Guías para la humanidad

(Desde la perspectiva islámica)

Por: Ayatola Dr. Muhammad Husain Beheshtí y Ayatola Dr. Muhammad Yauád Bahonar

Todos los seres humanos están ceñidos por el preciado lazo de la eternidad y toda persona sensata puede realizar su existencia a través de su discernimiento natural. Sin embargo en la socie­dad humana hay algunas personas brillantes que tienen una conciencia más clara de ello. Su hablar y su conducta son un ejemplo notable de la ligazón del hombre con la eternidad y su rol creativo en el conoci­miento y la práctica. Estos hombres son los profetas.

Los profetas son capaces de recibir mensajes, es decir, la Reve­lación, directamente del mundo eterno. Estos mensajes son tan lúcidos y tan esclarecedores que iluminan toda su existencia, desenmarañando los hechos que son desconocidos por otros. Ven la verdad tan claramen­te como si fuesen video receptores con forma humana. Se instruyen con esa realidad y luego la transmiten a otros por orden de Dios. A esto se llama profecía. Los mensajes que reciben los profetas dejan una impresión profunda y maravillosa en sus almas y personalidad. Virtualmente les “resucita”, estimula sus fuerzas interiores y produce dentro de ellos una revolución constructiva y fructífera sin preceden­tes comparada con la de otra gente.

RASGOS DISTINTIVOS DE LOS PROFETAS

Estos modelos de hombres que establecieron contacto con la Fuente de la Existencia a través de la Revelación, tienen ciertos rasgos y particularidades distintivas. Nos proponemos arrojar un poco de luz sobre ello.

1. —Milagros

Todos los profetas enviados por Dios están capacitados por El con una facultad extraordinaria por medio de la cual obran uno o más mi­lagros, los cuales dan testimonio de la veracidad de su misión. El Corán llama a estos milagros realizados por los profetas con el permiso de Dios “aiát” o signos de su profecía. En vista de que esos milagros son inimitables por otras personas que no sean profetas, la metafísica tra­dicionallos llama “muyizat” (portentos o milagros).

De acuerdo al Corán, la gente en todas las épocas pidió a sus res­pectivos profetas que obren milagros. En caso de que tal pedido pro­viniese de gente sincera y realmente interesada en determinar la verdad y estar segura que la profecía invocada correspondía a un profeta, éste accedía a su razonable pedido. Pero si la demanda era hecha por un motivo distinto al de la búsqueda de la verdad, como por ejemplo el buscar hacer un negocio para lo cual la gente decía que aceptaría el mensaje del profeta si este producía un cerro de oro, y de esta manera se volverían ricos, los profetas rechazaban el pedido.

2. —Infalibilidad

Infalibilidad significa inmunidad al pecado y al error. Los profe­tas no cometieron pecados ni estuvieron expuestos al. error respecto a su acción y misión. Debido a esta inmunidad es que se puede poner en ellos la máxima confianza. Veamos cuál es la naturaleza de esta infali­bilidad. ¿Significa que en cualquier momento que fuesen a cometer un pecado o un error viene a ellos un mensajero divino invisible y les impide cometerlo?

¿O es tal su naturaleza que no son capaces de cometer percado u error, como por ejemplo, un ángel no comete adulterio porque el está libre de incitaciones sexuales, o una máquina de calcular no come­te errores debido a que no tiene cerebro? ¿O la infalibilidad de los pro­fetas se debe a su discernimiento y al grado de su fe?

Como ya dijimos, en nuestra opinión la infalibilidad de los profe­tas es del tercer tipo. El hombre tiene la voluntad de elegir. El elige su acción sobre la base de las ventajas o desventajas y la ganancia o pérdida que involucra. Es imposible que vaya a elegir cualquier cosa que no le reporte alguna ventaja, o que involucre serias desventajas. Un hombre inteligente, interesado en su vida, nunca se arrojará desde lo alto de un cerro ni tomará un veneno absolutamente mortífero.

Los individuos varían en el grado de fortaleza de su fe y en el gra­do de conciencia de la consecuencia de sus pecados. Cuando más gran­de es su fe y más grande su conciencia de las desventajas involucradas en el pecado, más perspicaces son para evitar el mismo. Personalmen­te conocemos algunas personas altamente piadosas, en las que esa condición cumple el papel de una naturaleza o carácter secundario que les mantiene alejadas del pecado.

Frente a cualquiera que fuese a atribuirle un pecado a esas personas, deberíamos oponernos automáticamente a dicha imputación por estar absolutamente de que el cargo es falso.

