El arrepentimiento (1)

Prof. Ayatola Murtada Mutahhari

 “Y (recuerda, oh Profeta) al de la ballena (Jonás), cuando se fue airado y creyó que no podríamos hacer nada contra él. Y clamó en las tinieblas (de la ballena): ‘No hay dios sino Tú. ¡Glorificado seas! He sido de los injustos’. Le escuchamos y le salvamos de la tribulación. Así es como salvamos a los creyentes”. (21:87-88)

En mis últimos dos discursos expliqué que la devoción o adoración y la oración, si son correctamente realizadas, conducen eventualmente a una verdadera intimidad con Dios. El ser humano, a través de la adoración se convierte en un verdadero siervo devoto de Dios, y un devoto verdadero tiene una real afinidad con Dios. En otras palabras: ser un verdadero siervo de Dios implica realizar un viaje sagrado que culmina en la afinidad con Dios.

Aquí discutiré la primera etapa de ese viaje sagrado, o sea el punto desde el cual debe partir nuestra peregrinación que nos conduce a la cercanía de Dios. Esto es lo que hoy necesitamos. Nosotros, que no hemos dado aún ningún paso en este sagrado sendero no nos beneficiaremos si discutimos la situación de aquellos que ocupan las más elevadas moradas de este camino.

Si somos seres prácticos aprehenderemos el primer paso, el primer estadio y cómo debemos iniciar nuestra devoción.

Y el primer paso en el camino hacia la afinidad con Dios es el arrepentimiento, el tópico del presente capítulo y el que le seguirá. ¿Qué significa el arrepentimiento y cuál es su naturaleza psicológica y su consecuencia espiritual? Para muchos de nosotros esto parece un asunto sencillo, pero, ¿nos hemos detenido alguna vez a analizarlo psicológicamente? El arrepentimiento es una característica del ser humano que éste posee como una distinción respecto de los animales. El ser humano posee ciertas elevadas aptitudes y cualidades distintivas que no se encuentran entre los animales. Una de ellas es la capacidad de arrepentirse. Esto no significa solamente pronunciar la frase: “Pido perdón a Dios y a El vuelvo arrepentido”[1].

No se trata de algo meramente verbal. Es un estado espiritual y psicológico, una revolución del alma, y la frase anterior describe tal estado pero no es el estado mismo. Así, por más que pronunciemos esa frase muchas veces durante el día no significa que estemos realmente arrepentidos. Pero un verdadero arrepentimiento una vez al día nos conduce paso a paso a un estado de cercanía con Dios.

A modo de introducción, déjenme decir que hay una diferencia entre los seres animados y los inanimados, y es que estos últimos no tienen la capacidad de cambiar el curso que siguen por su propio poder, tal como la revolución de la tierra alrededor del sol o del resto de los planetas en sus órbitas, o el de una piedra que es arrojada desde cierta altura y cae atraída por la fuerza de gravedad. Debe haber un factor externo para que pueda cambiar el curso adquirido.

Por el contrario, los seres vivos, como las plantas y los animales, tienen la capacidad de cambiar su curso por sí mismos; y si se enfrentan con condiciones que no convienen a su vida y su preservación ellos mismos cambian de camino. Cuando una oveja, un pájaro o aún una mosca encuentran un obstáculo en su camino, cambian su curso de desplazamiento hasta 180°, moviéndose así en dirección opuesta a la que traían originalmente.

Incluso las plantas pueden cambiar su dirección de crecimiento dentro de ciertos límites y condiciones. Cuando las raíces de un árbol, por ejemplo, encuentran una piedra en su crecimiento debajo de la tierra, cambian su dirección buscando tierra blanda donde hundirse para nutrirse.

El ser humano también es similar a las plantas y los animales a este respecto. El arrepentimiento es de hecho un cambio de dirección, no del tipo simple como el de las plantas y los animales, sino algo mucho más complejo y digno de análisis.

