La condición humana

Por el Prof. Murteza Mutahhari

¿Está la condición humana limitada al cuerpo?            

¿Están la perfección humana y su nobleza confinadas al aspecto físico del hombre?

En las ciencias humanísticas es frecuente oír hablar del hombre perfecto e imperfecto, del inferior y el superior.

¿Qué tipo de ser humano es ética y socialmente digno de respeto por su perfección o merecedor de menosprecio por sus imperfecciones?

Este es un tema que siempre ha acaparado la atención, no sólo en las ciencias humanas, sino también en las distintas religiones. El Sagrado Corán, por ejemplo, habla de seres humanos que están en cuanto a perfección por encima de los ángeles y merecen más elogio que éstos. Y menciona  seres humanos que son inferiores incluso a los animales.

Podemos decir que los seres humanos son iguales genéticamente (en cuanto a especie) pero que difieren en conocimiento, es decir en algo que es adquirido y no heredado. Ahora bien, una persona con más conocimiento, ¿es superior a otra que tiene menos? ¿Se relaciona esto con el conocimiento académico, que da superioridad según el nivel y el estadio en que se encuentren los estudios?

... Otra opinión es que, aunque el conocimiento es uno de los requisitos de la humanidad, y   de que la importancia de tomar conciencia de uno mismo, de la sociedad y del mundo no puede negarse, resulta insuficiente. Este punto de vista sostiene que la jerarquía en la condición humana debe medirse por el carácter y la disposición. Una persona puede ser muy inteligente pero, si tiene mal carácter, ¿debería ser considerada un ser humano perfecto?

El amor es el criterio deseado.

El amor es la madre de todas las nobles y bellas disposiciones  del carácter humano. Así, si uno fundamenta su carácter sobre el amor a los seres humanos, poseerá ese grado sumo que es la real humanidad. Pues tal persona estaría tan interesada en los demás como en sí misma o incluso más.

En religión esto se llama autosacrificio. Leí una afirmación en un libro de que existe una enseñanza común a todas las religiones que manda amar a los demás como se ama a uno mismo y  que no se debe molestar al prójimo con aquello que le disgusta a uno mismo. Esto está confirmado en nuestras tradiciones. Esta es la lógica del amor.

«Ninguno de vosotros alcanzará la verdadera fe hasta que desee para su hermano lo que ama para sí mismo»

Tradición del Profeta Muhammad (con él la Paz y Bendiciones)

Diferencia entre deseo y voluntad.

El deseo es una atracción que se origina en algo exterior. Es una relación entre el hombre y los objetos externos. Como por ejemplo la de un hombre hambriento por la comida, o el deseo sexual. Incluso el sueño ejerce una atracción. También lo es el deseo de un rango, de una posición en la sociedad. Pero la resolución es algo interno, que lo libera a uno de las urgencias del deseo. La resolución coloca a los deseos a disposición del poder volitivo para emplearlos como considere conveniente.

La mayoría de nuestros moralistas del pasado enfatizaron la voluntad (en la forma de vigor y valor) como criterio de la perfección humana. Los seres humanos, a diferencia de los animales, que son gobernados por sus instintos, pueden actuar contra sus inclinaciones y contrariarlas. Por eso una persona con resolución y fuerza de voluntad es más humana que otra que es dominada por sus instintos o inclinaciones y no puede controlar su ego.

Otro criterio que se ha propuesto  es la libertad ¿Qué significa esto? Significa que en la medida en que uno no tolera la opresión y la fuerza y no es aprisionado por ningún poder y puede elegir libremente, entonces es realmente un hombre. En las modernas escuelas de pensamiento (ej.: el liberalismo) se da gran importancia a la libertad como criterio que define la verdadera condición humana. ¿Es correcta esta opinión o no? Es tanto verdadera como falsa: como requisito de la condición humana es correcta, pero como el único criterio de ésta es errónea.

El Islam por su parte, ha puesto mucho énfasis en el autocontrol. Relataré una historia en conexión con esto.

 Se narra que el Profeta, la paz y bendiciones sean con él, pasaba por un lugar de la ciudad de Medina cuando vio a un grupo de jóvenes que competían probando sus fuerzas levantando una pesada piedra. Cuando vieron al Profeta le pidieron que actuara como árbitro. Él estuvo de acuerdo y al final de la competición dijo: «Sabéis quién es el más fuerte? Es aquel que controla su ira y no deja que lo venza». Es decir, es aquél que no permite que su enfado lo aparte de lo que es de la complacencia de Dios y es capaz de dominar sus pasiones.