Cuanto más elevado el grado de la fe y más grande la tendencia moralmente buenos, menor es la posibilidad de cometer un peca­do. Si la fe es absolutamente perfecta, esta posibilidad es cero. Una persona que logra este grado de fe siente que cometer un pecado es tan malo como un veneno mortífero o tirarse desde lo alto de un cerro.

Este es el estado al que denominamos de infalibilidad. De esta manera la infalibilidad es el resultado de la perfección de la fe y la excelencia moral. Porque siendo infalibles no es necesaria nin­guna fuerza externa ni es necesario que por naturaleza deba tenerse cualquier tendencia a cometer algún pecado. Para nadie es honrosa o meritoria la capacidad de cometer pecados o no cometerlos solamente porque hay un gran impedimento que lo evita. Alguien así es como una persona que no puede robar solamente porque está encarcelada. ¿Me­rece en ese caso crédito alguno por su honestidad e integridad?

En cuanto a la inmunidad al error es el resultado del discernimien­to o perspicacia de los profetas. Una persona comete un error cuando es incapaz de observar directamente la verdad y la obtiene solamente por medio del cálculo mental. Tales cálculos pueden llevar al error. Pero si tiene la facultad de ver la verdad directamente, no hay posibilidad alguna para tal error.

Tal es el caso de los profetas. Ellos tienen un contacto directo con la realidad. Como la realidad está bien definida, no puede haber nin­gún error en su identificación. Veamos un ejemplo. Si ponemos 100 granos de trigo en un utensilio y repetimos la misma acción 100 ve­ces, tendremos 10.000 granos en el mismo. Ni más ni menos. Pero al momento de contar podemos equivocamos. Podemos tener la errónea impresión de que hemos puesto los granos 99 o 101 veces. Consecuen­temente, podemos pensar que hay 9.900 granos o 10.100 granos en total. Pero este mal entendido no puede modificar la realidad. El nú­mero de granos seguirá siendo de 10.000. Ni más ni menos. Quien lo sabe con certeza estará seguro de esa cantidad y la encontrará exacta­mente al contarlos.

DIFERENCIAS ENTRE UN PROFETA Y UN GENIO

De lo dicho puede ser deducida la principal diferencia entre un profeta y un genio. Un genio es una persona facultada con una capa­cidad intelectual y de cálculo extraordinaria. Percibe las cosas por me­dio de los sentidos, trabaja esos datos, determina las cosas por medio de su capacidad de cálculo, y arriba así a un resultado nuevo e interesante.

Ocasionalmente puede equivocarse. Pero un profeta, además de estar facultado con capacidad de análisis, de pensamiento e intelec­tual, también está capacitado con una facultad adicional llamada Reve­lación, que le familiariza con la realidad directamente. Solamente los profetas tienen esa facultad y a eso se debe que el caso del profeta sea realmente distinto al del genio. Como pertenecen a dos categorías diferentes, no puede haber comparación entre ambos. Si comparamos la capacidad de visión de una persona con la capacidad auditiva de otra, eso es equivocado. La eminencia de un genio yace en su capaci­dad de pensamiento e intelectual, mientras que la superioridad de un profeta es el resultado de su contacto con la Fuente de la Existencia y el de poseer una facultad totalmente distinta, conocida como Revela­ción. Por lo tanto, ambos casos son realmente diferentes uno de otro.

3. —Liderazgo dinámico

Aunque un profeta comienza su marcha espiritual hacia Dios apar­tándose de la gente, lo cual se debe entender como introversión, even­tualmente retorna a la gente con vistas a reformarla.

En idioma árabe hay dos palabras para designar a un profeta: Nabí y Rasúl. Literalmente Nabí significa “el que trae noticias” y Rasúl significa “el que es enviado con un mensaje”. Un profeta comu­nica el mensaje de Dios a la gente y a partir de allí actualiza sus facul­tades latentes. Llama a las personas a Dios y los anima a buscar Su Complacencia. En otras palabras, llama a la gente a la reforma, la liber­tad, la integridad, la justicia, el amor, la paz, la lucha por las causas justas y a otras virtudes. Libera a la gente de la esclavitud a sus pasio­nes y a otros falsos dioses. La tarea esencial de un profeta es guiar a la gente, infundirles un nuevo espíritu y organizadas para complacencia de Dios y para bien de la humanidad.

