vio mentir, ni obrar de manera tonta... Yo lo seguía como una cría de camello sigue a su madre, cada día me hacía descubrir un nuevo aspecto de su carácter y me ordenaba tomarlo como ejemplo».(1)

Fue así como el Mensajero de Allah (BP) cuidó de su educación, inculcándole las cualidades morales necesarias, formándolo en una vida espiritual elevada. ‘Ali fue el único en seguir al Mensajero (BP) en su retiro en Hira’. El Imam dijo: «Yo oía el grito de Shaitán cuando la revelación descendió sobre el Mensajero (BP), dije: ¡Oh Mensajero de Allah! ¿Qué es lo que grita?» él (BP) respondió: «Es Shaitán que desespera. Tu oyes lo que yo oigo, ves lo que yo veo, pero tú no eres profeta, tú eres ministro, y estás en la verdad»(2).

Cuando el Profeta (BP) recibió la revelación y su misión, se lo comunicó a Jadiya, su esposa y a ‘Ali. No lo invitó al Islam porque ya estaba en él pues nunca formó parte de los yahilin. Le informó de su misión y ‘Ali simplemente le dijo que creía en ella con toda certeza. Comenzó entonces a recibir del Profeta (BP) las enseñanzas del Islam, a ejecutarlas y a materializarlas. A medida que se transmitía la revelación aprendía los detalles de los juicios y las responsabilidades que debía asumir. Cuando se ordenó al Mensajero de Allah (BP) advertir y transmitir el mensaje a sus próximos, fue ‘Ali el encargado de invitar a los miembros del clan a una comida. Invitó a cuarenta hombres del clan de los Banu ‘Abdul-Muttalib y después de la comida, el Mensajero (BP) anunció la revelación. Dijo: «¡Oh hijos de ‘Abdul Muttalib! no conozco a ningún hombre de entre los árabes que haya traído para su pueblo nada mejor que lo que yo os he traído. Os traigo lo bueno de esta vida y de la otra y Allah me ha ordenado  llamaros hacia Él. ¿Quién de entre vosotros quiere convertirse en mi hermano, mi regente y mi sucesor?» Abu Lahab le amenazó mientras que Abu Talib lo acogió favorablemente diciendo: «Haz lo que se te ha ordenado, y te protegeré». El mensajero (BP) hizo la pregunta una segunda y una tercera vez, pero nadie le respondió. ‘Ali se levantó y dijo: «¡Yo seré tu apoyo, oh Profeta de Allah!» El Mensajero se volvió hacia él y le dijo: «Siéntate, tú eres mi hermano, mi legatario, mi ministro y mi sucesor»(3).

Después de la muerte de Abu Talib, los ataques de los Quraishitas contra el Mensajero (BP) y sus seguidores se aumentaron. El Mensajero (BP) tuvo que pasar por la prueba de la muerte de su esposa Jadiya en el momento en que los quraishitas mostraban más oposición. Habían decidido matar al Profeta (BP), pero el ángel Gabriel le previno del plan que habían hurdido contra él y le dijo que emigrara. Fue entonces cuando ‘Ali, para proteger la marcha del Profeta (BP), se acostó en su lugar, dejando creer a los quraishitas que habían venido para ejecutarle, que el Mensajero aún se encontraba ahí. No fue sino hasta la mañana que se descubrió la trampa que les habían tendido, pero el Profeta (BP) ya estaba muy lejos. Antes de acompañar a la familia del Profeta (BP) a Medina ‘Ali fue el encargado de repartir entre los interesados los bienes en depósito.

La ciudad de Medina pasaba por un período de construcción y de guerras defensivas para la comunidad musulmana. ‘Ali participó en numerosas batallas. En el curso de la de Al-Ahzab, se presentó voluntario para desafiar a ‘Amru que estuvo a punto de entrar en Medina. Emprendió una lucha a duelo y salió vencedor. El Mensajero (BP) declaró entonces: «Esta es la mejor acción de mi comunidad hasta el día de la Resurrección».

En Jaibar, el Mensajero (BP) confió la dirección del ataque a ‘Ali, después de decir:  «Daré el estandarte a un hombre que ama a Allah y a Su Mensajero y que es amado por Allah y por su Mensajero» (4).