Ese día el Profeta transformó una contienda física en una espiritual. Lo que quiso enseñar es que la fuerza física es un signo de hombría y virilidad pero no es el único ni el más importante signo de ella. La verdadera hombría reside en la fuerza del poder de la voluntad.

Llamamos a Ali (P) el «león de Dios» porque es el más viril en dos aspectos: Externamente, en la sociedad y en el campo de batalla, donde podía superar con su fuerza a sus oponentes, y más importante que eso, internamente, porque tenía un perfecto control de sí mismo, de sus deseos.

Yalaluddín Rumi cuenta una historia en su poema Masnawi acerca de Ali, al que presenta como un joven de 24 ó 25 años y al que describe con todos los bellos rasgos de la virilidad y la hombría. Ali había derribado a su adversario en un combate individual de la batalla y se encontraba sentado sobre su pecho, pronto a matarlo. El hombre escupió sobre la cara de Ali. Confundido, Ali dejó al hombre y se alejó un poco. Después, el hombre le preguntó por qué no le había matado y el Imam le respondió: «Si te hubiera matado en ese momento, lo habría hecho por ira y no por el deber que impone el luchar por la causa de Dios». Este es un maravilloso ejemplo de autocontrol.

Ali Ibn Abi Talib escribió en su testamento a su hijo Al-Hasan, la paz sea con ambos: «Considérate a ti mismo y a tu vida por encima de todo acto indigno. En recompensa por lo que  gastas de tu vida en las pasiones, no recibirás nada. No te hagas siervo de los otros porque Dios te ha creado libre».

Otro criterio que se ha esgrimido es la cuestión del deber y la responsabilidad, que comienza con Kant y se ha llegado a enfatizar mucho en nuestro tiempo. Esto significa sentirse responsable de la sociedad, de uno mismo y de la propia familia. ¿Cómo se debe obtener este sentimiento de responsabilidad y cuál es su fundamento? ¿Está impreso en la propia conciencia o es adquirido?

Otra doctrina, que incluye a la filosofía de Platón, considera que la belleza es el criterio o norma de la condición humana. Todas las Escuelas, por último, reconocen y aprueban el valor de la justicia. Lo hacen  algunas desde el punto de vista ético y otras porque consideran que hay una relación entre la justicia y la libertad, mientras que Platón dice que la justicia es buena tanto en el individuo como en la sociedad porque conduce al equilibrio y a la belleza. Desde luego, la idea de belleza se refiere aquí a la belleza espiritual.

La condición humana

El primer descubrimiento que revolucionó las ideas sobre la condición humana fue el relativo a la forma del universo. La tierra, que se creía el centro del universo alrededor de la cual giraban todos los planetas y estrellas,  resultó ser simplemente un pequeño planeta que giraba alrededor del sol, y que el sistema solar no era sino una parte insignificante del universo.

Fue entonces que la posición de la humanidad como el centro de todas las posibilidades, como el objetivo de la creación, fue puesta en duda y negada, y nadie se atrevió en lo sucesivo a reclamar una posición destacada para ella. Luego sufrió otro severo revés, y fue la idea de que el ser humano ya no era más una criatura divina y un representante de Dios en la tierra. La investigación biológica sobre el tema de la evolución y el origen de las especies mostró la relación del hombre con aquellos mismos animales a los cuales éste escarnecía y despreciaba. Se argumentó que los hombres eran una forma evolucionada de un mono o de algún otro animal, y así perdieron totalmente su origen divino.

Otro fuerte golpe fue el que se propinó contra el aparentemente brillante record de logros de la especie humana. Es decir que ésta era capaz de actuar de forma que evidenciaba bondad, benevolencia, y por motivos cuyo objetivo era la complacencia divina y el despojamiento de todo rastro de condición animal. La nueva tesis fue que tal afirmación  sobre la excelencia y virtud  de la humanidad era falsa, y que todas las actividades humanas a las que se llama conocimiento, arte, belleza, moral, conciencia, plegaria y devoción, y todo lo sobrenatural, son similares a aquellas que encontramos en los animales, excepto que se presentan en el hombre con una forma y mecanismos más complejos.

Sin embargo, a mediados del siglo XIX, la condición humana ha atraído nuevamente la atención de las escuelas filosóficas, especialmente de las escuelas humanistas. En el pasado el ser humano era sólo un signo de la espiritualidad y el Sagrado Corán habla de la criatura humana como del ser más valioso a través del cual se puede acceder a la comprensión de Dios.

