El hombre de nuestra era

Autores: Muhammad Husain Beheshtí y Muhammad Yauád Bahonar

 

Desde el punto de vista de la disponibilidad de facilidades para la vida, el hombre de nuestra época ha alcanzado un gran nivel. Los innumerables descubrimientos e invenciones le han provisto de oportunidades que anteriormente le parecían totalmente fantásticas.

Los instrumentos automáticos y los implementos electrónicos han hecho posible cosas que hasta ahora eran imposibles. Apretando un botón puede obtener lo que quiere: agua, aire, calor, frío, alimento y vestimenta están todos disponibles inmediatamente. Las ondas radiales llevan la voz a los rincones más apartados del mundo en un abrir y cerrar de ojos. Y no solamente la voz sino también la imagen.

Los ingenios aéreos han dominado la vastedad del espacio. Con facilidad y rapidez el hombre vuela más fácil, ligeramente y a una mayor distancia que las legendarias alfombras voladoras.

Los astronautas han abierto el camino a los planetas para el hombre y ahora un viaje a la luna y otros planetas parece ser tan simple como ir de una ciudad a otra.

Los nuevos descubrimientos científicos e industriales se han expandido de tal manera en nuestra era que resulta difícil enumerarlos.

Se puede decir que la naturaleza ahora está empeñada en descubrir, en el tiempo más corto posible para el hombre de nuestro siglo, todos los innumerables secretos que guardó en su seno durante miles de años.

Como resultado de la familiarización del hombre con los secretos de la naturaleza y sus maravillosos descubrimientos para el control y explotación de las fuerzas naturales, el hombre de nuestra era ha alcanzado el cénit del bienestar material y ha convertido toda la tierra en un lugar bien provisto y magnífico para su propio beneficio, con el objeto de llevar una vida alegre y segura, llena de felicidad, con lo que siempre ha soñado.

ANIMALES ÁVIDOS

Lo anterior es una cara de la moneda. Pero también está la otra cara. La civilización material de hoy día a resuelto muchos problemas de la vida humana y ha dado al hombre un poder deslumbrante para controlar la naturaleza. Pero al mismo tiempo el hombre ha elogiado y exagerado tanto la filosofía del tener más y más, que se convierte en un animal codicioso Y ávido, que en todo el día no se preocupa sino de aumentar la producción y el consumo y no piensa en otra cosa.

El materialismo y la preocupación excesiva por las cuestiones económi­cas lo han convertido en una máquina. Está siempre ocupado en la ob­tención de sus medios de vida o en encontrar los medios para llevar una vida cada vez más lujosa. Esta situación está tan ampliamente ex­pandida que la vida de la mayoría de los hombres de nuestra época está casi desprovista de otros contenidos valiosos.

Hubo un momento en que el hombre daba mayor valor a su li­bertad, e incluso sacrificaba su vida en función de ella. Ahora se ha vuel­to un esclavo de la producción y el consumo, renunciando a su amor a la libertad en el altar de la nueva deidad.

Con el progreso de la civilización material las necesidades de con­sumo del hombre han aumentado y la manera de satisfacerlas ha aumen­tado su complejidad al grado de que muchas personas sacrifican su bienestar físico y moral para alcanzar ese fin.

En la sociedad materialista de hoy día han sido puestos a un lado todos los elevados valores humanos o, se puede decir, que incluso los valores morales son mirados solamente desde un ángulo materialista.

En las principales partes del mundo la verdadera infraestructura de la educación y aprendizaje está basada solamente en la obtención de be­neficios económicos y materiales. El propósito real en la estructuración de cualquier programa educacional o de adiestramiento es producir hombres que puedan brindar mayores ingresos económicos a los bolsi­llos de otros, y a veces a sus propios bolsillos. El lema de todos, desde el hombre de la calle al de la elite, ha sido “alcanzar beneficios econó­micos y los placeres materiales resultantes de los mismos”. Los espe­cialistas en los más elevados niveles intelectuales y técnicos, los polí­ticos, los escritores. y los artistas, no son excepciones a esta regla. Incluso muchos de los que se dedican a las más elevadas cuestiones espirituales han sido afectados por las tentaciones materiales y econó­micas. El trabajo de los misioneros es cumplido principalmente a cambio de remuneraciones materiales y financieras. Esta situación es el resultado natural e inevitable de las distintas filosofías predomi­nantes en nuestra época.

