La Convocatoria General del profeta Mahoma

Un análisis de la vida del Profeta del Islam; Mahoma (Muhammad) (PB)

Por: Aiatollah Yafar Sobhani

Habían transcurrido ya tres años desde el inicio de la misión profética cuando el Enviado de Dios, luego de convocar a sus parientes según ya se relató, comenzó la proclama general del Islam.

Un día ascendió a la colina de Safa y con fuerte voz clamó: “la Sabaaha”, expresión comúnmente usada para advertir a las multitudes en una ocasión importante, o también para difundir públicamente noticias terribles. Su voz atrajo a un gran número de personas pertenecientes a .las diferentes tribus. Les dijo: “¡Gentes! Si yo afirmara que detrás de esta colina se halla un ejército enemigo que quiere atacaros, ¿me creerían?”. “Sí”, respondieron todos, “porque jamás te oímos mentir”. Entonces continuó el Profeta: “¡Gentes! Sálvense del Fuego (del Infierno). No puedo hacer otra cosa más que advertiros”. Luego agregó: “Mi posición ante ustedes es igual a la de la persona que divisa al enemigo desde lejos Y advierte a su pueblo de ello”.

Sus palabras infundieron temor en sus corazones. Uno de los líderes de la incredulidad, Abu Lahab, rompió el silencio diciendo: “¿Para decirnos esto nos has convocado?”. Y la muchedumbre comenzó a esparcirse.

La resistencia a las dificultades en pro de los objetivos.

La clave para obtener lo que se anhela depende de dos factores:

1) Tener fe en la meta a lograr; y 2) resistir y esforzarse por conseguirla. La fe es un estimulante interno que impulsa al ser humano a lograr sus objetivos pues presiente en ellos su felicidad. A menudo se soporta cualquier dificultad con tal de conseguir el objetivo, como el caso del enfermo que ingiere una medicina amarga sabiendo que lo curará.

En cambio si una persona duda del logro de lo que se propone, no toma medidas o simplemente se desanima en el curso de su acción, no obtiene ningún resultado. Concluimos entonces en que la fe es lo único que posibilita soportar las dificultades que se interponen ante el objetivo. Dice el Sagrado Corán: “Por cierto que quienes dicen: Nuestro Señor es Dios, y se consagran a El, los ángeles descenderán sobre ellos al morir y les dirán: ‘¡No temáis ni os atribuléis, más bien regocijaos con el Paraíso que os está prometido!’.” (41:30)

La resistencia y paciencia del Profeta (B.P.).

Las relaciones que fue tejiendo el Mensajero de Dios (B.P.) antes de generalizar su convocatoria al Islam y con posterioridad tuvieron como resultado la creación de un frente unido entre los creyentes que se oponía a otro, formado por la incredulidad y la idolatría. A los primeros musulmanes se unieron otros y una señal de alarma resonó en las reuniones de los inicuos. Para los idólatras quraishitas era muy fácil derrotar a un movimiento nuevo; pero esta vez se enfrentaban a un problema mayor, pues los miembros del movimiento pertenecían a distintas tribus. Tomar una decisión categórica a su respecto no era nada fácil (por la solidaridad tribal que desataría). Luego de muchas tratativas y propuestas decidieron que debía eliminarse la nueva religión. Primero intentaron hacerlo ofreciendo riquezas y sobornos. Ante el fracaso de este método comenzaron a amenazar, molestar y torturar a los musulmanes (que carecían de protección tribal). Su ofensiva se extendió a lo largo de 10 años hasta que finalmente decidieron matar al Profeta. Pero Dios quiso salvarlo y le ordenó emigrar a Medina.

En aquella época, la del comienzo de la ofensiva de los líderes quraishitas de la incredulidad, Abu Talib era el jefe del clan de Banu Hashim. Era un hombre muy voluntarioso y de corazón noble. Su casa era lugar de refugio de los huérfanos e indigentes. Era el líder de la Meca (por serio del clan más noble), y tenía en parte a su cargo los oficios de la Ka‘aba. Además gozaba de un gran respeto entre el pueblo. Dado que había sido el tutor de Muhammad y su tío, los incrédulos quraishitas decidieron visitarlo. Le dijeron: “Tu sobrino nos reprocha y critica nuestra religión. Se ríe de nuestros pensamientos y creencias. Denomina necios a nuestros padres y afirma que estaban extraviados. Ordénale que acabe con todo esto y ponlo en nuestras manos y prívalo de tu apoyo”.