Participó en todas las batallas del Islam salvo en la de Tabuk, cuando el Profeta (BP) se lo requirió, prefiriendo confiarle la dirección de Medina durante su ausencia.

b.- Estatus de ‘Ali (P) en el Islam.

El Imam ‘Ali ha sido mencionado en el santo Corán:

Aleya de la purificación:

«...Allah sólo quiere que se mantenga alejado de vosotros lo impuro ¡Oh gente de la casa! y purificaros totalmente.»(33-33).

Aleya de al-Mubahala:

«Y a quien, después del conocimiento que te ha venido, te discuta sobre él, dile: Venid, llamemos a nuestros hijos y a los vuestros, a nuestras mujeres y a las vuestras y llamémonos a nosotros mismos y a vosotros mismos y luego imprequemos para que la maldición de Allah caiga sobre los mentirosos.» (3:61).

«Y daban de comer, a pesar de su propia necesidad y apego a ello, al pobre, al huérfano y al cautivo.

No os alimentamos sino por la faz de Allah, no buscamos en vosotros recompensa ni agradecimiento.

Realmente tememos de nuestro Señor un día largo, penoso.

Allah los habrá librado del mal de ese día y les dará resplandor y alegría».(76:8/11).

«¿Consideráis que proveer el agua durante la Peregrinación y ser guardián de la Mezquita Inviolable es igual que creer en Allah y en la Ultima Vida y luchar en el camino de Allah?

No es igual ante Allah.

Allah no guía a gente injusta». (9:19).

El Profeta (BP) también le dedicó varios hadices:

«Yo soy la ciudad del conocimiento y ‘Ali es su puerta.»

«Tú eres para mí como Harun fue para Musa, pero no habrá más mensajeros después de mí.»

«Sólo el creyente te ama y sólo el hipócrita te detesta».

c.- Nombramiento de ‘Ali al Imamato.

De entre los textos que hablan de la nominación de ‘Ali al Imamato y la dirección de los musulmanes en este mundo citamos:

«Realmente vuestro aliado es Allah, y Su Mensajero, y lo son los creyentes, los que establecen el salat, entregan el zakat y se inclinan» (5:55).

Los estudiosos han explicado que esta aleya fue revelada para ‘Ali Ibn Abu Talib (P) cuando, mientras rezaba, dio su anillo como limosna a un mendigo.

El hadiz de al-Ghadir en el que el Profeta (BP) nombró a ‘Ali para la wilaia (guía de la comunidad) diciendo: «Para quien yo sea su dirigente, ‘Ali es su dirigente; ¡Oh  Allah, sé amigo de quien lo tome por amigo y enemigo de quien lo tome por enemigo»(5).

d.- ‘Ali (P) en el tiempo de los califas

A la muerte del profeta (BP), ‘Ali (P) y los miembros de su familia se encargaron de su funeral mientras que los Muhayirun (los musulmanes de La Meca que habían emigrado con el mensajero de Allah (BP) a Medina) y los Ansar (los musulmanes de Medina) se reunieron para nombrar al sucesor del Mensajero de Allah (BP). Después de fuertes discusiones, decidieron nombrar a Abu Bakr. Al conocer el comportamiento de estos musulmanes ‘Ali se retiró de la vida pública durante seis meses como signo de protesta de lo que más tarde fue llamado el episodio de As-Saquifa. Pero al ver que  numerosos peligros amenazaban al joven estado islámico, decide regresar. Explica su actitud en una misiva: «Me retiré hasta que vi a las gentes abandonar el Islam, llamando a acabar con la religión de Muhammad (BP), sentí temor de que hubiese una fisura o una destrucción si no me hacía cargo de la situación y de los musulmanes, sintiendo que si esto sucedía la desgracia sería para mí mayor que la de ser vuestro dirigente, carga que no dura, en realidad, más que un tiempo limitado y que se desvanece como se desvanece la nube. Me levanté entonces, resuelto a aplastar la mentira y reafirmar la religión...»(6).

