Con esta gente no hay límite para la capacidad de sorpresa

Por Mikail Álvarez Ruiz

Que algunos muftis wahabis de Arabia emitan fatuas por las que se llama a las fuerzas de ocupación saudíes en Bahrein a no tener consideración alguna con la población local, incluso llegando al asesinato o a la destrucción de sus mezquitas y otros centros religiosos, por el simple motivo de seguir una corriente islámica diferente a la de ellos; o que fatuas de este tipo también sean emitidas para que esas fuerzas sudíes repriman, con la misma argumentación, igualmente a la propia población árabe que se manifiesta desde hace meses en varias ciudades del reino wahabi, exigiendo de igual modo unos mínimos derechos de ciudadanía, es algo que no nos sorprende porque desgraciadamente parece ir ligado a la animalidad intrínseca a ese modo de entender la vida y el propio Islam, y por que no, a la complicidad histórica del wahabismo con los intereses coloniales de Occidente, al menos desde la creación del reino saudí.

Que el propio mufti principal de la corte saudí, Aziz ibn Abdula aal al-Sheij, emitiera hace pocos días una fatua sin precedentes en la historia del Islam por la que se llama a la destrucción de las iglesias de la península arábiga, por considerarlas un “peligro par la religión”, en una tierra donde la presencia del cristianismo es anterior a la propia aparición del Islam, si no fuera por su gravedad y el atentado que esta fatua representa para los principios islámicos, podría considerarse simplemente grotesco. Sobre todo si tenemos en cuenta que este señor jamás ha hecho alusión alguna a las decenas de bases militares estadounidenses que existen en los países de la península arábica, una sola de las cuales representa mayor peligro para la religión y para la Ummah en general que todas las iglesias de la península y todas las iglesias existentes en todos los países musulmanes juntas.

Ahora, otro mufti wahabi saudí, Muhammad Al Arifi, conocido por sus intervenciones en diversas televisiones árabes, en una de sus apariciones públicas se nos deja caer con que el vino no es una sustancia impura. Dicho así, podríamos entender que esta afirmación es un simple planteamiento teórico propio para una discusión de fiqh, puesto que a pesar de que la mayoría de los juristas históricamente han concordado en que el vino -y por extensión cualquier bebida alcohólica- no sólo es ilícito su consumo, sino que en sí misma es una sustancia impura, han habido excepciones que lo consideran impuro sólo a “nivel espiritual”.

Pero el señor Al Arifi, no se quedó ahí, sino que en sus declaraciones implicó -astagfir Allah- al propio Profeta Muhammad (PBd) en el consumo y tráfico de alcohol antes de su prohibición, y a su tolerancia después de esta prohibición.

Este tipo de afirmaciones hacen daño a la Ummah, en especial a aquellos musulmanes de escaso conocimiento islámico y nivel cultural bajo, que pueden tener como referentes a personas como el señor Al Arifi por considerarlas dotadas de conocimiento y autoridad. Pero la gravedad de estas declaraciones no está sólo en sus afirmaciones sobre el vino, que ya de por sí lo son, sino en el insulto y menosprecio que de la figura del Profeta Muhammad (PBd) se hace en las mismas.

Quienes, a los pocos años de la muerte del Profeta (PBd), se adueñaron del gobierno de los musulmanes no escatimaron esfuerzos para denigrar al entorno del Mensajero de Allah, empezando por su familia y sus compañeros más cercanos, a los que prácticamente se borró de la “historia oficial” islámica, e incluso se les acusó de no musulmanes o herejes, destacando en esa “historia oficial” a muchos de sus enemigos y encumbrando a otros personajes cuyo mérito únicamente fue servir fielmente a esos usurpadores. Un mínimo de conocimiento de la historia del Islam durante la profecía y en los años inmediatos a la muerte del Profeta (PBd) puede ayudarnos a entender la finalidad política de aquellas aberraciones, e incluso permitirnos comprender como muchas de las invenciones promovidas por estos a través de falsos hadices han perdurado hasta la actualidad en nuestros cuerpos legales, dando justificación hoy a interesadas tergiversaciones igualmente que lo hicieron antaño.

Minimizar la figura de los profetas (P), y especialmente la del Profeta Muhammad (PBd), es una practica habitual de los enemigos de la religión. Atribuirles la comisión de pecados, incluso de graves pecados, es algo que jamás pudo oírse de la boca del Mensajero de Allah (PBd), y esto sólo contó con la aceptación de algunos grupos musulmanes a través de interpretaciones retorcidas del Corán y de las israeliats que tanto se propagaron en los tiempos en que algunos califas prohibieron la narración y escritura de hadices, mientras se aplaudía la narración de historias procedentes de judíos y cristianos -conversos o no-, las que al provenir de Libros ya tergiversados contenían este tipo de acusaciones a los profetas anteriores (P).

Minimizar las figuras de los profetas, o de los grandes personajes de la religión en general, y del Islam en nuestro caso, para así justificar los desmanes de los poderosos de turno es algo vil, pero habitual en la historia.

Uno de los temas sobre los que gusta hablar el señor Al Arifi en sus charlas es el de “la vuelta al Califato”, tema recurrente pero en sí mismo vacío si no se va más allá en la definición de qué se entiende por “califato”, ya que califatos ha habido tantos como califas, sin que esto tenga por que ser sinónimo de justicia o equidad, ni de un mínimo de islamidad en la forma de gobernar. De las manifestaciones del señor Al Arifi y se su posición como cortesano saudí, podría deducirse que su visión de “califato” es la que encarnaron los Bani Umayya, de los que los As Saud pueden considerarse herederos espirituales. Cortes en las que, como es sabido por la historia, el vino y todo otro tipo de perversiones estaban perfectamente asumidas.

Atribuir pequeños errores, o incluso la capacidad de cometer pequeños pecados al Profeta Muhammad (PBd), es algo que desgraciadamente está en la conciencia de muchos musulmanes, incluso de muchos pensadores musulmanes, aunque también es negado absolutamente por otros. Pero las manifestaciones del señor Al Arifi van más allá de la acusación de cometer “un pequeño pecado”. Parece ser que tanto revuelo han tenido sus afirmaciones que incluso el señor Al Arifi ha pedido públicas disculpas y dice haberse arrepentido ante Allah (SWT) por las mismas. Como todos, el señor Al Arifi rendirá sus cuentas ante Allah (SWT) y Él determinará su recompensa o castigo en función de sus actos, pero ante la Ummah, este señor debe quedar absolutamente desacreditado, y si él tuviera un mínimo de dignidad y de sinceridad en su arrepentimiento, debería abandonar su vocación mediática y retirarse a meditar sobre el daño que, no sólo en este caso, sus prédicas hacen al Islam y a los musulmanes.

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