Abu Talib, con sabias y suaves palabras decidió hacerlos desistir de su reclamo. Pero la influencia del Islam aumentaba día a día. En la época de la peregrinación, especialmente, en que la Meca se colmaba de gente venida de todos los lugares de Arabia, el Profeta proclamaba el Islam por religión. Su palabra sabia y elocuente y su doctrina verdadera impresionaba a las multitudes que concurrían a la Ka‘aba. Recién entonces los faraones de la Meca descubrieron que Muhammad había conseguido una gran popularidad en el seno de muchas tribus.

Entonces los principales de Quraish volvieron por segunda vez a ver a Abu Talib: “¡Abu Talib! Eres superior a nosotros por tu nobleza y por tu edad. Ya te hemos referido que anhelamos que tu sobrino abandone su religión pero no nos has hecho caso y ahora una última gota ha rebalsado la copa de nuestra paciencia. No podemos seguir soportando que critiquen a nuestros dioses y nos consideren bajos e ignorantes. Decide: O impides que continúe haciéndolo o lucharemos contra ti y también contra él hasta saber quién será el vencedor”.

Quien era el único refugio del Profeta, con toda inteligencia Y sabiduría, respondió que comunicaría sus palabras a Muhammad. Esta respuesta aplacaba sus furias y le permitía buscar una manera de solucionar el problema. Cuando los quraishitas se retiraron Abu Talib se entrevistó con Muhammad Y le habló de lo sucedido; no se descarta que Abu Talib quisiera aquilatar la fe de su sobrino.

El Profeta le respondió con una frase que muestra su jerarquía, su valor y la fe absoluta en su misión: “¡Querido tío! Juro por Dios que aunque pusieran el sol en mi mano derecha Y la luna en mi mano izquierda, no cesaría de proclamar el mensaje hasta triunfar o morir en el intento.” Muhammad atinó a retirarse cuando su tío lo llamó y le dijo: “Por Dios que jamás dejaré de apoyarte, sigue adelante, pues, con tu misión.”

La tercera visita de los quraishitas a Abu Talib.

La sostenida expansión del Islam desconcertaba e inquietaba a los quraishitas. Por tal motivo se reunieron y llegaron a la conclusión de que, dado que Abu Talib consideraba a Muhammad como su hijo, le ofrecerían un joven bello en adopción a cambio de su vida. Se presentaron ante él un día con Ammarat Ibn Walid, el joven más bello de la Meca y le dijeron: “Ammarat es poeta, hermoso, elocuente e inteligente, y estamos dispuestos a entregártelo en adopción si nos prometes dejar de apoyar a tu sobrino y lo pones en nuestras manos.” Abu Talib les respondió muy irritado: “¡Qué mala transacción me proponen! ¿Pretenden entregarme a un hijo vuestro para que lo eduque Y lo alimente, y a cambio de ello pretenden que les entregue al mío para que sea asesinado?”

La última solución.

Y finalmente los quraishitas arribaron a la conclusión de que jamás conseguirían satisfacer a Abu Talib, Y de que éste, a pesar de no declararse musulmán, sentía un gran afecto Y simpatía por la fe de su sobrino. Decidieron entonces convencer a Muhammad por medio del otorgamiento de cargos, riquezas Y hermosas mujeres. Se dirigieron todos a la casa de Abu Talib. Muhammad estaba sentado junto a su tío.

El vocero del grupo comenzó a hablar: “¡Abu Talib! Muhammad ha sembrado la desunión entre nosotros y se burla de nuestros dioses. Si lo que lo mueve en esto es la necesidad, pondremos a. su disposición .una gran fortuna. Si aspira a un cargo político lo nombraremos nuestro rey y obedeceremos sus órdenes. Si está enfermo Y necesita curación le traeremos a los mejores médicos.”

     Abu Talib le dijo al Profeta (B.P.): “Los principales de tu tribu han venido para pedirte que no ofendas más a sus ídolos para que te dejen en paz”. El Profeta respondió: “Yo sólo les pido que rindan el testimonio que los hará imperar sobre todos los árabes y que hará que los no árabes se les 'unan.” En ese preciso momento Abu Yahl se puso de pie y dijo: “Estamos dispuestos a repetir 10 veces ese testimonio si es necesario.” “Bien”, dijo Muhammad, “Digan: No hay más dios que Dios”.

