Los niveles y aspectos del Monoteísmo

Por Ayatola Ÿa‘far Sobhani

 

La existencia de Dios, Glorificado Sea

La creencia en la existencia de Dios es un principio común entre todas las doctrinas divinas, y básicamente, la diferencia substancial y fundamental entre una persona religiosa -cualquiera sea la doctrina que practique- y un individuo materialista, radica en esta cuestión.

El Sagrado Corán considera la existencia de Dios como un asunto claro que no necesita de argumentación. Considera que la duda y la vacilación respecto a esta realidad es algo injustificable, e incluso rechazable. Es así que expresa:

﴿ أَفِي اللَّهِ شَكٌّ فَاطِرِ السَّمَاوَاتِ وَالأَرْضِ

«¿Acaso puede haber dudas respecto a Dios, el Originador de los Cielos y la Tierra?».[1]

Solo que, a pesar de lo evidente y obvio de la existencia de Dios, el Sagrado Corán ha dispuesto para quien desee conocer a Dios a través de la reflexión y la argumentación, y quiera apartar de su mente todas las dudas y posibilidades contradictorias, métodos que cumplen con esa función, de los cuales los más exponentes son:

1- La percepción de la persona que le indica la necesidad de la existencia de un Hacedor Superior. Es esa sensación que se manifiesta en circunstancias y estados especiales. Eso es el llamado de la fitrah o naturaleza primigenia del ser humano, el cual le exhorta hacia la Causa Original de lo creado. Dice el Sagrado Corán a este respecto:

﴿ فَأَقِمْ وَجْهَكَ لِلدِّينِ حَنِيفاً فِطْرَتَ اللَّهِ الَّتِي فَطَرَ النَّاسَ عَلَيْهَا لاَ تَبْدِيلَ لِخَلْقِ اللَّهِ

«Y dispón tu rostro hacia la religión como monoteísta, es la naturaleza de Dios sobre la cual creó a la gente. No hay cambio en la creación de Dios».[2]

 2- La exhortación a estudiar sobre el mundo de la naturaleza y a reflexionar en las maravillas de las criaturas, las cuales conforman evidentes signos y son fuertes indicios de la existencia de Dios. Éstos son signos que indican la influencia y el papel que desempeñan el conocimiento, el poder y la sapiente administración en el mundo de la existencia:

﴿ إِنَّ فِي خَلْقِ السَّمَاوَاتِ وَالأَرْضِ وَاخْتِلاَفِ اللَّيْلِ وَالنَّهَارِ لاَيَاتٍ لاولِي الأَلْبَابِ

«Por cierto que en la Creación de los cielos y la Tierra y en la diferenciación entre la noche y el día hay signos para los que poseen entendimiento».[3]

Las aleyas coránicas sobre este tema son numerosas, y lo que mencionamos no constituye más que un ejemplo de ello.

Es evidente que esto no quiere decir que los caminos para alcanzar el conocimiento de la existencia de Dios se restrinjan a estos dos mencionados, sino que existen muchos otros caminos para demostrar la existencia de Dios y que han expuesto los sabios expertos en doctrina y los teólogos musulmanes en sus obras particulares sobre estos temas.

El Monoteísmo: principio común a las doctrinas celestiales

La totalidad de las doctrinas y dogmas celestiales se basan en el principio del Monoteísmo, y asimismo la creencia en el Monoteísmo es el más evidente de los principios comunes a todas esas doctrinas, si bien existe algo de desviación entre los seguidores de algunas de esos credos respecto a esa creencia en común.

A continuación señalaremos los niveles y alcances del Monoteísmo a la luz del Sagrado Corán, los nobles hadices y los argumentos lógicos:

El Monoteísmo y sus significados en lo relacionado a la Esencia Divina

El primero de los niveles del Monoteísmo es el de la creencia en la unicidad de la Esencia Divina. Esta unicidad de la Esencia tiene dos significados:

Primero: Dios es Uno, no tiene igual, ni semejante, ni parecido, ni equivalente.

Segundo: La Sagrada Esencia Divina es una Esencia pura y elemental en la cual no hay multiplicidad, ni composición.

Respecto a estos dos significados, el Imam ‘Alî Ibn Abî Tâlib (P) dice lo siguiente:

« هُو وَاحدٌ لَيسَ له في الاَشْياء شَبَهٌ »

« وإنّه عزّ وجل أَحديّ المعنى لا ينقسم في وجودٍ ولا وَهمٍ ولا عقلٍ »

  1. Él es Único; no tiene semejante entre las cosas.
  2. Él, Imponente y Majestuoso, es de un carácter unitario, no admite división ni en la existencia, ni en la imaginación, ni en la abstracción intelectual.[4]

La sura de la Unicidad (At-Tawhîd, nº112), la cual refleja la creencia de los musulmanes en relación a la Unicidad de Dios, indica los dos aspectos:

Así, las palabras del Altísimo que rezan: ﴿ و لم يكن له كفوا أحد ﴾; «y no hay nada que se le asemeje», señalan el primer aspecto; y las palabras del Altísimo que dicen: ﴿ قل هو الله أحد ﴾; «Di: Dios es Único», señalan el segundo.

