Autorrealización

desde la perspectiva islámica (II)

Por: Ayatola Dr. Muhammad Husain Beheshtí y Ayatola Dr. Muhammad Yauád Bahonar

 

COMBATE CONTRA LA ENVIDIA

Para combatir efectivamente la envidia, la persona envidiosa de­bería hacer esfuerzos positivos por lograr algunos éxitos y obtener alguna distinción. Naturalmente, un hombre ocupado en sí mismo tiene poco tiempo para envidiar a otros. En la mayoría de los casos gradualmente su tolerancia y extroversión son revividas y salen de su caparazón. Empieza a tener a los demás en cuenta, y siente que está relacionado estrechamente con otros seres humanos. Su sentido de compasión y amor al género humano vuelve a despertarse. No sola­mente no le aflige la prosperidad de los demás sino que incluso se en­cuentra dispuesto a sacrificarse por otros.

Hemos visto que la envidia es una enfermedad espiritual y un sig­no de mezquindad. Causa desasosiego interior al envidioso y perturba la paz de otros. Es un flagelo que debe ser erradicado. Pero esto no significa que no deberíamos tomar ningún tipo de medida contra quienes cometen cualquier tipo de agresión, privan a otros de sus de­rechos legales u ocupan por medios incorrectos puestos que no les corresponden. Tomar medidas para la restauración de los derechos y para refrenar la injusticia y el engaño, no es envidia. Es otra cosa.

La Injusticia, la discriminación y la agresión, de cualquier manera que se presente, debe ser resistida, oponiéndose a ella de una manera efec­tiva. La indiferencia y el silencio en tales casos es un pecado grave.

Por lo tanto no es envidia criticar a una persona que ha adquiri­do riquezas por medios injustos. Tampoco es envidia desalojar a al­guien de una posición que no se merece. No debemos ser indiferentes a la toma del poder por medios ilegales, sino que deberíamos buscar poner fin a la injusticia y que las personas que se lo merecen sean quienes lo controlen.

COMO PURGAR EL ALMA DE LAS SUCIEDADES MENCIONADAS

Los principios de la educación islámica apuntan a la purificación del ser humano y a purgar su alma de lo que la ensucia. Naturalmente, no es fácil erradicar un rasgo malo, especialmente si se ha enraizado y ya se ha vuelto un hábito. De todos modos, este ser misterioso co­nocido como “ser humano”, tiene abundantes capacidades para ello. Incluso cambiar un hábito no es imposible para él. Y no solamente es posible sino que también lo lleva a la práctica. A lo sumo es necesario para este propósito que todas las potencialidades del ser humano sean puestas en acción y todas las condiciones del medio ambiente sean favorables.

Antes que nada el ser humano debería ayudarse con su yo interior. Para una exitosa autoformación hay dos cosas importantes: una es una actitud correcta en el cambio de sus deseos y la otra es una voluntad fuerte. Una voluntad potente y un gran entusiasmo son necesarios para implementar una decisión resuelta para producir cambios. Si una voluntad fuerte es acompañada por una actitud correcta, el proceso de reforma se ve obligado a comenzar, como dice el Corán:

“.. Dios no cambiará la condición de un pueblo mientras éste no cambie lo que en sí tiene (en sus corazones)...” (13:11)

Por esto es que el Islam sostiene que la conciencia y la fuerza de voluntad juegan un papel importante en la autoformación.

El Imam Al-Sadiq (P.) dijo: “Tu eres tu propio médico. Conoces tu enfermedad como así también su curación. Ahora tendrá que verse hasta donde estás preparado a elevarte, llegado el caso, y cuidar de ti mismo.”

También dijo: “Dios no permite que sea enviado al Infierno quien siempre ejerció el autocontrol, ya sea que se encontrase en un estado de apasionamiento, placer, odio, temor o entusiasmo.”

Una persona con autocontrol, que siempre puede pensar correc­tamente y tomar una decisión correcta, no sucumbiendo la agitación de las emociones, las pasiones transitorias o los viejos hábitos, puede mantenerse a salvo de todas las perturbaciones y puede ponerse a salvo del fuego del Infierno.

El Islam no dice que uno solamente debiera sugerir a los demás que hagan cosas buenas ni tampoco dice que se vaya a obligar a otro a hacer algo. A lo que nos convoca es a hacer algo para esclarecer o despertar la autoconciencia del hombre y erradicar su ignorancia y estrechez de mira, con el objeto de capacitarlo a pensar correctamente y tomar decisiones con independencia. Dijo el Imam Al-Sadiq (P.):

“El enemigo (el mal) se monta sobre la persona que no tiene la ben­dición de auto amonestarse o no tiene compañero que lo guíe.”