Asumió, entonces, en tiempo de los tres califas, un papel preponderante, siendo su consejero y orientando a los musulmanes en sus vidas cotidianas. En tiempos del califa Abu Bakr, aconsejó a éste emprender la guerra contra los bizantinos. Los tradicionalistas conservaron numerosos ejemplos del buen juicio que el Imam demostró. Cuando los bizantinos quisieron parlamentar con los musulmanes, se presentaron en casa de Abu Bakr quien llamó a ‘Ali Ibn Abu Talib para que respondiera a las diversas preguntas que le planteaban sobre doctrina.

A lo largo del califato de ‘Umar Ibn al Jattab, cuando éste quiso emprender otra guerra contra los bizantinos, le aconsejó que no la dirigiese él mismo: «Envíales un hombre experimentado, apoyado por dos combatientes sólidos y sabios. Si Allah los hace victoriosos, será como tú lo habrías deseado, pero si no, tú serás un apoyo para las gentes y una protección para los musulmanes».(7)

Se relata así mismo, que un día una importante suma de dinero llegó al tesoro de la provincia de Bahrain. Después de haber distribuido una parte importante entre los musulmanes, ‘Umar convocó a los Ansar y a los Muhayirin para saber a quién se entregaría el resto. Estos últimos propusieron que ‘Umar se lo quedara, pero cuando la pregunta se hizo al Imam ‘Ali, él respondió que esta suma debía ser distribuida entre los indigentes: «Yo te aconsejo no tomar el resto y entregárselo a los indigentes musulmanes»(8).

Después de que los musulmanes conquistaran Siria, el ejército dirigido por Abu ‘Ubaida al-Jarrah preguntó a ‘Umar si debían dirigirse hacia Bait al-Maqdis (Jerusalem) o bien hacia al-Qaysariya. ‘Umar pidió consejo a ‘Ali que le respondió: «Ordena a tu amigo dirigirse hacia Bait al-Maqdis, si Allah le concede la victoria, se dirigirá hacia Qaysariya, que será conquistada después si el Altísimo así lo quiere, esto es lo que nos dijo el Mensajero de Allah (BP)».

El historiador At-Tabari relata este hecho: «‘Umar convocó a las gentes y les preguntó: ¿Qué día tomaremos como el primero para relatar la historia del Islam? ‘Ali respondió: ‘El día de la emigración del mensajero de Allah (BP) cuando dejó el suelo del politeísmo». Y fue lo que se hizo.

En tiempos del califa ‘Uzman, fue también consultado con asiduidad en cuestiones jurídicas y jugó un papel de moderador durante la crisis que sacudió al califato en esta época, dispensando consejos al califa y a sus oponentes.

Y, contado brevemente, este fue el papel importante que tuvo Imam ‘Ali (P) durante este período, cuando el califato fue gobernado por Abu Bakr, ‘Umar ibn al Jatab y ‘Uzman ibn ‘Affan sucesivamente.

2.- EL CALIFA ‘ALI IBN ABI TALIB

El período del califato de ‘Ali (P) fue aquel en que asumió directamente la carga y dirección de la comunidad. Se extendió desde el 656 hasta el 661 (36-40 de la hégira), fecha de su asesinato.

Fue una etapa extremadamente importante para el Estado Islámico pues intentó, en un lapso de tiempo muy corto, poner en práctica su concepción de gobierno, de la sociedad civil, de los lazos que unían a sus miembros así como de su concepción de la vida doctrinaria, intelectual y espiritual de la comunidad.

Después del asesinato del califa ‘Uzman, la comunidad decidió, por unanimidad, nombrar a ‘Ali (P) califa, pero al principio rehusó, no queriendo ser víctima de intereses ajenos. Puso condiciones para aceptar, mostrando así que no codiciaba la dirección del Estado, pero sí que se sentía responsable y digno. Declaró a este respecto: «Sabed que si accedo a vuestra propuesta, haré lo que juzgue mejor, no escucharé ni las palabras de unos ni los reproches de otros», queriendo evitar someterse a los intereses que unos y  otros habían manifestado a lo largo del anterior califato. Tenía previsto un programa de reforma teniendo en cuenta las numerosas irregularidades, tanto de administración como en las finanzas, que habían surgido durante el período anterior. Se volcó, pues, en los diversos problemas de la sociedad procurando dar una solución.

a.- En el dominio político.