El arrepentimiento es una revolución interna del ser humano contra el ego. Las plantas y los animales no actúan contra sí mismos pero el ser humano tiene la posibilidad de hacerlo. Que un grupo de seres humanos se levante contra otro es algo natural y obvio, como en el caso de los oprimidos que se rebelan contra los opresores. Y esto también vale para una nación que se levanta contra otro país o nación. Pero la rebelión de una persona contra sí misma (e.d.: su ego, su personalidad) no es algo tan simple y obvio. ¿Por qué ocurre? La razón es que, a pesar de tener un cuerpo (como los animales), un ser humano es intelectual y espiritualmente un ser complejo. El ser humano es una mezcla de la pasión y ferocidad del animal por un lado, y de las cualidades angélicas por el otro[2]. Algunas veces el cerdo toma el mando (del ser humano) como ser concupiscente que es, no dejando elección a la bestia feroz, al demonio o al ángel que están dentro suyo para actuar. O de repente una parte se rebela contra este dominio y lo subvierte en favor del dominio de otro de sus aspectos.

Un individuo pecador es alguien que está dominado por la bestia o el demonio que tiene dentro, cuya influencia aprisiona al ángel y las nobles cualidades. El arrepentimiento es la rebelión de las buenas cualidades interiores contra las propias bajezas y cualidades innobles a fin de terminar con su tiranía y destruir su fuerza.

La situación inversa también es posible, y las cualidades innobles del ser humano pueden derrotar a sus aspectos nobles y elevados y gobernar a la persona conduciéndola a su propia destrucción. Es verdad que todos los instintos y fuerzas concedidas a los seres humanos tienen algún uso y deben ser empleadas en su propio lugar y tiempo. Pero cada una de ellas tiene un límite que debe ser respetado.

Un caballo y un perro deben ser educados para que sean útiles. Hay condiciones para atenderles como se debe y un límite para su uso. Para un niño, el juego es una necesidad por el exceso de energía que lo anima y que quiere ser gastada y porque el niño debe aprender. Sería un error educativo arrancar por la fuerza al niño de su natural inclinación por el juego. Es algo antinatural obligarlo por la fuerza a compartir la sociedad de los adultos. Sería erróneo, por ejemplo, que un hombre religioso forzara a su hijo pequeño a usar la capa y el turbante de los mullah impidiéndole seguir su natural inclinación de jugar con otros niños.

Puede que ustedes se hayan cruzado con niños que, ante la insistencia de sus padres, se aplicaron a la oración y otros actos de devoción durante años, pero que al alcanzar la adultez se convierten repentinamente en libertinos que no conocen límites a sus excesos. ¿Por qué pasó esto? Porque los instintos naturales fueron reprimidos durante mucho tiempo con la excusa de promover una educación espiritual elevada. Por cierto que, la inclinación hacia la bondad y la devoción forman parte de la naturaleza de un niño, pero éstas no deben ser sobredimensionadas (en esa edad) al punto de eliminar otras inclinaciones naturales, pues cada una de las ellas tiene una parte y su importancia en el desarrollo perfecto e integral del ser humano. De lo contrario cuando por casualidad el niño vea una película procaz o se encuentre con una mujer toda la estructura que se le ha impuesto por la fuerza se vendrá abajo provocando un daño irreparable.

El arrepentimiento es precisamente el reverso de la conducta recién citada. Cuando una persona se hunde profundamente en el pecado y la lujuria, y el ángel dentro suyo no está saciado, se produce súbitamente una catástrofe. Un ser humano no tiene solamente una boca, tiene cientos de bocas que alimentar: la boca del deseo, la boca del amor, la boca de la devoción o adoración, etc. El espíritu debe ser alimentado con adoración y devoción. Pero cuando es hambreado la subsecuente sensación de inquietud es terrible. Un hombre joven que está bien y al cual todo le ha sido provisto, repentinamente se suicida. Todos se extrañan de que esto haya ocurrido. Y la razón es que el poder sagrado dentro suyo fue aprisionado y eso le causa una pena tan honda que no la puede soportar y elige la muerte. Ustedes pueden encontrar a alguien viviendo una deliciosa vida de lujo en un hermoso jardín que todavía está insatisfecho e intranquilo. Y es porque le faltan los placeres espirituales que necesita y que deben producirse dentro suyo, no desde el exterior.

Así, el arrepentimiento es como una reacción del noble y sagrado espíritu del hombre contra la parte animal y baja del ser humano; es una rebelión sagrada de la parte angélica contra la demoníaca y los vicios bestiales que encierra.