Las palabras inesperadas del Profeta asombraron a los quraishitas y mientras perduraba su asombro y sorpresa se preguntaban. ¿Abandonar 360 dioses por un único Dios?, y finalmente se retiraron del lugar.

Los siguientes versículos fueron revelados con motivo del suceso recién mencionado: “Los mequinenses se asombraron de que se les presentara un amonestador de su raza, y los incrédulos dicen: ‘¡Este es un hechicero mentiroso! ¿Pretende hacer acaso de todos los dioses un solo Dios? Sin duda que esto es algo asombroso’. Y la nobleza se retiró diciendo: ‘¡Id y perseverad en vuestros dioses!’ ‘¡Por cierto que es algo ineluctable!’. No oímos esto en la última comunidad. ‘¡Esto no es sino una ficción!’.” (38:4/7)

Algunos ejemplos de las torturas de Quraish.

El día en que el Profeta rompió el silencio y desarmó a los incrédulos con su famosa frase: “Por cierto que aunque pusieran el sol en mi mano derecha y la luna en mi izquierda no cesaré de proclamar mi mensaje”, comenzó uno de los capítulos más tristes de su vida. Hasta ese momento los Quraishitas lo respetaban, pero cuando comprendieron que sus planes no alcanzarían -por las buenas- ningún resultado, cambió el curso de sus maquinaciones y decidieron detener a Muhammad a cualquier precio.

Con tal de lograr su objetivo no repararon en los medios, y en una de sus tantas reuniones decidieron molestar al Profeta, burlarse de él, y amenazarlo y torturarlo de todas las formas posibles.

Indudablemente, quien emprende una tarea de la magnitud de la encargada a los Mensajeros divinos, debe soportar con paciencia todo tipo de contrariedades y molestias, tanto físicas como espirituales. El Profeta (B.P.) además de poseer ese factor de fortaleza interior, espiritual (la fe, la paciencia, la certidumbre del triunfo final), contaba con un factor externo que lo protegía y apoyaba. Ese factor era el clan de Banu Hashim. El jefe de ese clan era Abu Talib, y cuando éste se enteró de la categórica decisión de Quraish consistente en torturar y molestar a Muhammad-, convocó a los integrantes del clan y los invitó a defender a Muhammad. Los musulmanes del clan y los demás por su parentesco con el Profeta decidieron protegerlo y resguardarlo de los inicuos. La excepción la constituyeron Abu Lahab y otras dos personas cuyos nombres se darán a conocer más adelante.

A pesar de todo, esta decisión de su clan no lo protegía por completo. Cuando se encontraba solo sus enemigos aprovechaban para molestarlo cuanto podían. Veamos algunos de estos episodios.

1) Cierto día Abu Yahl vio al Mensajero de Dios en el monte Safá -próximo a la Ka‘aba- Y comenzó a molestarlo Y a ofenderlo. Muhammad no le dio importancia y se dirigió a su casa.

Hamza, tío del Profeta, se encontró con un esclavo de Abdullah Ibn Yar‘an, cuando regresaba de cazar. Este, que había presenciado la escena entre Abu Yahl y el Profeta (B.P.), le dijo: “¡Abu Ammarat! (sobrenombre de Hamza) ¡Ojalá hubieras estado aquí hace unos minutos y habrías visto cómo Abu Yahl maltrató a tu sobrino!”. Enojado por lo que había escuchado Hamza se dirigió hacia las proximidades de la Ka‘bah donde Quraish realizaba un festín, con el fin de vengar la ofensa sufrida por su sobrino. Cuando llegó allí vio a Abu Yahl, se acercó a él y alzando su arco lo golpeó fuertemente en la cabeza abriéndole un profundo tajo, y le imprecó: “¿Te atreves a ofenderlo a pesar de que creo en él? ¡Si eres tan valiente lucha conmigo!”.

En ese preciso momento un grupo de personas pertenecientes a la tribu de Bani Majzum se alzó en su contra, pero como Abu Yahl era muy astuto y político, no consideró conveniente derramar sangre en ese momento, y reconoció que Hamza tenía razón.