Definió las cargas y el perfil de gobernador y administradores, insistiendo siempre sobre la clemencia que debían tener hacia quienes estaban a su cargo y sobre la firmeza que debían mostrar con los hombres influyentes. Dijo: «El responsable de la dirección de los musulmanes no debe ser codicioso, pues estará ávido de sus fortunas,  ni ignorante, pues los extraviará, ni un grosero pues los ahuyentará, ni un injusto que conceda privilegios a unos en detrimento de otros, ni un corrupto que ignore los derechos, ni aquel que ignore la Sunna pues hará peligrar la comunidad»(9).

b.- En el dominio económico.

Se opuso a los privilegios y emprendió la tarea de suprimir la manera en que el dinero público era distribuido. Dijo a este respecto: «Todo hombre que siga a Allah y a Su Mensajero (BP), que es honesto hacia nuestra comunidad, que entra en nuestra religión y reza en dirección a nuestra quibla, se le debe aplicar los derechos y prohibiciones del Islam. Vosotros sois los servidores de  Allah, la fortuna viene de   Allah, se distribuye equitativamente entre vosotros, ninguno goza de privilegios en este campo. Los piadosos tendrán, cerca de Allah, la mejor retribución, Allah no hizo de este mundo una retribución o una recompensa para los piadosos» (10).

No aceptó que la piedad, la preeminencia en el Islam o el hecho de haber acompañado al Mensajero de Allah (BP) fuesen tenidos en cuenta para el reparto de los bienes. Materializó, según esta concepción, la justicia de la distribución en el Islam, rechazando toda clase de privilegios en provecho del concepto de ciudadanía.

c.- En el dominio administrativo.

Emprendió importantes reformas, despidió a ciertos administradores nombrando a otros. Los controló, evitando que cada uno considerara la región administrada como de su propiedad. Se dirigió a Muhammad Ibn Abu Bakr, nombrado gobernador de Egipto, en estos términos: «Protégelos (refiriéndose a quienes estaban a su cargo) con tus alas, haz que tus costados sean suaves para ellos, suaviza tu rostro para ellos, consuélalos con presteza, con el fin de que los poderosos no deseen tu hostilidad para ellos o que los débiles desesperen por tu justicia. Allah el Altísimo os pedirá cuentas a vosotros, Sus servidores, a propósito de vuestros actos, grandes o pequeños, ocultos o vistos. Si vosotros hacéis sufrir, El lo hace aún más y si perdonáis, Él es el más generoso»(11).

Un día al saber que uno de sus gobernadores había actuado injustamente, le escribió: «Me han contado sobre ti un hecho, que si realmente has cometido, causará la cólera de tu Señor y representa la desobediencia a tu Imam. Repartes entre tus cercanos el fay (especie de tributo de guerra) de los musulmanes, que son quienes lo han adquirido con sus sables y monturas y sobre el cual han derramado su sangre... Por Allah, si esto es cierto recibirás desprecio por mi parte cuando nos encontremos, desde ese momento no tendrás ningún valor. No tomes a la ligera el derecho de tu Señor, no arregles tu vida en este mundo en detrimento de tu religión, estarás entre aquellos cuyos actos les habrán hecho errar.»(12)

Por otro lado, define las tareas y los comportamientos de los soldados de la armada musulmana al decir de las tropas enemigas: «No les combatáis antes de que ellos empiecen, estáis, por misericordia de Allah, en vuestro derecho y el hecho de dejarlos empezar es una prueba más en vuestro favor. Si ocurre el desenlace, será por voluntad de Allah. No matéis al que huye, no hiráis al que no pueda defenderse; no rematéis al herido y no causéis daño a las mujeres, incluso si ellas os insultan y atentan contra vuestro honor».(13)

En realidad, para el Imam ‘Ali (P) y los Imames que le siguieron, como lo era para el Profeta (BP), lo importante no era vencer o ganar una batalla, pues la victoria viene de Allah. Lo esencial era estar en el camino justo, tener un comportamiento noble, honesto y recto y cumplir con el deber hasta el final, incluso en las situaciones más difíciles. Es gracias a estas enseñanzas que el espíritu del Islam consiguió cubrir todas las manchas negras que jalonaron su historia.