¿Cómo ocurre este retroceso? Primero deben recordar que si las facultades sagradas de la personalidad del ser humano quedan totalmente libres de acción y se dispersan completamente al punto de hacer imposible la liberación, entonces uno no puede obtener el favor divino del arrepentimiento. Pero así como la presencia de unos pocos hombres virtuosos y santos en un país pueden provocar una revolución, asimismo la existencia de unos pocos elementos nobles en el alma humana harán el arrepentimiento posible. Si uno conoce a Dios, este arrepentimiento tomará la forma de un “volverse a Dios”. Si no, tomará alguna otra forma y puede incluso conducir a la locura.

Llamamos recién al arrepentimiento “reacción”. Cuando ustedes tiran una pelota ésta rebota. Arrojar es una acción y el rebote una reacción. La altura a la que la pelota rebote depende de dos causas: Primero, la intensidad de la acción, en nuestro caso la falta cometida. Si es pequeña, la reacción será pequeña, y si es grande, la reacción del espíritu también será grande. Cuando más cruel es una persona y más grande su crimen, más intensa será la reacción. El piloto americano del avión que bombardeó Hiroshima, cuando vio la ciudad que había destruido y a los cientos de miles de hombres y mujeres aniquilados, sufrió tal remordimiento de conciencia que cuando volvió a su país a recibir la bienvenida de sus conciudadanos y las medallas por su acción, era un hombre que había cambiado por completo, aún cuando había sido elegido para esa misión por su crueldad e indiferencia. Puede que haya sonreído ante las palabras de elogio del recibimiento, pero en la privacidad de su hogar, cuando estuvo solo con su conciencia se sintió tan criminal que terminó su vida en un manicomio.

Bushr ibn Artas era el más cruel de los generales de Mu‘auiah. La política de Mu‘auiah era enviarlo a él o a otro de sus hombres duros de corazón a la cabeza de los ejércitos que invadían las fronteras del territorio gobernado por ‘Alí (P) provocando tanto daño y destrucción como fuera posible. Les daba a estos hombres carta franca para matar, incendiar, destruir y robar. Este Bushr atacó cierta vez el Yemen cometiendo muchos crímenes, incluyendo la captura y el degüello de dos pequeños hijos de Ubaidallah ibn Abbas, el primo de ‘Alí, que era el gobernador allí. Luego su conciencia le remordió tanto por esta terrible acción que ni dormido ni despierto podía olvidar ni un momento su sangriento acto. Finalmente terminó un día en la calle cabalgando un caballo de madera con una espada de madera en una mano y un látigo en la otra, seguido por grupos de niños gritándole y riéndose de él.

El segundo factor del cual depende la intensidad de la reacción del arrepentimiento es la naturaleza de la conciencia de la persona y la fuerza de su fe. Y esta es la razón de que incluso una pequeña tontería, que difícilmente pueda llamarse falta o pecado, enerva de tal modo la conciencia de aquellos que son espiritualmente firmes y fuertes; mientras que la mayoría de nosotros puede cometer cientos de esos desatinos cada día sin siquiera reparar en ellos[3].

Las personas espiritualmente fuertes y puras están constantemente en estado de arrepentimiento. Uno de esos hombres era mi gran maestro, el fallecido Hayyi Mirza ‘Alí Agha Shirazi. Cierta vez nos visitó en Qum y entonces me invitó a acompañarlo a una reunión en la cual, durante su transcurso, se recitaron fragmentos elegidos de poesía árabe y persa. El tomó parte activa en la discusión y estuvo entre los que recitaron algunas poesías. Jamás hubiera imaginado que él tenía tan profundo conocimiento en este campo. Los poemas eran de poetas como Sa‘di y Hafiz y otros de su tipo. Desde luego que recitar poemas, y menos poemas como estos, no es un pecado[4]. Pero recitar poemas por la noche es indeseable y cuando volvíamos de esa reunión no cesaba de repetir palabras de arrepentimiento como si hubiera cometido una gran falta, mientras que muchos de nosotros ni nos molestamos por actos que son incluso mucho peores.

El castigo que Dios les asigna a tales seres es tal que no somos dignos de él. Este hombre tenía el hábito de levantarse dos horas antes del alba[5] y fue por su ejemplo que yo comprendí el significado de la devoción, la bondad, la penitencia y la completa absorción en Dios. Pero a la mañana siguiente ocurrió que se despertó más tarde de la hora en que estaba habituado para la plegaria, y afirmó que ese era el castigo que Dios le había impuesto por quedarse a escuchar poesía la noche anterior. Para la fe de este ser, un hombre que gasta dos horas en tal ocupación no es digno de dos horas de intimidad con Dios.