Este acontecimiento marca el ingreso al Islam de Hamza, un guerrero notable Y muy respetado que posteriormente se convertiría en el mayor comandante del Islam hasta su martirio, un hito de gran importancia para reforzar la protección y el apoyo al Profeta y también para el fortalecimiento de los musulmanes. Los propios quraishitas consideraron la adhesión al Islam por parte de Hamza como un gran factor de progreso del Islam.

2) La acelerada expansión del Islam molestaba terriblemente a los quraishitas. No había día en que no recibieran noticias de que alguien más se unía a sus filas. En cierta reunión Abu Yahl, enemigo acérrimo del Profeta y uno de los oligarcas de la Meca, dijo a sus pares: “¡Grupo de Quraish! ¿No ven como Muhammad insulta la religión de nuestros padres y nos llama ignorantes? Por cierto que mañana estaré al acecho, tomaré una piedra y con ella le destrozaré la cabeza cuando se encuentre prosternado.”

Al día siguiente el Profeta ingresó al recinto de la Ka‘aba para orar, mientras un grupo de los inicuos, que conocían la intención de Abu Yahl, observaban aguardando los acontecimientos. Cuando el Profeta estaba prosternado la frente en el piso, su viejo enemigo se le acerco. De pronto se detuvo, como paralizado por el terror Y su cuerpo comenzó a temblar. Atemorizado y con el rostro pálido retornó con el grupo que observaba. Cuando todos le preguntaron: “¿Qué pasó Abu Hakam?”, con voz muy débil, que reflejaba su miedo y su desconcierto, respondió: “En el momento de concretar mi intención se presentó a mis ojos una horrible escena. ¡Jamás en mi vida había visto algo semejante! Por eso desistí.”

Una fuerza superior había ayudado milagrosamente al Profeta contra su peor enemigo, y lo salvó según la promesa de Dios en el Sagrado Corán: “Porque te bastamos para aniquilar a los escarnecedores” (15:95).

3) Las molestias que sufría el Profeta (B.P.) de parte de su tío Abu Lahab y su esposa Umm Yamil excedían todo límite. Su casa se encontraba próxima a la del Mensajero de Dios y cada vez que él pasaba por allí ninguno de los dos se privaba de arrojarle toda clase de desperdicios sobre su cabeza. Cierta vez el objeto arrojado fue el estómago de una oveja. Y llegó el día en que Hamza no pudo contener más su ira y arrojó otro estómago de oveja sobre la cabeza de Abu Lahab.

MOLESTIAS DE LOS QURAISHITAS A LOS MUSULMANES

El progreso del Islam en el comienzo de la misión profética de Muhammad (B.P.) fue el resultado de diversos factores, de los cuales uno muy importante fue la firme resistencia de los primeros musulmanes. A tal punto que es instructivo referir algo sobre la notable firmeza y paciencia de aquellos primeros fieles que se desenvolvían en un ambiente pagano. Veremos a continuación algunos ejemplos de tal conducta, restringiéndonos a los musulmanes desprotegidos de la Meca, pues luego expondremos muchas de sus historias en los capítulos contiguos al de la emigración.

Bilal de Etiopía.

Los padres de Bilál habían ingresado en Arabia como prisioneros esclavos y provenían de la actual Etiopía. Bilál, que luego se convertiría en el primer muezin (quien llama a la oración) del Islam, era esclavo de Umaiiat Ibn Jalaf, uno de los enemigos más encarnizados del Profeta. Cuando Muhammad fue respaldado por sus parientes, Umaiiat comenzó a torturar a Bilal, que había adherido al Islam, y lo hacía en público como demostración de venganza. Lo acosaba particularmente en los días más calurosas: lo obligaba a recostarse sobre piedras calientes, o sobre la ardiente arena del desierto con el cuerpo semidesnudo y luego colocaba una gran piedra caliente en su pecho. Le decía: “No te dejaré en paz hasta que mueras salvo que te arrepientas y vuelvas a adorar a Lat y Uzza o reniegues de tu actual creencia”. Pero Bilál seguía respondiendo “Ahad” (“Único”, testimoniando la Unidad de Dios). La paciencia y firmeza de este esclavo negro que soportaba sin desfallecer las torturas de este incrédulo sorprendía a todos. Uaraqat Ibn Naufal, el sabio árabe cristiano que ya mencionamos, lloró por Bilál y dijo a Umaiiat: “Por Dios que si lo matas en estas circunstancias haré de su tumba un santuario”. A veces para intensificar la tortura este impío ordenaba a los niños atar una soga al cuello de Bilál y pasearlo por las calles de la ciudad. En la primera batalla librada por el Islam, la de Badr, Umaiiat y su hijo fueron tomados prisioneros por el ejército musulmán. Algunos creyentes no consentían a la ejecución de Umaiiat, pero Bilál dijo: “Es el jefe de la incredulidad y debe ser ajusticiado”. Por su insistencia se procedió a ejecutarlos.