En lo concerniente al cobro de impuestos, el Imam ‘Ali concedió una gran importancia a lo que representaba el nervio del Estado y la fuente de la justicia. Exigió que los hombres encargados de ello fuesen extremadamente escrupulosos, justos y virtuosos pues la labor era muy delicada. No se trata de recoger el dinero solo para llenar las arcas, sino sentirse responsable de una comunidad. Se dirigió a ellos en estos términos: «Vosotros sois el tesoro de los creyentes y los mandatarios de la comunidad así como los mediadores de los Imames; no privéis a nadie de lo que necesite, no alejéis a nadie de lo que pida; no dejéis que las gentes vendan ni una prenda de invierno o verano que puedan necesitar para cubrirse, ni un animal que les sirva para su labor, para pagar el jaray (impuesto); no azotéis a nadie para saber donde esconde su dinero, no toquéis el dinero de las gentes que rezan o que están (protegidos) por un tratado.»(14)

El Imam quiso que se aplicara una justicia ejemplar en el Estado que tenía a su cargo. Definió, de esta manera, su concepción de la justicia: «Por Allah, seré equitativo con el oprimido contra su opresor, arrastraré a este último por la nariz hasta la fuente de la verdad, incluso contra su voluntad.»(15)

Pero para él, la justicia va a la par con la compasión y el amor hacia lo que le rodea. Fue protector con los miembros de su comunidad, atento al menor de sus males, preocupado por sus penas y sus miserias. Rehusó que su propia familia tuviese privilegios en detrimento de la comunidad, rehusó, en diversas ocasiones, tomar su parte del botín para no disminuir la de los demás. Cuando su hermano ‘Aqil, ciego, le pidió una ayuda suplementaria a lo que tenía derecho, rehusó categóricamente, recordándole el fuego que lo quemaría en el infierno si accedía a su petición.

d.- El descontento de los privilegiados.

Pero los de esa época, no estaban acostumbrados a esta clase de política. Deseaban conservar sus privilegios, rehusando ser tratados en igualdad con los otros miembros de la comunidad. Se enfrentó a aquellos que se opusieron a su concepción de la justicia igualitaria. Mu’awiia ibn Abu Sufian, gobernador de Siria, fue uno de los que había adquirido numerosos privilegios en tiempos del califa ‘Uzman, cuyos amigos y cercanos fueron el blanco de la reforma del Imam ‘Ali (P). Con el pretexto de querer vengar a ‘Uzman, Mu’awiia declaró la rebelión contra el estado. Pero evidentemente sólo se trataba de un pretexto, puesto que el Imam ‘Ali (P) había aconsejado al califa ‘Uzman emprender las reformas para evitar lo que luego le ocurrió. Le dijo: «Te pido, por Allah, que no seas el Imam asesinado de esta comunidad, pues el asesinato de un Imam de esta comunidad abriría las puertas a los asesinatos y a los combates hasta el día de la Resurrección, las sediciones se propagarán, las gentes ya no distinguirán entre el bien y el mal, serán sacudidos como olas y abandonados al desorden, no seas para Marwan (aliado de Mu’awiya) como un animal que después de haber llegado a viejo lo lleva donde le parece.»(16)

Después de haber intentado calmar a Mu’awiya y mostrarle lo equivocado de su actitud, el Imam se preparó para el combate que acabaría con la sedición. Pero al poco se declaró un nuevo enfrentamiento con Talha y Az-Zubayr que también deseaban conservar los privilegios que habían adquirido. Los llevó a la guerra conservando a la vez una actitud clemente hacia ellos, recordando a sus guerreros las reglas que debían adoptar y el comportamiento humano que debían tener hacia sus adversarios. Prohibió a los soldados apoderarse de las fortunas y familias del adversario, y concedió la amnistía a los beligerantes.