Y puedo darles otro ejemplo. Si dejan un espejo limpio en un lugar donde ustedes piensan que el aire está puro y limpio, verán que una fina capa de polvo se ha depositado sobre él una hora más tarde, aun cuando no hayan percibido que había tierra en el ambiente antes, o en la pared o el mobiliario. Cuando una pared está sucia las manchas en ella no llaman la atención, y si está ennegrecida con alquitrán directamente no podrán distinguir ninguna señal de suciedad o manchas en ella.

Cuando el Profeta (BPD) se sentaba en una asamblea o reunión solía pronunciar esta frase de arrepentimiento varias veces: “Por cierto que se me estrecha el corazón y pido la indulgencia de Dios (arrepentido por ello) setenta veces cada día”. Esas cosas (que aquejaban al Profeta) son como un claro espejo para nosotros mientras que para él eran turbiedad y estrechez de su corazón. Incluso hablarnos a nosotros, seres humanos, acerca de Dios, podía a él parecerle una turbiedad por no ver a Dios en el espejo de nuestra existencia.

Se narra de Umm Salamah (una esposa del Profeta) y de otros que en los dos meses anteriores a su fallecimiento, toda vez que el Profeta se sentaba o hacía algo, pronunciaba siempre la siguiente frase: “¡Glorificado sea Dios! A Dios pido indulgencia y hacia El me vuelvo arrepentido”. Y ella dice: “Le pregunté por qué pronunciaba tales palabras de arrepentimiento tan a menudo y me respondió que se le había ordenado hacerlo. Más tarde comprendimos que se le había revelado el último capítulo (surah) del Sagrado Corán y que él sentía que eso era una declaración de su inminente fin”. Esto último que se le reveló al Profeta (BPD) fue la surah 110, que contiene sólo tres versículos: “Cuando venga el auxilio de Dios y la victoria, y veas a la gente entrar en la religión de Dios a raudales, glorifica entonces en alabanza de tu Señor y pídele indulgencia, pues El es Perdonador”.

Este capítulo le fue revelado incluso después de los versículos concernientes a la completitud del Islam y la sucesión en ‘Alí (P)[6], y le informaban que su tarea estaba completa y que era tiempo que el Profeta pensara en sí mismo y ésta es la razón por la cual glorificaba a Dios y pedía Su indulgencia.

Pero nosotros pobres criaturas somos como esa pared embadurnada de brea en quienes los repetidos pecados no provocan reacción alguna de nuestro espíritu. Pasará largo tiempo, no sé cuánto, en que nuestro espíritu seguirá encadenado hasta que veamos signos de remordimiento por nuestro oscuro pasado y comprendamos que estábamos extraviados y deseemos volver a Dios. Recién entonces estaremos en el punto de partida de ese viaje espiritual.

Cierta vez un hombre fue a ver a ‘Alí para pedirle consejo y éste (P) le dijo: “No seas de aquellos que anhelan la vida del más allá pero no hacen nada por ella”. Esta es precisamente nuestra situación. Proclamamos nuestro amor por ‘Alí, la Paz sea con él, pero no es un amor verdadero, pues si lo fuera lo acompañaríamos con acciones coherentes. Tal gente supone que ‘Alí necesita una multitud que lo siga, aun cuando no se trate de verdaderos seguidores[7]. Lo mismo vale para aquellos que lloran por el Imam Al-Husain, con él sea la Paz, sin acompañar su llanto con buenas acciones en su vida cotidiana. Si hubiera verdadero amor harían algo para probarlo.