El sacrificio de Ammar Ibn Iaser y sus padres.

Ammar y sus padres fueron de los primeros musulmanes. Cuando el núcleo de la difusión del Islam estaba en casa de Arqam Ibn Abi AlArqam los tres adhirieron al Islam. Ibn Azir escribe que el día que los incrédulos se enteraron de su conversión hicieron todo lo que estaba a su alcance para perseguirlos y torturarlos. Los obligaron a abandonar su casa durante las horas más calurosas del día y a permanecer bajo el sol y el viento ardiente del desierto. La tortura se repitió tantas veces que el padre de Ammar encontró el martirio. Sumaiah, la madre de Ammar, reprochó cierto día a Abu Yahl el martirio de su esposo, y entonces este individuo que se destacó siempre por su crueldad extrema e insensibilidad, le dio muerte allí mismo con su lanza.

El trágico destino sufrido por esta pareja impresionó mucho al Mensajero de Dios. Cierta vez él los vio cuando los torturaban y les dijo con los ojos llenos de lágrimas: “¡Familia de Iaser!, perseveren que su morada será el Paraíso”. Luego de martirizar a sus padres los incrédulos se volvieron contra Ammar y lo torturaron utilizando el mismo método que con Bilál. Para salvar su vida Ammar no tuvo más remedio que atestiguar falsamente que negaba el Islam. Se arrepintió luego de haberlo hecho y con los ojos bañados en lágrimas se dirigió al Profeta y le contó lo sucedido. Muhammad (B.P.) le preguntó: “¿Eso ha cambiado tu fe?” “Mi corazón rebosa de fe”, contestó Ammar. Entonces le aconsejó el Profeta (B.P.): “No temas y ocúltala para que te salves de la maldad de estos inicuos”.

El versículo coránico que dice: “Salvo quien sea constreñido a ello con su corazón firme en la fe”. (16:106), fue revelado con motivo de lo ocurrido a Ammar.

Otra versión de esta historia.

Otra versión indica que cierta vez Abu Yahl decidió interrogar a la familia de Iaser la que carecía de protección (tribal) en la Meca. Mandó preparar entonces una fogata y se hizo de un látigo. Los torturó entonces con fuego, latigazos y heridas de puñal. Estas escenas se repitieron hasta que Iaser y Sumaiah murieron mártires sin renegar de su fe. Los jóvenes quraishitas que estaban allí y que solían presenciar estos acontecimientos, aunque contrarios al Islam, ayudaron a Ammar, que tenía el cuerpo lleno de heridas, a enterrar a sus padres.

Abdullah Ibn Mas'úd.

Cierta vez que los musulmanes que habían adherido clandestinamente a la nueva fe se encontraban reunidos conversando, surgió la idea de hacerles escuchar a los quraishitas la palabra del Corán. Uno de ellos sostenía que sería muy beneficioso que alguien tuviera la valentía de presentarse ante la Ka'aba y hacerlo. Abdullah Ibn Mas'ud se ofreció para la tarea y, mientras los jefes quraishitas se encontraban en una de sus reuniones en la Ka‘aba él llegó y comenzó a recitar los siguientes versículos del Sagrado Corán: “En el Nombre de Dios, el Graciabilísimo, el Misericordisísimo. El Graciabilísimo, enseñó el Corán. Creó al hombre, le enseñó la elocuencia. El sol y la luna recorren su órbita sistemáticamente. Los vegetales y los árboles se inclinan prosternándose ante El. Y elevo el firmamento, y estableció la balanza de la Justicia, para que no defraudéis en el peso... “(55: 1 a 8)

Las elocuentes frases de la sura coránica estremecieron de miedo sus corazones y para impedir que influenciaran a los presentes atacaron a Abdullah, pegándole tanto que comenzó a manar sangre de todo su cuerpo. Volvió con los creyentes y el Profeta en un estado lamentable. No obstante y a pesar de todo habían logrado que los incrédulos escuchasen el Corán y su palabra de vida.