4. —Celo inigualado y tremenda firmeza en la lucha contra el politeísmo, la ignorancia y la corrupción

Como los profetas gozan del apoyo divino, nunca se olvidan de la misión confiada a ellos por Dios. Debido a ello es que son extra­ordinariamente sinceros en la misma. No tienen otro objetivo más que la guía de la gente y nunca le piden a ésta que les paguen los servicios prestados. En la sura “Ash-Shura” (La asamblea, 42), el Corán ha reproducido sumario del diálogo entre una serie de profetas y sus pueblos. Cada profeta entrega un tipo de mensaje con referencias particulares a los problemas o problema enfrentados por sus respectivos seguidores de todos modos, un punto en común en el mensaje de todos los profetas es “yo no os pido salario a cambio”.    ­

El mensaje de los profetas siempre estuvo acompañado de una firmeza sin par. Como ellos no abrigaban ninguna duda sobre su misión, propagaban y defendían su mensaje con una firmeza realmente incom­parable.

Cuando Musa ibn Imran (Moisés) junto con su hermano Harún (Aarón) hablaron al Faraón y lo invitaron a creer en Dios, todo lo que tenían como equipo consistía en ropas de un género tosco y andrajoso sobre sus cuerpos Y bastones de madera en sus manos. Faraón quedó perplejo cuando ellos le dijeron firmemente: “Tu caída es inminente si rechazas nuestro llamado, pero si lo aceptas, nosotros garantizaremos tu honor.” ­

Muhammad[1], el Santo Profeta del Islam, en los primeros días de su misión, cuando eran muy pocos los musulmanes, llamó una vez a los principales jefes quraishitas (la tribu más importante de la Meca, que gobernaba la ciudad y eran su mismo clan) y les comunicó su men­saje. Declaró firmemente que el Islam estaba destinado a convertirse en universal y que el bienestar de ellos radicaba en abrazarlo. Los qu­raishitas estaban tan sorprendidos que se miraron unos a otros y se dis­persaron sin decir palabras. Debido a un coraje así y al ardor puesto, es que los profetas nunca transigieron en lo que hace a los principios.

Cuando Abu Tálib, el tío del Profeta, comunicó a éste la oferta de los quraishitas, a saber: que estaban dispuestos a hacerlo su rey, a darle en matrimonio a la muchacha más bella de entre ellos ya conver­tirlo en el hombre más rico de la tribu y la ciudad, todo a condición de que renunciara a su afirmación de que era un profeta, respondió: “¡Por Dios! Incluso si pusieran el sol en mi diestra y la luna en mi iz­quierda, no renunciaría a mi misión.”

5. —Bienestar general

Los profetas impulsan a los individuos y a la sociedad a moverse en la dirección que los conduce a realizarse a fin de asegurar el bienestar humano. Nunca hacen nada que pueda arruinar a un individuo o a la sociedad.

6. —Vida personal normal

Aunque los profetas tienen muchos aspectos extraordinarios como el obrar milagros, la infalibilidad, un liderazgo dinámico, logros cons­tructivos inigualables y una lucha constante contra la ignorancia, el po­liteísmo y la tiranía, son, sin embargo, seres humanos y tienen todas las características humanas. Al igual que otros hombres comen, duermen, caminan, tienen mujer e hijos y en su momento mueren. Están sujetos a todas las necesidades y requerimientos humanos. Tienen que cumplir todos esos deberes que a través de ellos son ordenados a los demás.

Las reglas de lo legal e ilegal se aplican igualmente a ellos. En ciertos casos están obligados a cumplir más deberes religiosos. Por ejemplo, en el caso del Santo Profeta, estaba obligado a guardar vigilia y ofrecer oraciones durante las últimas horas de la noche. En todo caso los pro­fetas no se auto absuelven de ningún acto obligatorio. Temen a Dios, igual o incluso más que otros. Cumplen más actos de adoración que sus seguidores y discípulos. Cumplen con las oraciones, observan el ayuno, realizan la peregrinación y toman parte en el “yihád” (Combate por la Causa de Dios). Pagan zakat (la caridad obligatoria a los pobres) y trabajan por el bienestar de los demás. Para ganarse su sustento traba­jan y no les gusta ser una carga para otros. La única diferencia entre los profetas y la gente en general, es que los primeros recibieron la Re­velación y tienen la cualificación necesaria para predicar el mensaje de Dios. Sin embargo, estas cualificaciones no les excluye de la catego­ría de seres humanos. Su vida personal y privada no es diferente a la de las demás personas. De haber sido distinta, no podrían haberse vuelto un modelo para los demás. Se espera que cualquiera interesado en su bienestar moldee su vida de acuerdo a la vida de los profetas. De acuerdo al Corán si Dios hubiese enviado a un ángel corno profeta, debería haber aparecido bajo la forma humana y debería haber hablado y vivido como los seres humanos. (Ver Sura "Al-An'am, El ganado -6-, versiculo 9).