Por lo tanto la liberad y el honor del hombre dependen de la autocrítica y de poseer un consejero interior.

El Corán pone toda su confianza en esta facultad interior de autocrítica que es necesaria para la formación de la persona. Dice:

“¡Juro por el Día de la Resurrección! ¡Que va! ¡Juro por el alma que reprende (el mal)!” (75:1-2)

Otros versículos del Corán respecto a la autoformación mues­tran que este Libro divino considera a la autocrítica como una de las piedras básales de esta tarea.

El Islam quiere que los sentimientos y estados del ser humano queden bajo su control y estén a su servicio.

Dice el Imam Al-Sadiq (P.): “Convierte tu corazón en un amigo virtuoso y un hijo obediente y convierte tu conocimiento en un padre a ser obedecido por el corazón. Considera la polución de tu alma como un enemigo contra el que estás combatiendo.”

PIEDAD

Un hombre que procede como se indica en el punto anterior, es piadoso. Es una persona cuidadosa que observa las limitaciones que se le imponen debido a su amor a Dios y a la verdad. Goza de una com­pleta libertad, pero se subordina a Dios. Es esta subordinación la que lo protege de esclavizarse a otros. Antes de hacer cualquier cosa, piensa primero si su acción agradará o no a Dios.

Puede tolerar el descontento de cualquiera, pero el desagrado de Dios le resulta insoportable. Se abstiene así de todo lo que pueda desagradarle. Esta abstinencia y observancia de las limitaciones, por amor a Dios, constituye la piedad.

Una persona piadosa no puede ser compelida a cometer un peca­do por medio de ninguna amenaza, ni puede ser tentado por dinero, poder o codicia. El rol de la piedad es tan importante, que el Corán lo ha considerado el único criterio valorizador del hombre:

“Para Dios el más noble de entre vosotros es el más piadoso.” (49:13)

La nobleza del ser humano depende de su pureza y autocontrol. Quien es más piadoso es el más noble.

Existen muchos versículos y tradiciones sobre la virtud de la pie­dad. A continuación, citaremos una parte del conocido sermón pro­nunciado por el Imam ‘Alí (P.) sobre la piedad a pedido de uno de sus compañeros, llamado Hammam: “Los piadosos son los seres virtuo­sos. Dicen la verdad. Su vestir es sobrio. Andan sin ostentaciones. Se vedan de lo que Dios les ha prohibido. Escuchan atentamente, con el objeto de ilustrarse con información provechosa. Mantienen las esperanzas (en Dios) tanto en la prosperidad como en el infortunio. Dios se ha manifestado en lo profundo de sus corazones, de manera que no dan una importancia mayor a ninguna otra cosa (que El).”

“Una persona piadosa es constante en su fe. Es afable y pers­picaz. Su fe es firme y va acompañada por la convicción. Anhela el co­nocimiento. Es independiente, pero moderado. Es sumiso en la ado­ración. Mantiene su dignidad, incluso en la pobreza. Se muestra pa­ciente en el sufrimiento. Busca medios lícitos de vida. Se entusiasma por el camino correcto. Se mantiene totalmente libre de la avaricia. No tiene deseos inaceptables o censurables. Mantiene su cólera bajo control. Todos esperan que haga el bien a los demás. Nadie teme nin­gún daño o perjuicio de él. No habla mal. Conversa dulcemente. No hace nada objetable. Todo lo que hace es agradable. Es calmo y sere­no en los momentos de perturbación. Si es próspero, es agradecido. No comete pecados por causa de un amigo. Nunca ofende a otros insultando o difamando. No es malo con los vecinos. Soporta las in­justicias, pero los demás no tienen nada que temer de él. Se esfuerza por ganar la salvación en el más allá, pero no daña a nadie. Si se man­tiene apartado de alguien, es porque no necesita de él. Pero se acerca a la gente debido a su cariño y bondad. No se aparta de nadie por vani­dad ni trata como amigo a nadie para estafarlo.” (“Nahyu-l-Balaga”, resumen del sermón 191)

CONSOLIDACION DE LA FUERZA DE VOLUNTAD

De la discusión anterior llegamos a la conclusión de que el ser hu­mano, en su movimiento evolutivo debiera antes que nada extraer firmeza de su fuerza interior, el florecimiento de la cual depende prin­cipalmente de dos, cosas: su propia fuerza de voluntad y su conciencia y amplitud de visión.