Abu Dharr.

Abu Dharr fue la cuarta o quinta persona que ingresó al Islam en los primeros tiempos de la Revelación. Se cuenta así entre los primeros creyentes y, según el Sagrado Corán, los primeros creyentes gozan de una destacada posición pues son los más próximos a Dios. En otros versículos el Corán señala el mayor mérito de quienes creen antes de la victoria respecto de los que creen después de ella: “Los primeros musulmanes son los primeros entre los emigrantes mequinenses, los secundadores del Mensajero y quienes imitaron su glorioso ejemplo. Dios se complacerá de ellos y ellos se complacerán de El, y les ha destinado jardines bajo los cuales corren los rios, donde morarán eternamente. ¡Tal será la bienaventuranza!” (9:100).

Jamás podrán equipararse quienes hayan contribuido y combatido antes de la victoria (de la Meca) con quienes hayan contribuido y combatido tardíamente, pues aquellos gozarán de mayor dignidad, aunque Dios haya prometido a ambos la bienaventuranza, porque Dios está enterado de cuanto hacéis.” (57:10)

El primer vocero del Islam.

Cuando Abu Dharr adhirió al Islam el Enviado de Dios continuaba difundiendo su mensaje clandestinamente. La circunstancia requirió que él (Abu Dharr) ocultara su fe y abandonara la Meca disimulando su islamización. Pero su alma fuerte y luchadora no le permitía guardar silencio; se sentía obligado a luchar contra todo desvío e injusticia, ¿y qué desvío hay mayor al de prosternarse ante pedazos de madera o piedras en lugar de hacerlo ante Dios? Abu Dharr no podía soportar semejante escena y entonces le consultó un día al Profeta: “¿Qué debo hacer?”. Le respondió: “Lo que puedes hacer es difundir el Islam dentro de tu tribu. Vuelve a ella y espera mi orden.” Abu Dharr dijo entonces: “Por Dios que antes de volver con mi tribu he de romper la barrera que silencia la verdad del Islam y hacer llegar a la gente su voz”. Fue entonces a la Ka‘aba donde encontró a los quraishitas conversando vanidades y exclamó a viva voz: “Testimonio que no hay dios sino Dios y que Muhammad es el Mensajero de Dios”. La historia da así testimonio de que la voz de Abu Dharr fue la primera que se alzó en el ambiente incrédulo de la Meca, voz que provenía de un extranjero que no tenía parientes, ni protectores o tribu que lo protegiera en la Meca. Naturalmente sucedió lo que el Mensajero de Dios había previsto; apenas su voz resonó en la mezquita de la Ka‘aba los quraishitas lo atacaron y agobiaron a golpes, cruel e insensiblemente. Abu Dharr cayó desvanecido. La noticia llegó a oídos de Abbás, el tío del Profeta quien, con la finalidad de rescatarlo de los inicuos inventó un ingenioso argumento: “Ustedes son mercaderes, su ruta comercial pasa por la tribu de Gaffar y este joven pertenece a esa tribu. Si lo matan es posible que mañana el comercio quede en peligro y ninguna caravana comercial pueda pasar ilesa por esa ruta”. El plan de Abbás surtió efecto. Quraish dejó ir a Abu Dharr. Este, que ardía de fervor y fe, un luchador valiente, volvió a hacer lo mismo al día siguiente. Nuevamente le pegaron y Abbás por segunda vez adoptó la medida del día anterior y lo rescató. Si no hubiera sido por Abbás, Abu Dharr habría muerto en esas proclamas. No obstante no era una persona que se diera por vencido con facilidad. Unos días más tarde ocurrió un hecho similar. Abu Dharr vio a una mujer que, tras circunvalar la Ka‘aba se dirigió a adorar a los ídolos Osaf y Naele; lamentándose y llorando les rogaba lo que quería. Abu Dharr se entristeció por la ignorancia de aquella mujer. Para hacerle entender que esos ídolos carecían de poder y raciocinio le dijo: “Haga que se casen”. La mujer, irritada, gritó: “¡Tú eres un Saebí!” (Es decir: alguien que dejó la idolatría por el Islam). Sus gritos atrajeron a los jóvenes quraishitas quienes hicieron a Abu Dharr blanco de sus golpes. Un grupo de la tribu de Bani Bala lo socorrió en esta oportunidad.