Actualmente el ser humano está tratando de recobrar su antiguo honor y santidad, y de convertirse en un objetivo en sí mismo, pero sin la adopción del antiguo criterio y sin considerar su aspecto divino o no divino, ni las enseñanzas del Corán a su respecto, que afirma que todo cuanto hay en la tierra fue creado para él y que Dios ha insuflado algo de Su Espíritu en esta criatura para convertirla en una manifestación de Sí Mismo.

«Les mostraremos (al hombre) Nuestros signos en los horizontes (la naturaleza) y en sí mismos (sus propias almas)» (41:53)

«Él es Quien creó para vosotros todo cuanto hay en la tierra» (2:29)

«E insuflamos en él (el hombre) de Nuestro Espíritu» (15:9)

Ya no se trata más de estos asuntos (el origen divino del hombre, la existencia en su esencia del soplo divino), y ni siquiera se discuten los motivos internos humanos, sino que solamente existe una creencia en lo sagrado de la humanidad y en su inteligencia.

Vemos actualmente que todas las doctrinas, e incluso la Declaración de los Derechos Humanos, comienzan sus afirmaciones con la frase «Respeto a la dignidad inherente a los seres humanos». Ellos dicen esto a fin de fundamentar su educación sobre esta base y, aunque cada individuo es capaz de violar los derechos de otros, este respeto por la dignidad y la sacralidad de la humanidad sería como un impedimento para tales violaciones.

La mayoría de aquellos que siguen la filosofía del humanismo tienen un criterio diferente de aquellos del pasado. Pero la dificultad reside en esta misma contradicción incidental en la vida, pensamiento y lógica de la humanidad actual; una lógica que carece de fundamento.

Los seres humanos no son todos iguales.

Uno es instruido, otro es ignorante; aquel es virtuoso, este corrupto; uno es tirano y opresor, otro es oprimido; uno es benevolente y otro malvado. ¿Deben considerarse todos ellos iguales desde el punto de vista humano, sin importar su conocimiento, su fe, su virtud, su bondad, o viceversa?

Mulla Sadrá, el gran filósofo islámico iraní, señalando el error de la gente que piensa que los seres humanos son iguales en todo, dice que hay tantas clases de individuos como individuos mismos. Está desde luego considerando al ser humano filosóficamente y no biológicamente. Un biólogo presta atención a los órganos y miembros humanos, mientras que un filósofo se concentra en las cualidades del ser humano, y por eso él no puede sostener que los seres humanos son todos de la misma clase. Así  decimos que los valores humanos son potenciales. Algunos alcanzan la altura de la humanidad, mientras que otros fracasan en lograrlo.

Como dijo Imam Ali (P): «La forma es humana, pero el corazón (es decir, el núcleo, el intelecto) puede ser el corazón de un animal». No todos los individuos tienen un interior proporcionado a su exterior.

Una de las cuestiones respecto de la condición humana es la libertad y la responsabilidad. ¿Es el ser humano realmente libre e independiente, o tiene una responsabilidad y una misión que cumplir? Según el Sagrado Corán, el ser humano no debe ser dirigido a Dios por la fuerza.

«No haya compulsión en la religión, pues ya se ha evidenciado la verdad del error» (Corán, 2:256)

Por el contrario, el ser humano fue creado como una criatura libre, con una responsabilidad y una misión fija. El Sagrado Corán se refiere al ser humano como el representante (Jalífah, califa) de Dios en la tierra, mientras que ningún otro libro sagrado le ha otorgado tan sublime categoría a la criatura humana.

Dice Dios en el Sagrado Corán:

«Y cuando tu Señor dijo a los ángeles: ‘Voy a establecer un representante en la tierra’, ellos dijeron: ‘¿Establecerás en la tierra a quien corromperá y derramará sangre?’ Pero Dios respondió: ‘Yo conozco por cierto lo que vosotros no sabéis’» (2:30)

Todo esto es evidencia de los talentos y potencialidades del ser humano. Como pueden ver, el Islam es una escuela de la humanidad, cree en la sublime categoría del ser humano desde un punto de vista filosófico.

La más trascendente interpretación que puede darse a esta orden (de Dios a los ángeles) a fin de mostrar la misión del ser humano y su libertad de elección es que Dios lo hizo representante Suyo. Dios es el Creador y aquí Él confiere algo de Su Poder creativo y Su Conocimiento al ser humano para beneficiarlo.

Extraído del libro «Discursos espirituales. Conferencias sobre la dimensión espiritual del Islam». Editado por la Consejería Cultural de la Embajada de la Rep. Islámica de Irán en Buenos Aires - Argentina, 1997. Traducido al español por Hasan Abdul Alí Bize.

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

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