En su lucha contra Mu’awiia, el Imam buscó en un principio una solución pacífica al conflicto, queriendo evitar el derramamiento de sangre. Le envió para esta empresa a varios emisarios pero Mu’awiia insistía en la guerra y utilizó medios inmorales para ganar la batalla, por ejemplo prohibiendo a los soldados del Imam acceder al agua. Las tropas del Islam tuvieron que apoderarse del punto de agua, y luego, permitir al enemigo tener acceso a él. El Imam pidió a Mu’awiia un combate a duelo pero este rehusó, usando numerosas artimañas para ganar la batalla. Una de ellas fue la de proponer un arbitraje que consistía en escoger un hombre de cada bando para arbitrar el conflicto. El Imam, ante la impertinencia de  su ejército, aceptó, y de entre sus tropas se eligió a Musa al-Ash’ari, elección con la que en un principio no estuvo de acuerdo pero que ante la insistencia de sus tropas finalmente aceptó. Fue así como el episodio del arbitraje dio la victoria a los injustos.

De regreso a Kufa, el Imam aún tuvo que enfrentarse con aquellos que pidieron el arbitraje pero que no aceptaban el resultado del mismo (los que fueron llamados los Jariyitas). Hombre de palabra, el Imam no podía aceptar sus pretensiones. Fueron cuatro mil hombres a combatirlo en la batalla de Nahrawan. Mientras esta rebelión no afectó a las propiedades de los Musulmanes ni a sus fortunas, ni a su sangre, les dejó expresarse y actuar, a la vez que les dejaba tiempo para que reflexionaran. Mientras tanto, se preparaba para la segunda batalla contra Mu’awiya después del fracaso de un segundo arbitraje. Pero los rebeldes empezaron a matar musulmanes acusándolos de apostasía. El Imam les declaró la guerra y Allah le concedió la victoria.

Mientras se ocupaba de los preparativos para esta batalla, el Imam fue asesinado, en la mezquita en la que estaba rezando, el 19 de Ramadan del año 40 de la hégira, por un Jarayita, Ibn Mulyam.

Con el asesinato del Imam ‘Ali (P), una página de la historia del Islam se cerró. En el curso de su califato, intentó aplicar las leyes del Islam en todo su esplendor y magnificencia. Antes de morir (estuvo tres dias entre la vida y la muerte), hizo algunas recomendaciones a sus hijos y concretamente al Imam al-Hassan, su primogénito: «Sed piadosos, desdeñad lo mundano con sus seducciones, no os repochéis lo que no sepáis, proclamad la verdad, trabajad para la eternidad, sed el enemigo del tirano y el apoyo del oprimido... Cuidad sobre todo del huerfano; proveedle alimento continuamente, no lo desdeñéis...¡Oh descendientes de Abdul Mutalib! No derraméis la sangre de los musulmanes diciendo: «El comandante de los creyentes ha sido asesinado». No mataréis a mi asesino. Si muero por su espada, devolvedle golpe por golpe nada más. No mutiléis. Nuestro Profeta (BP) prohibía la mutilación, incluso si nos encontrábamos con un perro rabioso».(17)

NOTAS:

(1)  Nahy al-Balagha, sermon al -Qasi’a.

(2)  Idem.

(3)  Hadiz relatado por al-Baihaqi, az-Za’labi, at-Tabari, Ibn al-Athir, Ibn Hanbal, an-Nisa’i...

(4)  Hadiz relatado por Abu Huraira e Ibn al-Abbas.

(5)  Cf. Musnad Ibn Hanbal, an-Nisa’i, at-Trimidi y at-Tabarani...

(6)  Nahy al-Balagha, carta a Malik al-Ashtar.

(7)  Nahy  al-Balagha.

(8)  Relatado por Ahmad b. Hanbal en al-Musnad vol. 1, p. 94 y Kanz al-’Ummal. vol. 4, pp. 39 y otras.

(9)  Nahy al-Balagha, sermon 131.

(10) Nahy al-Balagha.

(11) Nahy al-Balagha, carta a Muhammad b. Abi Bakr.

(12) Nahy al-Balagha.

(13) Idem.

(14) Idem.

(15) Idem.

(16) Idem.

(17) Idem.

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