En base a esto, la “trinidad” es errónea desde el punto de vista islámico, y el Sagrado Corán ha manifestado claramente en muchas de sus aleyas lo incorrecto de ello.

Así también, esta cuestión es tratada e investigada detalladamente en los libros de kalâm o teología islámica, siendo la trinidad refutada a través de diferentes caminos. Nosotros aquí nos contentamos con mencionar uno solo de esos caminos:

La trinidad en el sentido que implica que la divinidad esté compuesta por tres partes, no puede tener más que dos formas:

O bien cada una de estas partes tiene una existencia independiente y una personalidad independiente, o sea, que en cada una de las mismas por sí sola se establece la realidad de la divinidad, y en este caso, ello se contradiría con la creencia en la unidad de la Esencia Divina en su primer aspecto (o sea el de que no hay semejante a Dios).

O bien estas tres divinidades tienen una personalidad única y no múltiple, y cada una de estas divinidades constituye una parte de esa realidad única. En este caso, la trinidad implicará una composición, y ello contradice el segundo significado del Monoteísmo (o sea, la condición pura y elemental de la Esencia Divina).

La unicidad en los Atributos Divinos

El segundo de los niveles del Monoteísmo es el de la creencia en la unicidad de los Atributos Divinos.

Nosotros creemos que Dios, Glorificado Sea, está calificado con todos los Atributos de la perfección, y que tanto el intelecto como la Revelación indican la existencia de esas características de perfección en la Sagrada Esencia Divina.

En base a esto, Dios es Conocedor, Poderoso, Vivo, Omnioyente, Omnividente, etc.

Estos Atributos se diferencian entre sí desde el punto de vista del concepto, en el sentido que lo que entendemos de la expresión “Conocedor” se diferencia de los que entendemos de la expresión “Poderoso”.

Pero un punto digno de mencionar es que estos Atributos, así como son diferentes en cuanto al concepto, ¿acaso se diferencian en la realidad exterior? ¿O acaso conforman una realidad única?

Como respuesta a esta pregunta, debemos decir lo siguiente: puesto que el hecho de que se diferenciaran existencialmente y en la realidad exterior, implicaría la multiplicidad y la composición en la Sagrada Esencia Divina, debemos decir con seguridad que estos atributos, a pesar de diferenciarse en cuanto al significado y al concepto, en la etapa de la realidad exterior conforman una misma cosa.

En otras palabras, la Esencia Divina al tiempo que es pura y elemental (en el sentido que no está compuesta por partes), posee todos esos atributos de perfección, lo cual no quiere decir que parte de la Esencia Divina esté compuesta por “conocimiento”, otra parte de la misma este compuesta por “poder”, y una tercera parte lo esté por la “vida”, sino que Él, Glorificado Sea, como dicen los investigadores, es todo “conocimiento”, es todo “poder”, todo “vida”, etc.

En base a esto, los Atributos esenciales de Dios, Glorificado Sea, son sempiternos, esto es, que no tuvieron un principio, ni tendrán un final, y al mismo tiempo son Su Misma Esencia, Glorificado Sea, y no otra cosa diferente de Él.

En cuanto a lo que sostiene otra tendencia acerca de que los Atributos Divinos son sempiternos, pero agregados a la Esencia Divina, es incorrecto, puesto que esa opinión en realidad se origina de equiparar los Atributos de Dios a los atributos humanos, y desde que los atributos de ser humano están agregados a la esencia de éste, imaginaron que sucede lo mismo en relación a Dios.

Dice el Imam Ya‘far As-Sâdiq (P):

« لم يَزلِ اللهُ ـ جلّ وعزّ ـ ربُّنا والعلمُ ذاتُه ولا معلومَ، والسَمعُ ذاتُه ولا مسموعَ، والبَصَرُ ذاتُه ولا مُبْصَرَ، والقدرةُ ذاتُه ولا مقدورَ »

“Dios, Majestuoso e Imponente, es nuestro Señor y el conocimiento es Su Misma Esencia y no es conocido; el Atributo de oyente es Su Misma Esencia y no es escuchado; la visión es Su Misma Esencia y no es observado; y el poder es Su Misma Esencia y nada puede sobre Él”.[5]

Dice el Imam ‘Alî Ibn Abî Tâlib (P):

« وكمالُ الاِخلاصِ له نفي الصفاتِ عنه، لشهادة كلِّ صفَةٍ أنها غيرُ الموصوف، وشهادةِ كلّ موصوفٍ أنّه غير الصفة »

“El más completo Monoteísmo es descartar de Él los Atributos, puesto que todo calificativo testimonia que es diferente del calificado, y todo calificado testimonia que es diferente del calificativo”.[6]

La unicidad en la condición de Creador

El tercero de los niveles del Monoteísmo es la creencia en la unicidad en la condición de Creador, en el sentido de que no hay Creador más que Dios y que la Creación en su totalidad es creación Suya. El Sagrado Corán ha hecho énfasis en esta realidad diciendo:

﴿ قُلِ اللَّهُ خَالِقُ كُلِّ شَيْءٍ وَهُوَ الْوَاحِدُ الْقَهَّارُ

«Di: Dios es el Creador de todas las cosas; y es el Único, el Subyugador».[7]

﴿ ذَلِكُمُ اللَّهُ رَبُّكُمْ خَالِقُ كُلِّ شَيْءٍ لآ إِلَهَ إِلاَّ هُوَ

«Así es Dios vuestro Señor, el Creador de todas las cosas. No hay más divinidad que Él».[8]

No solo la revelación es la que demuestra esto, sino que es lo que nos dice y confirma el intelecto, puesto que cualquier cosa fuera de Dios es contingente y necesitada, y es satisfecha su necesidad y materializada su existencia por parte de Dios.