Para fortalecer su voluntad debiera emprender la práctica nece­saria y hacer uso de los ejercicios apropiados. Uno de los roles más im­portantes y valiosos de todas las escuelas de pensamiento islámico es hacer de las personas individuos responsables inculcándoles el firme hábito de observar los principios y normas de la vida correcta que lleva a sostener su fuerza de voluntad para no sucumbir al egoísmo, las pa­siones y la tendencia a la pérdida de contención.

Los mandatos islámicos de rezar cinco veces al día, tener cuida­do en la limpieza del cuerpo y las ropas, asegurarse de que el lugar donde se va a orar será apropiado, la observancia de la dirección de la “qiblah” y el especial programa del mes de ayuno, se entienden todos en el sentido de dar al ser humano un sentido de responsabili­dad y proveerle de una base firme para hacer una vida regular.

RELACION ENTRE EL AYUNO y LA FUERZA DE VOLUNTAD

Ya sabemos que es obligatorio para todos los musulmanes adultos sanos, hombres y mujeres, siempre que no estén enfermos, viajando, dé­biles o sean demasiado ancianos, mantener el ayuno durante el mes de Ramadán. Es decir, abstenerse de comer, beber, realizar la cópula, su­mergir la cabeza en el agua, y todos los otros actos que invalidan el ayuno.

Este acto voluntario de resistir las pasiones, el hambre y la sed, así como al deseo sexual, despierta y hace surgir en nosotros la fuerza interior dormida y no manifestada, a la vez que es un ejercicio de auto­control que capacita al hombre para resistir y no sucumbir fácilmente a las pulsiones más bajas como la codicia, el egoísmo y la cólera.

El ser humano siempre está propenso a ser abrumado o arrollado por una serie de deseos desencaminados, como el adquirir riqueza por medios ilícitos, la indulgencia en contactos sexuales ilícitos, la permisividad, tentaciones de diverso tipo, etc.

Hay muchos deseos, pasiones y tentaciones que a menudo enco­lerizan y golpean la dignidad y posición del ser humano. Sin embargo, es posible que pueda aumentar su fuerza de resistencia y autocontrol, mostrarse perseverante contra todo mal sin sucumbir a ninguna tenta­ción y no respondiendo a todos los llamados de los deseos. En el mo­mento del estallido de un deseo ilícito debe ejercer la autocontención, usar el sentido común, mirar al futuro y tener presente el resultado final, de manera que pueda no sacrificarse en función de una pasión momentánea y pasajera.

Para desarrollar gradualmente esta fuerza de resistencia, se debe ejercitar ocasionalmente la lucha contra los deseos y placeres persona­les. El ayuno brinda esa oportunidad. Presta la ayuda requerida al de­sarrollo de dicha resistencia. El Corán describe el papel positivo del ayuno con estas palabras:

“¡Creyentes! Se os prescribió el ayuno como se prescribió a quie­nes os precedieron, quizás así podáis practicar la piedad (y permane­cer firmes contra los pecados y deslices)”. (2:183)

VUELTA AL CAMINO RECTO - EL ARREPENTIMIENTO

Un pecador está como sucio debido a su pecado. Está al borde de la caída. Pero a pesar de todo, puede comenzar a luchar contra sus malos hábitos. Es él quien, hasta ahora, ha estado cometiendo actos que lo degradan y es él quien ahora debiera tomar la decisión de cam­biar.

El ser humano tiene la capacidad potencial de volver al sendero recto de la pureza. También Dios ha mantenido abierto el camino de retorno para ello. El nunca expulsa a nadie de Su puerta. Esta invitación de Dios, el Compasivo, está siempre presente:

“Di: ‘Siervos que habéis prevaricado en detrimento propio. ¡No desesperéis de la misericordia de Dios! Dios perdona todos los pecados (cometidos descuidadamente y de los que uno se arrepiente sincera­mente)’. El es el Indulgente, el Misericor-dioso.” (39:53)

Este llamado al arrepentimiento y la posibilidad de ser perdona­do son muy alentadores y lo inspiran a uno a reformarse prontamen­te y a volver al sendero recto.

 

Fuente: libro INTRODUCCION A LA COSMOVISION DEL ISLAM; Editorial Elhame Shargh

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com; Fundación Cultural Oriente

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