Y el segundo consejo que le dio ‘Alí (P) a este hombre fue: “Y no seas de aquellos que sienten que el arrepentimiento es necesario pero no obstante lo posponen”. La gente piensa a menudo que son demasiado jóvenes para comenzar a arrepentirse porque ven a algunos ancianos entregados a la devoción y el arrepentimiento. Pero lo cierto es que la juventud es el momento de arrepentirse. Una rama joven puede ser enderezada, pero cuando ha crecido mucho y se ha engrosado ya no admite un cambio de forma o dirección. En la ancianidad ya no quedan fuerzas para practicar efectivamente el arrepentimiento y la enmienda. En esa época nuestras espaldas ya están demasiado encorvadas por el peso de las faltas como para que el arrepentimiento sea efectivo. Rumi, el poeta, nos cuenta la historia de un hombre que había plantado una zarza en el camino de la gente. Cuando creció se le pidió que la desarraigara pero él respondió: “Es muy pronto. No hay apuro. Se puede quitar con facilidad”. Y continuó profiriendo la misma excusa año tras año. Pero la zarza continuó creciendo y volviéndose más gruesa, con sus raíces más firmemente hundidas en la tierra, y sus espinas más agudas y peligrosas, mientras que el hombre se volvió más viejo y débil y entonces ya le fue imposible arrancarla de raíz.

El poeta quiere explicar que los vicios echan rápidamente raíces en el alma de las personas. Podéis removerlas cuando sois jóvenes, pero cuando envejecéis os volvéis más y más indefensos a su respecto. Y entonces ya es demasiado tarde para hacer algo. Juro por Dios que incluso una hora de retraso es importante; y lo mismo una noche y un día. Hoy es mejor para arrepentirse que mañana, y esta noche mejor que mañana a la noche. La devoción y adoración no sirven sin arrepentimiento. Así como uno se lava para la oración, asimismo debe arrepentirse antes de realizar cualquier acto de devoción, sea la plegaria, el ayuno, la lectura del Corán, ir en peregrinación o incluso asistir al sermón del viernes.

Alguien fue cierta vez a ver a ‘Alí (P) proclamando su firme intención de arrepentirse. El Imam comprendió que no era una persona seria y le preguntó: “¿Sabes lo que es el arrepentimiento? Es un acto digno del ser exaltado; es un estado sagrado del alma que te hace sentir que Dios te ha concedido Su Gracia y que estás rodeado por los ángeles. Pierdes tu egoísmo y te sientes purificado”. Para arrepentirse no hay necesidad de ir a ver a un religioso o a otro ser humano. Arrepiéntanse directamente a Dios, como dice el Sagrado Corán: “Dí: ‘¡Siervos míos que habéis prevaricado en detrimento propio!, ¡no desesperéis de la misericordia de Dios!’ Por cierto que Dios perdona todos los pecados. El es el Indulgentísimo, el Misericordiosísimo” (39:53).

La siguiente expresión se encuentra en un hadíz qudsí[8]: (Dice Dios:) “Los gemidos (de arrepentimiento) de los pecadores son más amados por Mí que las glorificaciones de los que Me alaban”; debéis entonces suspirar y gemir (de arrepentimiento) en estas preciosas noches[9]. Sed vuestros propios jueces y censores, confesad todas vuestras faltas y estad seguros que Dios os perdonará y purificará vuestras almas. Una vez que hayáis probado la dulzura de la devoción y adoración, entonces el pecado y el placer que de él obteníais os parecerán tan insignificantes que no os sentiréis inclinados a cometerlos nunca más, ni a mentir, calumniar o acusar a otros injustamente.

‘Alí (P) enseñó que hay seis condiciones necesarias para el arrepentimiento: dos constituyen su fundamento, dos son requisitos para su aceptación, y dos para su cumplimiento. Estas seis condiciones serán explicadas en mi próximo discurso.

La mayor alegría de la gente pura ha sido siempre admitir ante Dios sus defectos y faltas, sus necesidades y su indigencia, diciendo que ellos no pueden mostrar más que negligencia mientras que Dios no concede sino favor y gracia. La siguiente súplica pertenece al Imam Al-Husain (P): “¡Mi Señor!, cuando veo mis faltas me invade el temor (a Tu castigo), pero cuando contemplo Tu Gracia, me lleno de esperanza”.

Permítanme decir algunas palabras sobre la tragedia de Karbalá[10]. El día 9 de Muharram, la víspera del martirio del Imam Al-Husain (P), el ejército de Umar ibn Sa‘d lanzó un ataque a las órdenes de Ubaidallah ibn Ziad tratando de librar combate por la noche. El Imam Al-Husain (P) pidió a través de su hermano, Abu-l-Fadl Abbás tregua por una noche. Para evitar que se pensara que trataba de retrasar el combate dijo: “Querido hermano, Dios mismo sabe que amo ofrecerLe mis oraciones obligatorias, y esta noche, que es la última noche de mi vida, estoy aún más ansioso de hacerlo para ofrecerLe mi arrepentimiento y suplicarLe Su Indulgencia”.