La “unicidad en la creación” no significa negar el principio de causalidad y la ley de causa y efecto en el mundo de la existencia, puesto que la influencia de todo fenómeno material sobre otro igualmente material depende de la anuencia de Dios, y tanto la existencia de la causa como el de su causalidad conforman un exponente de la Voluntad Divina; es así que es Dios, Glorificado Sea, Quien otorgó la luz y la iluminación al Sol y a la Luna, y si quisiera arrebatárselas lo haría sin que nadie lo impidiera o contradijera. Es por esto que es el Único Creador, sin que exista un segundo.

Como hemos visto en el octavo artículo, el Sagrado Corán ratifica la ley de causa y efecto y el régimen de causalidad que rige sobre el Cosmos. Dice Dios en el Corán:

﴿ اللَّهُ الَّذِي يُرْسِلُ الرِّيَاحَ فَتُثِيرُ سَحَاباً فَيَبْسُطُهُ فِي السَّمَآءِ كَيْفَ يَشَآءُ

«Dios es Quien envía los vientos y éstos levantan las nubes; y Él las extiende por el cielo como desea».[9]

La aleya mencionada expresa claramente la influencia de los vientos en el movimiento y encauzamiento de las nubes.

Extender la condición de Creador de Dios de forma que ello implique la creación de la totalidad de los fenómenos naturales no implica en absoluto que atribuyamos a Dios, Glorificado Sea, las reprobables acciones de los humanos, puesto que es imposible que cada uno de los fenómenos cósmicos, al ser entes contingentes (cuya existencia es “posible” en el sentido que pueden llegar a existir, como puede no ser), se invistan con el ropaje de la existencia sin el sostén del Poder y la Voluntad Divina general.

Solo que en lo respecta al ser humano debemos agregar que la persona, por su condición de ente poseedor de libre albedrío y voluntad, hace o deja de hacer mediante su propia voluntad y elección, y ello es así por dictamen del Designio Divino; es decir, que Dios dispuso y quiso que el ser humano hiciera lo que quisiera por su propia voluntad, y que dejara de hacer lo que quisiera por su propia voluntad. Es por eso que determinar el accionar humano en lo que que respecta a la obediencia o desobediencia a Dios, Glorificado Sea, depende de la voluntad y la elección del mismo ser humano.

En otras palabras, Dios es el que confirió la existencia, y la totalidad de la existencia se sostiene en Él. Desde este aspecto, la cuestión no presenta defecto; como dice el Altísimo:

﴿ الَّذِي أَحْسَنَ كُلَّ شَيْءٍ خَلَقَهُ

«Quien creó toda cosa excelentemente».[10]

Pero la disposición de la existencia de esa acción en conformidad o disconformidad a los criterios del intelecto y la ley divina, es en realidad producto de la forma en que el ser humano utiliza su albedrío, voluntad y decisión.

 

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[1] Ibrahîm; 14: 10.

[2] Ar-Rûm; 30: 30.

[3] Âal ‘Imrân; 3: 190.

[4] At-Tawhîd de As-Sadûq, p.84, cap.3, hadîz 3.

[5] At-Tawhîd de As-Sadûq, p.139, cap.211, h.1.

[6] Nahÿ Al-Balâgah, disertación nº1. Algunos de entre quienes no tienen experiencia en las cuestiones de kalâm o teología islámica, han denominado esta opinión como ta‘tîl (considerar inhábil la función del intelecto a este respecto) y a los que sostienen ello como mu‘attalah, siendo que la denominación mu‘attalah se aplica a quienes no aceptan que la Esencia Divina comprenda atributos ÿamâlîiah (o sea que establecen un ÿamâl o excelsitud, ya que la Esencia Divina es elemental y no admite composición), y tal posición implica dejar la Esencia Divina exenta de los Atributos existenciales de perfección. Esa creencia errónea no tiene absolutamente nada que ver con la teoría de “univocidad entre los Atributos Divinos y la Esencia Divina, y su identidad en la realidad exterior”, sino que esta última, al mismo tiempo que establece los Atributos de perfección para Dios, está exenta de los reparos y objeciones a los que es sujeta la teoría que sostiene que los Atributos son agregados a la Esencia.

[7] Ar-Ra‘d; 13:6.

[8] Gâfir; 40: 62.

[9] Ar-Rûm; 30: 48.

[10] As-Saÿdah; 32:7.

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