La tribu de Gaffar ingresa al Islam.

El Profeta (B.P.) percibió la capacidad de su nuevo discípulo y su fuerza y firmeza en la lucha por la Verdad y contra la falsedad. No obstante, como todavía no había llegado el momento de luchar le ordenó regresar a su tribu y predicarle el Islam. Una vez allí Abu Dharr habló del Profeta y de los principios de la doctrina que él enseñaba. En primer lugar creyeron su hermano y su madre. Luego la mitad de la tribu de Gaffar se islamizó. El resto se islamizó tras la emigración del Profeta a Medina. Otra tribu, la de Aslam, imitando a la de Gaffar, visitó al Profeta y adhirió al Islam.

Tras las batallas de Badr y Uhud Abu Dharr se mudó a vivir en Medina.

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Las historias que hemos relatado son algunas de las tantas existentes, ya que, si reflexionamos sólo un poco, veremos que el número de mártires que cayeron por el Islam en los primeros tiempos fue mucho mayor.

LOS ENEMIGOS ENCARNIZADOS DEL PROFETA

Conocer a algunos de los enemigos del Islam implica describir sucesos que se produjeron luego de la emigración a Medina, por lo que aquí sólo daremos en forma breve sus nombres y características:

1) Abu Lahab. Era tío y vecino del Profeta y no cejaba en desmentirlo y a sus seguidores.

2) Asuad Ibn Abdu Iaquz. Era uno de los que más se burlaban de los musulmanes. Cuando veía entre ellos a los desprotegidos y pobres decía: “Estos pobres se creen que son los reyes de la tierra e imaginan que pronto serán los dueños del trono del rey de Persia.” La muerte no le dio tiempo a este inicuo para ver la realidad de lo que afirmaban esos musulmanes cuando se apoderaron de los reinos de Bizancio y Persia.

3) Ualid Ibn Mugairah Era uno de los líderes de Quraish y poseía una gran fortuna. Nos referiremos a él en el siguiente capítulo.

4) Umaiiat y Ubai. Ambos hijos de Jalaf. Un día Umaiiat tomó los huesos cariados de algunos muertos, se dirigió donde el Profeta y con tono burlón le dijo: “¿Tu Dios revivirá esto?”. A raíz de ello se revelaron los siguientes versículos: “¿Por ventura ignora el hombre que lo hemos creado de una gota de esperma? ¡Sin embargo, hele aquí impugnador encarnizado! Y nos propone comparaciones y olvida su propia creación, diciendo: ‘¿Quién podrá reanimar los huesos cuando ya estén cariados?’ Diles: ‘Los reanimará quien los creó por vez primera, porque Es conocedor de todas las creaciones’.” (33:77/78)

Estos dos hermanos murieron en la batalla de Badr.

5) Abulhakam Ibn Hisham. Por su fanatismo contra el Islam era llamado por los musulmanes “Abu Yahl” que significa “padre de la ignorancia”. El también fue uno de los muertos en la batalla de Badr.

6) Ass Ibn Ua'a. Era el padre de Amru Aas, y llamaba estéril al Profeta. Dice el Corán a su respecto: “¡Por cierto que quien te aborrezca, ese será estéril!” (108:3) La historia refiere que su descendencia no se prolongó más allá de dos o tres generaciones.

7) Aqabat Ibn Abi Mu‘it. No cesaba de molestar a los musulmanes. Existen muchos otros enemigos del Islam, como el caso de Abu Sufian, pero no nos referiremos a ellos para no extender demasiado el tema.

LA ISLAMIZACION DEL SEGUNDO CALIFA DEL ISLAM

El ingreso al Islam de los primeros musulmanes se producía por diversas causas. Muchas veces un pequeño acontecimiento motivaba la islamización de una persona o de un grupo. Un caso interesante de conocer es la islamización de Omar Ibn Al-Jattab.