Fue una maravillosa noche de alegría para ellos, henchidos por la esperanza del próximo martirio. Se acicalaron y asearon, e incluso se cortaron el cabello. Habían dispuesto una tienda aparte para esto. Una persona la ocupaba mientras dos permanecían afuera esperando su turno cuando uno de ellos empezó a bromear. El otro le dijo que esa no era ocasión para alegrarse y bromear. Y aquel respondió que por lo general no bromeaba, pero que había sentido que esa noche era una noche de júbilo.

Cuando los otros (el enemigo) se acercaron a las tiendas, escucharon un sonido como el zumbido de muchas abejas y preguntaron qué era eso. Y se les dijo que eran el Imam, sus familiares y compañeros que estaban entregados a la plegaria y la invocación del Nombre de Dios. El Imam pasó toda esa noche entregado a la devoción, y veló por los asuntos de su familia para luego dirigirles su último y más elocuente sermón a sus seguidores.

Voy a mencionarles el caso de un arrepentido en Karbalá esa noche, un verdadero arrepentido cuya contrición fue aceptada: Hurr ibn Yazid Riahi. Este era un bravo soldado de Kufa. Cuando Ibn Ziad quiso enviar mil hombres por primera vez contra Al-Husain, Hurr fue el hombre elegido para comandarlos. Al hacerlo oprimía y maltrataba a la familia del Profeta (BPD). Se dice que ese día Hurr[11] fue visto temblar como una hoja. El mismo narrador de esta anécdota se sorprendió y, aproximándose, le preguntó que le pasaba y si tenía miedo. Hurr le dijo: “No. No tengo miedo de pelear, pero me veo a mí mismo como en una encrucijada de caminos que conducen al Paraíso y al Infierno y me pregunto qué camino tomar”.

Al final eligió la ruta correcta. Lentamente, muy lentamente fue inclinando su caballo en esa dirección de forma tal que nadie se diera cuenta de lo que iba a hacer. Llegado a cierto apuntó apresuró el galope hacia el campamento del Imam (P) hasta que llegó hasta su tienda con el escudo puesto detrás como señal de paz.

Al ver al Imam (P) le gritó: “¿Es aceptado mi arrepentimiento?”. Y el Imam (P) le respondió: “Si”. Y fue tal su caballerosidad que no le dirigió ni la más mínima palabra de reproche por su conducta pasada. Hurr le solicitó al Imam permiso para salir a combatir, a lo que Al-Husain (P) respondió: “Tú eres nuestro huésped; desmonta y permanece con nosotros”. Pero él se sentía esquivo, y murmuraba para sí avergonzado por su pasado, por haber pecado contra la familia del Profeta (BPD), por lo que le solicitó nuevamente al Imam Al-Husain que le permitiera salir ya mismo a luchar contra las oleadas atacantes antes de que alguno de los niños lo mirara[12] y lo hiciera morir de vergüenza (al recordar su conducta previa).

Fuente: DISCURSOS ESPIRITUALES, Conferencias sobre la dimensión espiritual del Islam; Editorial Elhame Shargh

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com, Fundación Cultural Oriente


[1] “Astagfirul-láh ua atúbu ilaihi”, frase usual en el Islam que se remonta a la enseñanza del Profeta (BPD) para expresar arrepentimiento. (Nota del Traductor al Español)

[2] Hay un hadiz de `Alí (P) que dice: "En verdad Allah caracterizó a los ángeles con el intelecto, sin deseo sexual ni ira, y a los animales los dotó del deseo y la ira sin intelecto, y ennobleció al hombre concediéndole todas estas cualidades. Por consiguiente, si el intelecto del hombre domina a su deseo y ferocidad, él se eleva hasta una estación que está por encima de la de los ángeles, porque este grado es obtenido por el hombre a pesar de obstáculos que no aprisionan a los ángeles." (Nota del Traductor al Español)

