Los inmigrantes musulmanes árabes

Por Iusra Hamida

Existe un problema crónico que se hace cada día más evidente a medida que crece el número de  emigrantes de los países islámicos en Europa y América del Norte. Muchos de ellos, la inmensa mayoría, vienen a nuestros países empujados por distintas necesidades; económicas y políticas, principalmente. Las personas que se han visto arrancadas de sus tradiciones y costumbres, como pueden ser: sirios, iraquíes, marroquíes, argelinos, libaneses, etc., con grandes dificultades para integrarse en un modelo de sociedad opuesta prácticamente a su educación, costumbres y moral, si además, son tratadas como ciudadanos de segunda categoría, encuentran grandes impedimentos para su absorción dentro de la sociedad occidental. Por otro lado, tampoco es una buena solución en permanecer anclados en la nostalgia, con la mente y el corazón dejados atrás, transmitiendo a los hijos - quizás nacidos en el nuevo lugartoda la carga de ansiedad que los padres llevan sobre sí, obligándoles, inconscientemente, a ser quienes no son. Esperando de ellos que se comporten y sientan como ellos mismos, bajo sus experiencias y expectativas... que no son para nada la de las nuevas generaciones de musulmanes crecidas en occidente.

La represión hace agudizar el ingenio.

La rigidez, la inflexibilidad, el autoritarismo de muchos hombres que ejercen de padre y marido con mano de hierro, hacen que, con esa opresión, afloren en la familia enfermedades del alma como la tristeza profunda, la desesperanza y la frustración. Además agudiza el ingenio de los hijos para sortear prohibiciones que coartan las libertades mínimas que se consideran «normales» en occidente. ¿Cómo hacer, para que esos padres reaccionen y echen a andar dentro de la realidad, el presente, que les ha tocado vivir? ¿Cómo hacer, para encontrar ese punto medio de flexibilidad y tolerancia, que deja espacio también a los demás, -también a la mujer y a los hijos-, a ser ellos mismos y a salir al encuentro de sus propias experiencias? Sabemos que es tremendamente difícil para estos padres de familia educar a sus hijos islámicamente dentro de las sociedades modernas occidentales. Que resulta tremendamente difícil transmitir las tradiciones y costumbres heredadas de una manera amorosa para que los hijos no las rechacen, muestren indiferencia o se sientan ajenos. Que resulta tremendamente difícil conjugar los preceptos islámicos y las costumbres del país natal con la corriente arrolladora y demoledora de las sociedades modernas que atrapan la atención de los jóvenes exclusivamente en valores y placeres materiales. Pero al mismo tiempo, reconocemos que existen formas, como el diálogo y el respeto -también para los hijos/as como individuos- para una mejor relación y entendimiento de su problemática tan particular. Si de verdad creemos que el Islam es un modelo de vida beneficioso para nuestros hijos, de esa manera debemos presentárselo.

Más que hablar de prohibiciones debemos ayudarles a que descubran los provechos y ganancias que ofrece. Más que exigir unas formas o preocuparnos excesivamente del «qué dirán», debemos cuidar de su interior: que el corazón no enferme por sentirse confundido y excluido del mundo. Mas que estar pendientes de los preceptos formales, prestarle más atención a la vía interior que nos une con lo divino y nos hace sentir seres vivos, para que nuestros jóvenes no tengan que llevar una vida paralela y oculta: una, de cara a la familia y, otra, de cara al exterior, totalmente opuesta. Por favor, que no todo en Occidente es malo y pecaminoso. Demos un voto de confianza a nuestros jóvenes y que descubran por ellos mismos a Dios que está en todas las cosas y en cada uno de nosotros. El mundialmente famoso escritor brasileño Paulo Coelho ha escrito:

«No existe nada peor que un temperamento intolerante:

por llenar la vida de amargura

por desunir comunidades por acabar con relaciones

por deshacer hogares

por destruir ideales

por cortar las alas a la juventud

y por su capacidad gratuita de provocar la miseria.

La intolerancia es soberbia, resentimiento y falta de caridad».