Día y noche se le dice al hombre que no es más que un animal económico y que la riqueza y la prosperidad económica son los únicos criterios para la buena fortuna y el único signo de progreso de una na­ción, una clase o un grupo. Se le repite constantemente al oído que el dinero tiene un poder milagroso y que puede resolver todos los pro­blemas. No se habla de otra cosa que de la cantidad de dinero que se obtuvo por azar o robando directa o indirectamente a otros seres humanos, y de los gastos hechos para satisfacer los más bajos deseos animales. En estas circunstancias no es sorprendente que los seres humanos, o más bien los semi-humanos de nuestra época, se hayan vuelto animales ávidos, inclinados a adquirir dinero de cualquier manera para gastado en la obtención del placer más grande posible. Se han vuelto esclavos de la producción y del consumo. Sus vidas están total­mente desposeídas de los altos valores convenientes para la vida del ser humano, y han tendido hacia la vulgaridad y la degradación.

LA BUSQUEDA DE LA FILOSOFIA DE LA VIDA Y SUS OBJETIVOS

Resulta muy reconfortante que en distintos puntos del planeta se hayan hecho oír nuevas voces frente a este mundo enamorado de la producción y el consumo. Dan lugar a la esperanza de que posible­mente ha llegado el momento de liberar al hombre de nuestro tiempo de los grilletes del mito económico. Resulta más gratificante aún que dichas voces pertenezcan a la juventud antes que a las personas madu­ras o ancianas.

La juventud en todo el mundo ha estado exhibiendo una reac­ción práctica y diciendo enfáticamente que encuentran sus vidas vul­gares y sin sentido en los magníficos palacios que han construido para ella.

Los jóvenes quieren saber:

—Si la gente es generalmente feliz en este magnífico palacio;

—Si el llenar la vida con todo tipo de confort y paseos los llevará a las playas de la alegría;

—Si esta espléndida civilización da alguna importancia al propio hombre;

—Si todas las cosas inventadas para facilitar la vida sirven realmen­te al hombre o por el contrario dichas cosas se han apropiado de todas las capacidades mentales y físicas del hombre;

—Si esta espléndida civilización, que ha reducido tanto las distan­cias entre las ciudades, los continentes y los planetas, convirtiéndolo todo en una casa grande, también ha acercado más los corazones de sus habitantes, o si, por el contrario, a pesar de la reducción de las distancias, sus corazones se han alejado más, o lo que es peor, ya no poseen corazones y el hombre ahora solamente tiene manos y cere­bro dedicados exclusivamente a satisfacer su estómago, a servir a su lujuria y a buscar riquezas o bienes, estatus y otras cosas similares.

Es cierto que esas voces suenan solamente en las tierras donde la gente lleva una vida económicamente próspera y no está preocupa­da con el temor de obtener las necesidades primarias como el pan y la manteca.

También es cierto que en la mayor parte del planeta hay aún grandes masas de personas que son castigadas por la pobreza y que viven por debajo del nivel de subsistencia. Su única esperanza actual­mente es una revolución sangrienta que pueda poner fin a sus priva­ciones económicas y materiales.

Pero una previsión correcta hace necesario que los esfuerzos de esta gente oprimida sean canalizados en una dirección tal que no deban enfrentar ese destino.

Como quiera que sea, es cierto que el pueblo más o menos se ha despertado y se ha despojado del embeleso de la prosperidad econó­mica y material.

Ambos campos del mundo moderno ahora ven claro que: Aunque durante siglos el ser humano ha estado esforzándose por asegurar los mejores medios posibles para una vida mejor, actual­mente en los dos grandes campos del Este y el Oeste las personas están siendo sacrificadas despiadadamente en los grandes templos de la industria a los pies de la deidad industrial. Aparte de consignas huecas, no ha quedado nada de dignidad humana, libertad humana y posibili­dad real de elegir libremente, tanto en uno como en otro campo. Ambos sistemas han privado al hombre de su dignidad con el pretexto que es el requerimiento del veloz correr de la rueda de las complejas industria y economía modernas.