[3] Un dicho de los Imames (P) dice que una pequeña falta es para el creyente como una pesada piedra que carga sobre su espalda; mientras que una falta grande es para el impío como una mosca que se posa en su nariz y que él espanta descuidadamente con una mano. (Nota del Traductor al Español)

[4] Sa‘di y Hafiz se cuentan entre los más famosos poetas de Irán. Su poesía es de tipo místico, exaltando la experiencia espiritual y el camino de la purificación, así como el indescriptible éxtasis del místico. No se trata pues de poesía vana, que busca sólo el placer momentáneo y la vanagloria. (Nota del Traductor al Español)

[5] Para dedicarse seguramente a las prácticas nocturnas de devoción, como las oraciones superogatorias y la lectura del Sagrado Corán, que eran costumbre del Profeta (BPD) (Cfr. Corán sura 73). (Nota del Traductor al Español)

[6] Se refiere a los versículos revelados durante la Peregrinación de la Despedida y al retorno de la misma. “Hoy he perfeccionado para vosotros vuestra religión, y he completado Mi merced para con vosotros...” (5:3), esto señala la completitud del Islam como modo de vida, a partir del momento en que el Profeta (BPD) enseñó los ritos correctos a celebrar durante la Peregrinación. “¡Mensajero! ¡Comunica lo que te fue revelado por tu Señor, pues si no lo haces no habrás transmitido el mensaje. Dios te protegerá de la gente. Dios no guía al pueblo impío” (5:67). Este versículo ordena al Profeta (BPD) comunicar la designación de ‘Alí (P) como su sucesor, sin temer lo que diga la gente, lo cual éste realiza al volver de la Peregrinación de la Despedida. Después de estas revelaciones finales se habría revelado la sura 110 aquí citada. (Nota del Traductor al Español)

[7] No olvidemos que el shahíd Mutahhari pronunció estas conferencias ante musulmanes iraníes, país en donde predomina la escuela shiíta de pensamiento islámico. La shi‘ah de ‘Alí (P) son sus seguidores; pero ser verdadero seguidor de ‘Alí no es solamente proclamarlo, sino actuar y vivir como él vivió. Asimismo llorar durante los días en que se conmemora el martirio del Imam Al-Husain (P) y cometer pecados o no esforzarse por la verdad y la justicia como él lo hizo, no es más que imitación vana y sin valor. (Nota del Traductor al Español)

[8] Un hadíz qudsí es una tradición proferida por el Profeta (BPD) en la cual Dios habla en primera persona. Se distinguen así de las tradiciones o hadices en los cuales se relatan palabras del Profeta mismo. Estas palabras divinas no obstante no forman parte del Sagrado Corán y tienen otra categoría que el texto revelado. (Nota del Traductor al Español).

[9] Probablemente estas disertaciones sobre la dimensión espiritual del Islam fueron dictadas por el shahíd Mutahhari a lo largo de varias noches, coincidiendo al menos las últimas de ellas con los diez primeros días del mes de Muharram, en que se recuerda con tristeza y recogimiento la tragedia de Karbalá y el martirio del Imam Al-Husain. (Nota del Traductor al Español).

[10] Se refiere al martirio del Imam Al-Husain (P), el nieto del Profeta (BPD), en Karbalá, el 10 de Muharram del año 61 (de la Hégira). En esa oportunidad el Imam Al-Husain y un puñado de hombres de la familia del Profeta se enfrentaron a un ejército de 3000 hombres enviado por el califa usurpador Yazid Ibn Mu‘auiah. Más de setenta de la familia del Profeta (BPD) cayeron ese día aciago en Karbalá. (Nota del Traductor al Español)

[11] Hurr estaba todavía en las filas del enemigo como comandante de la caballería kufana. (Nota del Traductor al Español)

[12] Había mujeres y niños pequeños que acompañaban al contingente de la familia del Profeta (BPD) en Karbalá. En cuanto a Hurr ibn Yazid se lanzó al frente y arengó a la gente de Kufa, a los que antes comandaba, para que permitieran acceder al agua al Imam y su familia y fue rechazado con flechas. Posteriormente se generalizó el combate y Hurr peleó valientemente terminando con importantes caballeros hasta que debió abandonar su caballo que quedó cojo y entonces sucumbió a la superioridad numérica y fue muerto por dos hombres de la caballería kufana. (Nota del Traductor al Español)

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