Vivimos en una sociedad no islámica, procuremos llevar nuestra religiosidad sin que represente una carga. El Islam es facilidad. El Mensaje nos ha sido dado como una Misericordia Divina. No lo vivamos con rigidez, como un sacrificio que nos lleva a la asfixia. Alimentar el espíritu y educar nuestra alma, debe hacernos sentir el Amor de Dios en todas las cosas... si no es así, estamos haciendo una mala interpretación del Islam y un mal uso. Algunas mujeres musulmanas venidas de sus países a Occidente, de pronto sufren un shock: descubren que ellas no son valoradas suficientemente dentro de su familia. El marido no la consulta ni toma en cuenta su criterio.

Estas mujeres, estaban convencidas, en su desesperanza y resignación, que su anulación como personas era del agrado de Dios, entendiéndolo como sumisión a Él y lucha contra el ego. Es verdad que así es y muchas mujeres han librado este yihad con éxito. Pero hoy en día las mujeres quieren luchar también en otros frentes... y están en su derecho. Los nuevos marcos sociales nos plantean nuevos desafíos. Desafíos que solo podremos solucionar en el diálogo y reflexionando a la luz del Mensaje.

¿Qué está ocurriendo?

Hoy, tras siglos de debates teológicos, reformas y cismas, las mujeres llevan a cuestas una larga historia de abusos y discriminaciones. Dentro de la religión islámica, la mujer árabe, comienza tímidamente a hacer una reflexión de los derechos que le brinda el Islam, de acuerdo al avance imparable de la evolución del género humano. Pero no lo tiene fácil. Las costumbres ancestrales ¡tan arraigadas! han mantenido a la mujer marginada gracias a las culturas tribales marcadas por el dominio del varón y están fuertemente entretejidas a la sunna del Profeta (tradiciones propias del Profeta y su época). Ahora hay un trabajo urgente por hacer y es tamizar las pilas de leyes y costumbres supuestamente islámicas que han ido formando una larga lista sobre las espaldas de los creyentes para que queden claramente expuestas solamente las que fue  ron dadas por el Mensajero de Allah (BP). En muchas familias musulmanas se sigue educando de forma sexista a los hijos/as: «ellos tienen mil derechos, nosotras sólo obligaciones y todo el trabajo doméstico». Oímos quejas de jóvenes estudiantes: que su padre es quien elige la carrera a su hija de acuerdo a sus propios criterios sin tener en cuenta su opinión o utiliza el chantaje emocional para no dejarla casar con quien ella desea, en caso de que ella prefiera a alguien que no es árabe, por ejemplo. Es más, hoy en día salen a la luz noticias que resultan incomprensibles e irritantes para un occidental como son el que padres musulmanes prohíban a sus hijas ir al colegio a partir de que empiecen a tener la menstruación. Estos padres levantan la voz pidiendo que se les respeten sus tradiciones y su religión mientras el gobierno español, en este caso concreto, y muchas asociaciones y grupos que están luchando por los derechos de la mujer, ponen el grito en el cielo diciendo que esta gente está DESFASADA y hay que ayudarles para que se «integren» en el mundo actual. A mi modo de entender, estas

diferencias culturales y religiosas, sirven para que xenófobos y demás gente negativa, aprovechen para atacar y ensañarse contra las minorías étnicas y religiosas que han venido a nuestros países, pero se hace necesario aclarar que muchas de estas diferencias deben ser erradicadas, como en este caso, pues son el producto de la ignorancia y la superstición, pero que, lamentablemente, estas personas no han desarrollado su capacidad de discernimiento para saber distinguir el Islam y sus tradiciones de las costumbres preislámicas que quedaron entretejidas fuertemente en sus familias.

En la discriminación se refleja el machismo.