ROL DE LA REVELACION EN LA VIDA HUMANA

Como dijimos anteriormente, la Revelación juega un papel básico en la vida de los profetas. Todos o la mayoría de los rasgos distintivos de sus vidas tales como la infalibilidad, el liderazgo auténtico, la firme­za y el esfuerzo sin par por el bienestar de todos, se basan en la misma.

Hemos visto como la Revelación produce una revolución prove­chosa y fructífera en la vida de los profetas. Veamos ahora que papel juega en nuestras vidas.

La Revelación no puede jugar un papel directamente en nuestras vidas a menos que reconozcamos a los profetas y tomemos conciencia de esta extraordinaria fuente de conocimiento y creencia. Si no cree­mos en los profetas, nuestra única fuente de conocimiento será la pro­pia experiencia y nuestros ideales. Pero después de haber reconocido a los profetas y estar completamente convencidos de que ellos tienen acceso a una nueva fuente de conocimiento y que la enseñanza que ellos aseguran haber recibido, a través de su contacto directo con la Fuente de la Existencia, no son sus ideas personales o producto de sus expe­riencias individuales, sino un claro mensaje del Creador, la Revelación asume entonces automáticamente un papel destacado en nuestras vi­das. A través de los profetas accedemos a una nueva fuente de conoci­mientos respecto al inicio y el fin de este mundo y la manera de llevar una vida correcta. Una persona apartada de los profetas tiene solamen­te acceso a una fuente de conocimiento; es decir, a su propio pensa­miento y experiencia. Pero la persona que los acepta tiene dos fuentes: su propio pensamiento y experiencia como así también la revelación.

RELACION ENTRE CONOCIMIENTO, RAZON Y REVELACION

La mutua relación entre conocimiento, razón y Revelación puede ser fácilmente inferida de lo que hemos dicho, porque los tres tienen la misma meta, es decir, el descubrimiento de la verdad y su utilización en la vida del ser humano. Pero en lo que hace a su dependencia, no están en la misma categoría. La Revelación es cien por ciento segura y sin ambigüedades. Está inmune de todo error. Pero lo fidedigno del conocimiento y la razón no es un cien por ciento, porque a menudo está la posibilidad del error. Un estudio comparativo de las realidades a través del conocimiento y la razón y las que se aprenden a través de la Revelación, muestra que no existe la menor contradicción entre ellas. Dondequiera que aparezca la contradicción se trata de que el caso no se basa en una revelación auténtica o el veredicto del conocimiento y la razón es una simple aproximación. Y sin oponerse al hecho de que tenga la forma de una ley científica y bastante valor práctico, su importancia es solamente relativa.

A esto se debe que el Corán, la Revelación divina pura, anima incesantemente a pensar, sopesar, analizar y aprender. El Corán quiere que todos ejerciten sus facultades mentales completamente y que bus­quen aprender cada vez más. A la vez encontramos que la ciencia práctica, imparcial, y el razonamiento realista, no solamente no están en conflicto con el Corán y su sistema, sino que defienden la necesi­dad de la devoción del ser humano a Dios, a los profetas y al sistema implantado por ellos. Quieren que el hombre trabaje con ahínco por mejorar él y su entorno y resulte beneficiado por ambas fuentes del conocimiento que Dios puso a su disposición.

Fuente: libro INTRODUCCION A LA COSMOVISION DEL ISLAM; Editorial Elhame Shargh

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[1]  Muhammad lbn Abdallah que es conocido en occidente por deformación fonética del árabe como “Mahoma”. Se lo designa en general sea como el Profeta o como el Mensajero en esta obra. El Profeta Muhammad, con él sean la Bendición y la paz y con su descendencia purificada, vivió entre los años 570/1 a 631 d.c. A la edad de 40 años (lunares) recibió el encargo de la profecía y comenzó a recibir la revelación del Sagrado Corán, lo cual se extendió por un lapso de 23 anos (luna­res), hasta su fallecimiento. Nació en la Meca; quedó huérfano de padre antes de nacer y de Madre a los pocos años de vida. Creció muy respetado por su comunidad por sus virtudes y nobleza que ya preanunciaban la misión a que estaba destinado. Ante la severa oposición que sufrió en su ciudad natal: la Meca, por parte de la oligarquía nativa, emigró a la ciudad vecina de Medina alrededor del año 12 de la misión. Allí comenzó la expansión lenta pero sostenida del Islam. Ocho años más tarde el Profeta entraba triunfante en la Meca, y a su muerte, toda la península árabe, ante un mosaico de tribus rivales, constituía una unidad con el Islam, la nueva religión, como centro. (Nota del Editor)

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