Escribe Ibn Hisham: “De la familia de Jattab (padre de Omar) sólo su hija Fátima y su esposo Sa‘id Ibn Zaid habían adherido al Islam. Como las relaciones entre Omar y los musulmanes durante los primeros tiempos de la Revelación eran muy tirantes, fue considerado uno de los enemigos más encarnizados del Profeta. Por tal razón su hermana y su esposo le ocultaban su fe. No obstante Jabab Ibn Arat iba a su casa y les enseñaba el Corán.

La nueva situación que imperaba en la Meca como resultado de la prédica de Muhammad había irritado a Omar, pues veía que los estaba dominando la desunión y la discrepancia. Pensó entonces en erradicar la raíz de ella asesinando a Muhammad. Cuando investigó sobre el paradero del Profeta le dijeron: “Muhammad se encuentra en una casa vecina al mercado de Safá, y 40 personas como Hamza, Abu Bakr y Alí asumen su custodia.” Uno de los amigos íntimos de Ornar dijo: “Vi a Omar portando su espada y cuando le pregunté para qué la quería me contestó: ‘¡Estoy buscando a Muhammad que ha sembrado la desunión entre los quraishitas y se ha reído de sus mentes y ha despreciado a sus dioses, por todo eso voy a matarlo!’. Le dije: ‘¿Te engañas a ti mismo? ¿Acaso crees que los hijos de Abdu Manaf te dejaran con vida si lo haces? Si en verdad eres un hombre pacífico y reformista, primero reforma a tus parientes pues tu hermana Fátima y su esposo ya adhirieron al Islam’.” Las palabras de Na‘im   irritaron a Omar, y por tal motivo se volvió y se dirigió a la casa de su hermana. Cuando se estaba aproximando escuchó una voz que salmodiaba algo impresionante. Ni bien su hermana y el esposo lo divisaron ocultaron a su maestro en un galpón, situado en el fondo de la vivienda y Fátima escondió la hoja (del Corán) que contenía las palabras de Dios. Sin saludar Ornar dijo: “¿Qué escuché hace un momento?”. “Nosotros no oímos nada”, respondieron. “Me informaron que siguen a Muhammad”, dijo Omar. Esta última frase la pronunció con mucha ira y repentinamente atacó a su cuñado. Su hermana trató de defenderlo pero Omar la hirió en la cabeza con la punta de su espada. La indefensa Fátima, sacando energía de su fe, dijo: “Sí, somos musulmanes, creemos en Dios y en Su Enviado, ¡haz lo que quieras con nosotros!”.

La trágica escena y su hermana llena de sangre recriminándole hicieron temblar a Omar. Más tarde se arrepintió y le pidió a su hermana que le mostrara la escritura para poder meditar. Fátima, temerosa de que la destruyera, le hizo jurar que la devolvería intacta y él prometió que lo haría. Omar recibió entonces la hoja en que estaban escritas las siguientes aleyas: “TAHA. No te revelamos el Corán para que te mortifique, sino como una exhortación del timorato; revelación de Quien creó la tierra y los sublimes cielos, el Graciabilísimo que asume el mando. Suyo es cuanto existe en los cielos, cuanto hay en la tierra, lo que hay entre ambos y cuanto existe bajo la tierra. “(20: 1/5)

Estos hermosos y elocuentes versículos impresionaron mucho a Omar. El hombre que hasta hacía unos segundos atrás era el mayor enemigo del Islam, decidió adoptarlo como religión. Se dirigió enseguida hacia la casa que habitaba el Profeta (B.P.). Llegó y llamó a la puerta. Uno de los compañeros de Muhammad se levantó, miró a través de una hendija de la puerta y vio a Omar con la espada en la mano. Inmediatamente se dirigió donde el Profeta (B.P.) y le comunicó que Omar se encontraba allí. Hamza dijo: “Déjalo entrar, si viene con buenas intenciones le daremos la bienvenida, en caso contrario lo mataremos”. El trato que evidenció Omar para con el Profeta y el arrepentimiento que se reflejaba en su rostro por lo que había cometido eran signos evidentes de su definitiva decisión. Desde ese día adhirió al Islam dando el testimonio de fe en presencia de Muhammad (B.P.) y sus compañeros.

Fuente: La Historia de Mahoma (PB); Vida del Profeta Muhammad (PB) e historia de los orígenes del Islam, Editorial Elham Shargh

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