En líneas generales, el grave problema al que se enfrentan las mujeres de hoy, es compatibilizar la vida laboral, social  y familiar. La mujer vive en general sobrecargada y no todos los hombres están dispuestos a colaborar en la casa o les gusta que su mujer tenga una vida social que la tiene «alejada» del hogar unas horas. El mayor logro de la mujer actual es que tiene clara su autonomía, que quiere estudiar y realizarse como persona en todas sus facetas. En el mundo actual, el modelo de familia patriarcal ha ido decayendo en la medida que la mujer ha ganado protagonismo dentro del núcleo familiar y social. Las responsabilidades son tanto del padre como de la madre por igual en cuanto a la educación de los hijos. El Sagrado Corán, que podríamos decir tiene rango de

Constitución Islámica, por recoger en él normas tanto espirituales como políticas y sociales, reconoce a la mujer como poseedora de derechos económicos, políticos y religiosos equiparables a los del hombre, salvo excepciones. La reclusión de la mujer a la esfera doméstica es algo hoy en día impensable, en primer lugar, porque ella tiene acceso y derecho a los estudios y a desarrollarse sin limitación alguna. Pero volviendo al tema que nos ocupa, de los emigrantes musulmanes en Occidente, no nos alcanzan estas páginas para tratar su problemática que se ramifican en mil cuestiones. En Occidente, debido en parte a esa inmigración masiva de los más desfavorecidos, sobre todo desde Africa, se ha ligado religión islámica a incultura, barbarismo, por un lado y a fanatismo y terrorismo, por otro, debido a la propaganda sistemática lanzada principalmente por EE.UU. contra el Islam. Así  que el panorama es desolador y frustrante para los musulmanes conversos, por ejemplo, que tienen que enfrentarse a la incomprensión de su nueva identidad, por parte de la familia, amigos y entorno. Y en cuanto a los emigrantes musulmanes, deben enfrentarse, como primera gran barrera, con los prejuicios y el racismo. Es cuestión de falta de educación e ignorancia. En colegios, por ejemplo, de algunas ciudades de España y Alemania, donde se pone especial atención en educar a los niños y jóvenes dentro del diálogo de civilizaciones y solidaridad con los pueblos más desfavorecidos, se vive claramente un ambiente más distendido y amable en sus barrios.

«A un árabe con dinero le llaman jeque; si es pobre, moro»

Un musulmán practicante no puede prescindir del Islam aunque se vaya a vivir en medio de Nueva York; sus principales señas de identidad viajan con él: Dios está en el centro de su vida. Pero eso no quiere decir que no se integre en la sociedad a donde vaya, en esa modernidad múltiple y colorida, a través de su propio camino, sabiendo muy bien resguardarse de lo que ve claramente como perjudicial para él y sabiendo aprovechar las cosas buenas que le ofrece un país «avanzado». Por mucho que fuese perdiendo en el viaje, en un supuesto dejarse tentar por el tramposo Occidente, la esencia del Islam estaría grabada en su corazón, en la frase: La il.laha il.la Allah «No hay más Realidad que Dios». Teniendo presente esta gran Verdad, este inmigrante musulmán, puede proteger su espíritu y, profundizando en ella, puede estar toda su vida en arrobamiento... aunque esté en medio de Nueva York. La fe puede perderse, se corre ese riesgo, pero ese mismo riesgo -aunque disfrazado de otra manera- también existe, viviendo al lado de una mezquita en cualquier país islámico. La fe es algo muy particular que unos sienten y tienen necesidad de alimentar y disfrutar y saben de ella como algo concreto aposentado en sus corazones. Otras personas la viven como algo muy difuminado, algo que conocen en teoría, algo que quisieran experimentar pero no saben cómo... En fin, la fe no se puede inculcar a la fuerza y vivir una religión sin fe -de forma abstracta- es algo penoso que crea confusión y frustración. Por último decir a esos emigrantes que no sufran inútilmente por sus hijos y no se martiricen con sentimientos de culpa al ver a los hijos crecer apartándose de sus raíces culturales, viéndoles, en su adolescencia, como sufren una crisis de identidad que es normal y necesita su tiempo de reflexión y cuestionamiento, para emerger, insha’Allah, con fuerza y sinceridad. Que sientan que han cumplido con su deber, si les han proporcionado previamente una educación integral dada con amor y flexibilidad. Si han conseguido establecer una corriente de confianza y entendimiento, si han sembrado las verdaderas semillas del Islam, el resto está en manos de Allah. Insha’Allah..

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www.islamoriente.com , Fundación Cultural Oriente

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