De todos modos, el hombre de nuestra época ya no quiere que la industria y la tecnología sea quien le enseñe como conducir su vida.

    Insiste persistentemente en que debería saber cuál es el objetivo de su vida.

Contrariamente a lo que piensan los pesimistas las voces ahora se están levantando en protesta y otras pueden ser un preanuncio de la feliz y propicia autorrealización. Pueden dar lugar a la autoconciencia humana y a un renacimiento de la sociedad humana. Puede inducir al hombre a que no tome el desarrollo mecánico como evolución hu­mana y a redescubrir la real meta de su vida con una perspicacia más profunda. Puede llevado en la dirección de la real felicidad humana. ¿Qué dice el Corán al respecto?

El Corán recalca, como un principio, que toda la pompa y cosas de la vida no tienen sentido si están desprovistas de la fe y la espiritua­lidad y no son coherentes con los fines convenientes al ser humano. Un hombre enamorado de una vida así, es un perdedor y todos sus esfuerzos son en vano.

“Sabed que esta vida mundanal no es sino juego y distracción, encanto vano, invalidad en jactancia, (deseo de) multiplicación de ha­cienda e hijos: es como una lluvia cuya vegetación resultante alegra a los cultivadores, pero luego se marchita y ves que amarillea, luego se convierte en paja seca...” (57:20)

En otra parte Dios ha sido descrito como la luz de los cielos y la tierra, la verdad y el espíritu encausador de todo el mundo. (Ver 24:35).

Hay una mención de los hombres dignos y meritorios a quienes sus negocios y esfuerzos por ganarse el sustento no los aparta del recuerdo de Dios y no los despista de los objetivos básicos en sus vi­das. En consecuencia, se aseguran los mejores resultados. Sus esfuer­zos siempre son fructíferos y conducen a la virtud y a la excelencia.

El Corán describe el destino de quienes no tienen ningún obje­tivo en la vida y se olvidan de Dios:

“Las obras de los impíos (quienes se velan a la Verdad) son como un espejismo en una llanura: el muy sediento cree que es agua, hasta que, llegado allá, no encuentra nada. Sí encontrará, en cambio, a Dios junto a sí y El le saldará su cuenta. Dios es rápido en ajustar cuentas. O como tinieblas en un mar profundo, con nubes por encima; tinie­blas sobre tinieblas. Si saca su mano, apenas la distingue. Sin duda aquel a quien Dios no le da luz no posee ninguna luz.” (24:39-40)

Consideremos bien estos versículos. Contienen una verdad que se ha hecho mucho más evidente después de los grandes progresos cien­tíficos e industriales y la expansión de las dimensiones de la vida hu­mana.

La simple vida material es tan buena como un espejismo. Los esfuerzos del hombre codicioso y lujurioso no proporcionan ningún beneficio, porque están desprovistos de una dirección y de un sentido.

Está rodeado por la oscuridad. La gente se enreda y empantana en la vulgaridad. La pregunta permanece sin respuesta: ¿Cuál es el sentido de la vida y cuál es su objetivo?

De acuerdo al Corán, la verdadera causa de toda esta confusión y vulgaridad es que el ser humano ha sido desposeído del elemento de imán (fe con seguridad y confianza) y concentra sus esfuerzos en el progreso material. Ha entrado en una era de la producción para el consumo, y el consumo para la producción. Esa gente puede tener el mayor de los éxitos en el logro de sus fines materiales, pero más allá de eso fracasa para asegurar lo que es digno del ser humano.

Dice el Corán:

“A quien haya deseado la vida mundanal y sus encantos, les re­numeramos en ella (este mundo) con arreglo a sus obras y no serán de­fraudados en ella. Esos son los que no tendrán en la otra vida más que el Fuego (Infierno). Sus obras se desmerecerán y será en vano lo que hayan hecho” (11:15-16).

Extraído de libro INTRODUCCION A LA COSMOVISION DEL ISLAM; Editorial Elhame Shargh

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com, Fundación Cultural Oriente

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